Mama sabe bien
Perdi una batalla
Quiero regresar
Solo a besarla
No esta mal
Ser mi dueño otra vez
Ni temer que el rio sangre y calme
Al contarle mis plegarias
Tarda en llegar
Y al final, al final
Hay recompensa
Mama sabe bien
Pequeña princesa
Cuando regrese
Todo quemaba
No esta mal
Sumergirme otra vez
Ni temer que el rio sangre y calme
Se bucear en silencio
Tarda en llegar
Y al final, al final
Hay recompensa
En la zona de promesas
Hace un tiempo le mandé el link de esta canción de Cerati, que es por lejos la que más me gusta, a un amigo. Por esas cosas que pasan en el ciber espacio, le mandé el link por Skype, nunca tuve feedback de si le gustaba o no. Unos días atrás me respondió diciendo que no le parecía gran cosa, a lo cual yo le compartí mi hermenéutica de la canción:
Tal vez tenga para mí un significado especial al conocer a fondo el ‘holding materno’ como una especie de trascendental dinámico de todo otro posterior amor, inclusive el amor a Dios. La vuelta a ese amor (que está asimilado, interiorizado y proyectado en todo otro posible desarrollo de amor) en toda reconstrucción de sí, después de cualquier derrota, es un mecanismo muy humano y entrañablemente profundo.
Esa canción lo expresa maravillosamente.
Esa zona de amor, que es el fundamento de toda posible conquista y a la vez se convierte en zona de promesa, nos hace perseverar hasta la recompensa, que tarda en llegar.
Me contestó un lacónico Ok. Sin embargo, horas más tarde, vía mail, agregó lo siguiente:
Estimado, sí tenés razón.
Para serte sincero, primero la «leí» por ese lado, pero el tema de las «promesas» me creó confusión. Yo no sé si el término es el mejor para ilustrar la cuestión. Tampoco me pareció del todo acabada en cuanto a la música, con cosas muy buenas y otras no tanto. Por eso… no me dejó del todo conforme.
Creo que tu lectura es la correcta y es iluminante.
Más que «promesas» tal vez convendría decir «zona psicológica desde la que se lanza toda idealización y proyectación» («zona» de «ida») y «zona psicológica de regazo incancelable» («zona» de «retorno»). Son, claro está, un ida y retorno «permanentes», como permanente zona profunda de seguridad, para el proyecto, para el refugio y para el descanso.
Me atrevería a añadir algo más, que, manteniendo tu lectura, la «alarga», la completa y la integra colocándola en su justo lugar. Yo pienso que el primer motor trascendental de toda volición (y de toda la afectividad) del espíritu es el amor natural de Dios. Lo que vos tan bien expresás es el «rostro psicológico» de ese amor, en cuanto que es la primera dimensión «horizontal» en la que se lo vivencia.
La Biblia ofrece muchos detalles en esta línea: «Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recogerá»… «Se olvida una madre de su criatura, deja de amar al hijo de sus entrañas? Pues aunque una madre se olvidara, yo jamás me olvidaré». «Como un niño en el regazo de su madre, espere Israel en el Señor»… «Como uno a quien consuela su madre, así os consolaré yo»…
Hay muchos textos más.
Justamente, la mejor imagen que encuentra Dios para hacer entender ese su «ser-refugio» es la imagen del regazo materno.
En el fondo, y en sentido profundo, nunca dejamos de ser «nenes de mamá».
Gracias a Dios.
Un abrazo, y gracias.
Johann Brand
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
INTERESANTE Asocio esta canción con un excelente libro de Roma interesante Gary que se llama La promesa del alba en la que el famoso escritor y diplomático francés plantea el tema del amor materno en estos términos: «con el amor materno la vida te hace una promesa que no cumplirá nunca.Y te ves obligado a comer frío hasta el fin de tus días Se vuelve siempre a llorar a la tumba de la madre como un perro abandonado.»
Muy interasante…