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YO Y SELF SU DELIMITACION CONCEPTUAL[1]

Por León y Rebeca Grinberg.

I

INTRODUCCIÓN

Antes de desarrollar separadamente cada uno de los vínculos constitutivos de la identidad a los que nos referimos en el capítulo anterior, consideramos conveniente intercalar un capítulo en el que se intenten aclarar las diferencias entre los conceptos de yo y self[2].
En la literatura analítica los términos yo y self son de uso corriente. Sin embargo, su empleo choca con dos dificultades. Una, conceptual, ya que los términos no están claramente separados entre sí. Otra, semántica, porque no existe un criterio uniforme para definir qué se entiende por self, no obstante tratarse de un con­cepto cuya debida comprensión es realmente operante dentro del estudio del proceso analítico.
Es ventajosa la posibilidad de trabajar con conceptos asequibles y manejables al punto de permitir comparaciones, poder establecer coincidencias y disidencias, y tener así una visión panorámica del todo, cotejando al mismo tiempo esquemas tan dispares como el de M. Klein, el de Hartmann-Jacobson y el de Wisdom. Es desventajosa la simplificación a veces excesiva que puede —por lo menos aparentemente— dar una idea ingenua de planteos complejos.

II

HISTORIA DE LOS CONCEPTOS PSICOANALITICOS SOBRE EL SELF

La problemática en torno al concepto psicoanalítico del self comienza explícitamente con Hartmann (7) cuando hace la distin­ción entre el yo —como sistema psíquico— y el self —como concepto referido al «uno mismo»—. Hartmann afirma que «yo», como concepto psicoanalítico, no es sinónimo de «personalidad» ni de «individuo»; no coincide con «sujeto» como opuesto al «objeto» de la experiencia y es algo más que la concientización del senti­miento de «sí mismo». Según este autor, en la teoría psicoanalítica, «el yo es un concepto de muy diferente orden, es una subestructura de la personalidad y se define por sus funciones». Agrega que nunca se ha hecho una clara diferenciación entre yo, self y perso­nalidad[3] *, pero que hacerla es esencial si uno desea’ ver claramente los problemas relativos a la psicología estructural de Freud. «Ac­tualmente —dice— al usar el término ‘narcisismo’, dos conjuntos opuestos parecen fusionados en una sola cosa. Uno se refiere al self (sí mismo) en contraposición al objeto. Otro se refiere al yo (como sistema psíquico) distinguiéndolo de otras subestructuras de la personalidad» (7).
El contraste entre estos conceptos y los expresados por P. «‘leí­mann (10) en 1942 ilustra los diferentes criterios al respecto, que llevan a la confusión. Por yo, ella entiende «la suma de los senti­mientos, emociones, impulsos, deseos, capacidades, talentos y fanta­sías del individuo, es decir, todas las fuerzas y formaciones psíquicas que una persona identificaría corno algo propio, experimentando la sensación: ‘ese soy yo’ «.
Freud insistió repetidamente en la importancia del yo corporal en el desarrollo del yo (4) : esto se refiere a la influencia de la imagen del cuerpo en la diferenciación del self del mundo de los objetos, pero también al hecho de que las funciones de los órganos que establecen contacto con el mundo exterior, caen gradualmente bajo el control del yo. Esta postulación conduce a Hartmann, para, evitar la confusión, a la necesidad de discriminar el self, como sí mismo, en contraposición al yo como sistema orgánico. El mismo problema se lo plantea al definir al yo por sus funciones: debe conceptualizar la interrelación que existe entre las estructuras psí­quicas como sistema (yo, ello, superyó) o como subestructuras (fun­ciones del yo), y la persona total.
La palabra «yo» está empleada para denotar «un conjunto de procesos psicológicos tales como pensar, percibir, recordar, sentir, que tienen una función organizativa y de regulación en relación con el self y que son responsables del desarrollo y ejecución de un plan de acción para lograr la satisfacción de los impulsos internos por un lado, y por otro de las exigencias ambientales.» La palabra «self» indica «las formas en que el individuo reacciona ante, sí mismo, en que se percibe, piensa y valora a sí mismo y cómo, me­diante diversas acciones y actitudes, trata de estimularse o defen­derse». El self es, por lo tanto, un concepto intermedio entre los relacionados con los fenómenos intrapsíquicos y los concernientes a la experiencia interpersonal.
Las primitivas ideas de Hartmann (7, 8) dieron a Jacobson (13) la posibilidad de elaborar más profundamente el concepto de self que engloba —según ella— a la persona total del individuo, incluyendo al cuerpo y sus partes y a la organización psíquica y sus partes. Esta autora piensa que en la primitiva etapa de indiferen­ciación yo-ello existe lo que denomina el «self psicofisiológico pri­mario» en el cual hay simultáneamente fuerzas libidinosas y fuerzas agresivas que, tomando por objeto a este self psicofisiológico prima­rio, dan nacimiento al narcisismo y al masoquismo primario[4], Cuando se inicia el desarrollo del yo, éste incorpora en su acervo mnémico representaciones de los objetos, y a medida que el indivi­duo crece, va diferenciando lo interno de lo externo y, por lo tanto, el self de los objetos. Así se diferencian también las «representa­ciones en el yo» que paulatinamente se separan en «representacio­nes de objetos» y «representaciones del self». El masoquismo y el narcisismo secundarios corresponderían a cargas agresivas y libidino­sas de estas representaciones del self, contenidas en el yo y ya dife­renciadas.
Sobre el tema de la representación del self dentro del yo, haremos una breve digresión. Según Jacobson, esta representación surge de dos fuentes:[5]
1) Por incorporación directa de las sensaciones que emanan de la actividad funcional del organismo. tanto psíquico como físico.
2) Por la percepción indirecta —a la manera de la percepción sensorial— del self tomado como objeto del yo.
En el comienzo de la vida se confunden dentro del; yo -tanto las fuentes directa e indirecta que dan lugar a la representación del self, cuanto las percepciones que dan lugar a las representacio­nes de objeto. Al no estar diferenciadas las representaciones del self de las representaciones de objeto, tampoco lo están las nociones de mundo interno y mundo externo que se asientan, naturalmente, en una clara discriminación en el yo de ambos tipos de represen­taciones. Este estado primitivo de indiferenciación es un punto regresivo al cual se vuelve en la enfermedad psíquica, perdiéndose la diferenciación lograda entre self y objetos, entre mundo interno y mundo externo, entre realidad y fantasía. Esto correspondería, dentro de la nomenclatura kleiniana, a una regresión particular por fracaso ¿le los mecanismos disociativos, que lleva a la indiferen­ciación entre realidad-fantasía, sujeto-objeto, mundo interno-mun­do externo, símbolo-objeto simbolizado.
La representación del self en el yo contiene:
1) Las características, potencialidades, funciones del cuerpo, la apariencia corporal, su anatomía y fisiología.
2) La imagen del yo, de los sentimientos, pensamientos, deseos, impulsos y actitudes —conscientes y preconscientes— y la idea de la propia conducta física y mental.
3) El ideal del yo y el superyó. Ideales y escalas de valores conscientes y preconscientes. Una estimación del grado de efectivi­dad de la autocrítica.
4) La parte del ello que comunica con el yo.
5) Un concepto de la suma total de los aspectos parciales arriba mencionados, que integra al self en una entidad organizada y dife­renciada de su ambiente.
De la diferenciación y permanencia de las representaciones del self en el yo depende el sentimiento de la identidad. El indi­viduo sabe que es él mismo a través de los cambios, en la medida en que su yo contiene una clara representación de su self y de los cambios que éste ha experimentado en el transcurso del tiempo, con conservación de su unidad.
El yo es, al comienzo, ese aspecto del funcionamiento mental encargado de ordenar la realidad en figura y fondo en relación con los estímulos del momento y con las experiencias pasadas, lo cual permite diferenciar al self (figura) del no-self (fondo) (2) . Por otra parte, el tacto y el dolor son experiencias que contribuyen al logro de esta diferenciación (12) .
La identidad contiene dos aspectos: uno referido al self y otro referido al yo y vinculado con su función sintética.
Lo que se evidencia en el self son las infinitas secuencias de transformaciones corporales y de conducta que ocurren durante la vida del individuo. La percepción del self permite obtener una constante, derivada de esa multitud de transformaciones. Esta cons­tante es una característica de nuestro mundo interno y una expe­riencia de nuestro self. El self tiene una dimensión temporal que abarca las fases cambiantes de la niñez, la adolescencia y la adultez. La vida futura se incluye en la experiencia de nuestro self, que también engloba todos los «selves» pasados de la vida y los poten­ciales no vividos aún (16). Nos cabe una pregunta: ¿es posible definir al yo como el agente actual del self, como receptor, orga­nizador y efector del self en cada momento? Creemos que sí.
En la organización psicótica se desarrolla un falso  self desti­nado a proteger al verdadero hasta el momento en el cual una situación ambiental más favorable —o la regresión inducida por la situación analítica— permite «descongelar» la situación y que el verdadero self, que había quedado encubierto, sea reconquistado por el yo (21) .
En M. Klein (14, 15) aparece mencionado el self, pero es difícil establecer si ella tenía una exacta delimitación del concepto. Con H. Segal (19) las cosas se aclaran un poco, ya que ella se refiere a la identificación introyectiva como consecuencia de la introyección del objeto en el yo (que adquiere así alguna o todas las características de aquél) y a la identificación proyectiva como el resultado de la proyección de partes del self en un objeto. M. Klein dice al referirse a la identificación proyectiva: «implica expe­ler substancias peligrosas (excrementos) fuera del self y dentro de la madre. Junto con estos peligrosos excrementos, expelidos con odio, partes disociadas del self son también proyectadas en la madre o —como preferiría decirlo— dentro de la madre» (15).
J. O. Wisdom (22) se ha ocupado del tema que nos interesa y sus trabajos nos resultaron particularmente atractivos, porque trató de relacionar sus propias ideas con los conceptos de Hart­mann y Jacobson. De Wisdom transcribimos, en versión simpli­ficada[6] y como memento, el esquema con el cual este autor obje­tiviza sus concepciones. Más adelante, y tomando este esquema como antecedente, nosotros incluiremos el nuestro.
Wisdom (23) distingue dos maneras posibles de incorporación de un objeto al mundo interno: 1) El objeto incorporado puede formar parte de lo que él llama la «órbita» y ser visto por el self

1. Orbita y objetos orbitales
2. Relaciones objetales internas
3. Objetos nucleares introyectados

como un objeto interno que mantiene con él relaciones objetales internas. A este proceso el autor lo denomina «identificación o in­( royección orbital». 2) El objeto puede ser incorporado al núcleo, formando parte así de la perspectiva del self, que no tiene relacio­nes objetales con este objeto, sino •que por el contrario, unido a él, mira al mundo tanto externo como interno. Aquí se trata de una «identificación o introyección nuclear». Según Wisdom, la identi­ficación y la identificación introyectiva, tal como se mencionan en la literatura, se refieren probablemente a la introyección nuclear. El concepto de self es empleado por él «en su sentido ordinario» pie supone límites elásticos: es a veces equiparado con el núcleo; .1 veces con el núcleo y la totalidad del mundo interno; a veces incluye, otras excluye al cuerpo. En la introyección nuclear, el self siente «con» el objeto. En la orbital, siente «hacia» el objeto. Tal como se ve en el dibujo, Wisdom considera que su núcleo y su órbita son equivalentes de la representación del self y las repre­sentaciones de objeto de E. Jacobson, respectivamente.

III

INTENTO DE SISTEMATIZACION

Trataremos aquí de dar forma coherente a los múltiples con­, /nos considerados hasta ahora. Esto supone establecer nexos entre puntos distantes; separar, para hacer distintos, conceptos demasiado cercanos; tener en cuenta críticas propias y ajenas inten­tando obtener un instrumento útil, que sea confiable y permita continuar la investigación, aunque su utilidad sólo sea operante dentro de condiciones limitadas. Creemos posible el siguiente en­sayo o diferenciación:
a) Yo -Es la estructura psíquica descripta por Freud, que incluye la fantasía inconsciente del self en el yo. Corresponde al núcleo del esquema de Wisdom y contiene la representación del self de E. Jacobson.
b) No-Yo -Está dentro del self y comprende lo orbital de ‘Wis­dom (objetos internos y entre ellos uno que tiene características propias: el superyó) y las representaciones de objeto de la nomen­clatura de E. Jacobson. Empleamos, como se ve, de una manera distinta a la corriente, la denominación de no-yo. Para nosotros, el no-yo está dentro del self y cuando se extiende más allá del self, se transforma en no-self. Así como el self necesita del no-self corno espacio-tiempo, el yo necesita del no-yo para hacer sobre él las proyecciones intrapsíquicas.
c) SELF -Incluye al yo y al no-yo. Es la totalidad de la propia persona. Incluye también al cuerpo con todas sus partes, la estruc­tura psíquica con todas sus partes, el vínculo con los objetos exter­nos e internos y al sujeto como opuesto al mundo de los objetos.
d) No-SELF -Puesto que nosotros no consideramos al yo corno equivalente de persona total, el no-self comprende los objetos ex­ternos y el mundo externo.
e) FANTASIA INCOSCIENTE DEL SELF EN EL YO – Si bien la denominación «representación del self en el yo» comprende los cinco ítems descriptos por E. Jacobson que transcribimos antes, nosotros consideramos incompleta esta enumeración, porque ella no incluye las fantasías inconscientes. Tampoco nos satisface la expresión «re­presentación del self» porque se refiere a lo consciente y precons­ciente, y nos parece preferible hablar de «fantasía inconsciente del self en el yo» para designar el conjunto de fantasías inconscientes, vinculadas con los elementos constituyentes de la representación del self en el yo.
Sobre este último punto, unos párrafos que lo complementan.
Normalmente, todos los aspectos del self están integrados en la fantasía inconsciente del self en el yo. Naturalmente, en los cuadros psicopatológicos, esta situación se altera (17) y se producen variaciones cualitativas y cuantitativas que pueden tener distintas consecuencias. Uno de nosotros (5) señala que puede ocurrir, por ejemplo, que aspectos del self sean, sentidos por el yo como pertenecientes al no-self. Esto se debe a que la fantasía inconsciente del self en el yo, una vez integrada en el curso del desarrollo,
puede perder cohesión por el funcionamiento patológico de la identificación proyectiva. Recalca la importancia de los mecanis­mos obsesivos más evolucionados o «realistas» que permiten el con­trol de las partes del self proyectadas en el objeto y sirven para mantener un cierto grado de integración y diferenciación del self. Cuando, por diferentes motivos, el yo siente, una amenaza contra el estado de cohesión del self, estos mecanismos de control tienden a incrementarse. En ocasiones, sin embargo, el estímulo es suficien­temente intenso como para inhibir de manera temporaria o perma­nente el funcionamiento de estos mecanismos. La consecuencia inmediata puede ser una pérdida del control de los aspectos pro­yectados, lo cual desencadena una desorganización en el estado del self, cuyos efectos son los trastornos del sentimiento de identidad, la sensación de extrañamiento y la perturbación de la relación objeta]. que caracterizan al fenómeno de la despersonalización. Otra consecuencia posible es la vuelta a la utilización del control omnipotente y la caída en estados regresivos psicóticos confusionales.
Otra alteración que podemos considerar es la que se produce cuando se sienten como pertenecientes al self, aspectos que ya no forman parte de él. Esto sucede cuando no se puede elaborar el duelo por las partes perdidas del self, y un caso extremo ilustra el «miembro fantasma», cuadro en el cual se sigue percibiendo dolo­rosamente el miembro amputado. Este cuadro confirma las ideas de Hoffer acerca de la importancia del dolor para lograr la discri­minación entre self y no-self.
Otro aspecto de la cuestión puede ser la consideración de la to­pografía de la disociación en el yo y en el self y los diferentes planos en que puede producirse. Seguimos parcialmente a Thorner (20) al decir que, por ejemplo en la hipocondría, la disociación se hace si­guiendo el límite mente-cuerpo, a los efectos de poder mantener ubi­ados en el cuerpo los objetos internos perturbadores. Podríamos decir cine la mente queda en el núcleo y un aspecto del cuerpo en la órbita, funcionando para el núcleo como un objeto con el cual tiene relaciones objetales. En otros casos, cuando se proyectan objetos internos malos, muy unidos al yo, se proyectan con ellos partes del yo mismo. La disociación atraviesa el centro del yo o, según nuestra particular opinión, el núcleo.
Una cita de P. Heimann (11) nos parece ilustrativa. Al referirse a la combinación de mecanismos de defensa que se da en ciertos estados paranoides, muestra cómo «el tipo paranoide de introyección internaliza un objeto odiado y temido y la situación
intrapsíquica que resulta de esta introyección repite y continúa la relación entre el individuo y su perseguidor externo. El mismo sadismo que el sujeto —el ‘yo como totalidad’— dirige hacia el objeto exterior es vuelto por el yo (como parte sistematizada de la personalidad total) contra su objeto introyectado». Una parte del yo —aquella que alberga al objeto introyectado perseguidor— es sacri­ficada, es disociada del resto y puesta aparte de la organización del yo, perdiendo así su calidad yoica. Esta disociación es com­parada por P. Heimann con la técnica de autonomía de los lagartos, los cuales si son aprisionados por la cola, la separan del cuerpo y, aunque mutilados, escapan. Perder la calidad yoica significa que la parte disociada deja de pertenecer a la fantasía inconsciente del self en el yo. Para la fantasía inconsciente esto es tan concreto como la pérdida de una parte del cuerpo para el lagarto. En otras palabras, la parte así disociada deja de estar en el núcleo y no forma ya parte de la identidad.

IV

ESQUEMA FINAL

Nos resultó útil —por eso lo transcribimos— un esquema que derivamos del de Wisdom a los fines de objetivar, aunque sea par­cialmente, la sistematización que acabamos de mencionar. Este gráfico corresponde a la geografía de una fantasía inconsciente que estaría ubicada dentro del yo y desde la cual el yo vería todo el territorio correspondiente a su aparato psíquico.
Creemos que es suficientemente explicativo de por sí. Estamos lejos de pretender que sea completo ya que —como todo esquema de tipo figurativo bidimensional— tiene limitaciones y restricciones. Es estructural y, por lo tanto, no es posible ubicar dentro de él sino los elementos para situar los cuales fue concebido. Podríamos, por ejemplo, explicar dónde está el ello, pero nos sería imposible dibujarlo, aunque se puede inferir que —al igual que en la concep­ción freudiana— el yo emerge del ello. Quizá sería preferible pres­cindir de estos modelos visuales, pero el presente tiene alguna ventaja: permite cierta ubicación dentro de lo que hasta hace poco era «tierra de nadie». Al mismo tiempo, incluye conceptos como la idea de una membrana permeable entre el núcleo y el resto del self, entre el yo y el no-yo y entre el self y el no-self, que tiene profundas raíces en nosotros, aunque utiliza símiles biológicos. Otro tanto hace Bion con su modelo digestivo, lo mismo hizo Freud con su modelo de la ameba. Con todo, el esquema que presentamos puede ser modificado por el lector y admite múltiples variantes. Puede ser configurado en un modelo tridimensional, en el cual todo el esquema «flote» en el ello indiferenciado, o cualquier otra forma. Lo importante es que vale, si tiene utilidad, aunque sea parcial.

V

RECOMENDACIONES SEMANTICAS

Dos palabras sobre el aspecto semántico de la cuestión. En la literatura analítica en nuestro idioma —especialmente en las tra­ducciones— el self es denominado «yo», «personalidad», «persona», «Sí mismo», «uno mismo», «ser», etcétera. La consecuencia inme­diata es que conceptos originariamente claros se tornan confusos y ambiguos. Por lo tanto, creemos conveniente recomendar la in­corporación definitiva a nuestro idioma del vocablo «self», de la misma manera que se ha hecho con otros términos psicoanalíticos como «insight», «acting out», etcétera.
Igualmente sugerimos desistir de cualquier intento de intro­ducir más términos para designar al self y, al mismo tiempo, cuidar en los trabajos y traducciones de emplear bien discriminada la palabra «yo» cuando se refiera a la estructura psicoanalítica clásica­mente descripta por Freud; y «self» cuando se refiera a la persona total.

VI [7]

En la misma línea, quisiéramos clarificar los conceptos de «tem­peramento», «carácter» y «personalidad», de acuerdo con el criterio de la mayor parte de los autores que estudiaron esos temas.

El término temperamento designa los fenómenos característicos de la naturaleza emocional de un individuo, fenómenos entre los cuales se encuentran su susceptibilidad a la estimulación emocional, su intensidad y velocidad de respuesta habituales, la cualidad de su estado de ánimo predominante y todas las peculiaridades de fluctuación e intensidad de su estado de ánimo. Estos fenómenos son considerados dependientes de su estructura constitucional y, por lo tanto, como de origen principalmente hereditario (1) .
El carácter del hombre estaría determinado por la sociedad. El medio impone frustraciones específicas, obstruye ciertos modos de reacción a ellas y facilita otros. Sugiere ciertas actitudes de los otros como modelos, contribuye a formar sistemas de referencia internalizados en la misma medida en que lo hacen las instancias más profundas. Las capas más superficiales del carácter represen­tan, por regla general, las adquisiciones más recientes. Aunque no siempre esto es así. Las regresiones complican el cuadro. El orden en que las diferentes capas van apareciendo, en el análisis, puede ser diferente de su orden histórico original, corno lo es la profun­didad relativa de las capas geológicas con respecto a su antigüedad histórica.
Las actitudes caracterológicas son compromisos entre los impulsos instintivos y las fuerzas del yo que tratan de dirigir, orga­nizar, postergar o bloquear tales impulsos. Freud dijo que «los rasgos permanentes de carácter son o bien perpetuaciones intercam­biables de impulsos originales, o bien sublimaciones de éstos, o for­maciones reactivas contra los mismos».
Para Wilhelm Reich (18) el carácter es, en esencia, un meca­nismo de protección narcisista que se ha hecho crónico y rígido, por lo cual lo denomina «coraza caracterológica». Su desarrollo proviene principalmente del conflicto entre las demandas instinti­vas y el mundo exterior frustrante. Tiende a evitar la angustia y, al mismo tiempo, la absorbe. Por otra parte, satisface indirecta­mente el principio del placer, otorgando gratificaciones libidinosas como en el caso del «carácter genital-narcisista».
Se ha señalado frecuentemente que la característica esencial del hombre es su individualidad, o sea el hecho de que el hombre es un resultado único en su género, que no se puede parecer aca­badamente a ningún otro hombre, y se comporta siempre de una manera que le es propia.
Generalmente, se ha utilizado el concepto de personalidad para designar esta individualidad psicológica. La definición que propone Filloux es la siguiente: «La personalidad es la configuración única que toma, en el transcurso de la historia del individuo, el conjunto de los sistemas responsables de su conducta» (3) .
Mientras el carácter es considerado por algunos corno un as­pecto de la personalidad (su aspecto expresivo para unos, o su aspecto estático para otros), el concepto de personalidad se refiere más bien a los factores dinámicos de la conducta, a sus motivaciones, incluyendo el aspecto profundo y menos evidente de la individua­lidad.
A nuestro juicio, la personalidad, en la medida en que resulta de la individuación-diferenciación, expresa la unicidad del hombre: no sólo el ser sino el ser unido.
Se nos plantea como interrogante en qué forma podríamos relacionar el sentimiento de identidad con el concepto de persona­lidad, ya que este último está referido al individuo tal como es visto por un observador.
El sentimiento de identidad, en cambio, es experimentado por el sujeto como resultado del proceso de individuación-diferencia­ción, base del sentimiento de unicidad (ser uno y único) y del sentirse él mismo a través del tiempo, base del sentimiento de mismidad, con su corolario de integración social.
Todo ello estaría incluido en la fantasía inconsciente del self que tiene su asiento en el yo, base del sentimiento de identidad.

SÍNTESIS

Este capítulo tiene por objeto aclarar términos que se utilizan en conexión con el concepto de identidad: básicamente la delimi­tación teórica de los conceptos de yo y self, así como los de «tem­peramento», «carácter» y «personalidad», de acuerdo con el criterio de autores que estudiaron esos temas, al que agregamos el nuestro.
En relación a «yo» y «self», vocablos de uso corriente en la literatura psicoanalítica, estudiamos la historia y evolución de ese uso, para llegar a un intento de sistematización que relacione coherentemente estos términos y otros a ellos vinculados: yo, no-yo, self, no-self y la fantasía inconsciente del self en el yo.
Finalmente, proponemos un esquema, derivado del formulado por Wisdom, a los fines de objetivar esta sistematización. El gráfico propuesto corresponde a la geografía de una fantasía inconsciente que estaría ubicada en el yo, y desde la cual el yo vería todo el territorio correspondiente a su aparato psíquico.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1) Allport, G. W.: Psicología de la personalidad. Buenos Aires, Paidós, 1961.
2) Bellak, F.: Esquizofrenia. Barcelona, Herder, 1962.
3) Filloux, J. C.: La personalidad. Cuadernos de ‘Eudeba. Buenos Aires, Ed. Univ. de Buenos Aires, 1960.
4) Freud, S.: El Yo y el Ello. S. E. 19, 1923.
5) Grinberg, L.: «The relationship between obsessive mechanisms and a state of self disturbance: Depersonalization». Int. J. Psycho-Anal., XLVII, 1966.
6) Grinberg L. y col.: «Yo y self. Su delimitación conceptual». Rey. de Psic., XXIII, 3, 1966.
7) Hartmann, H.: «Comentarios a la teoría psicoanalítica del Yo» en Psycho­analytic Study of the child. Nueva York, Int. Univ. Press, V, 74-96, 1950.
8) Hartmann, H.: La psicología del Yo y el problema de la adaptación, Mé­xico, Ed. Mon. Psic., 1961.
9) Hartmann, H.: «Notes on the theory of sublimation» en Psychoanalytic Study of the child, Nueva York, Int. Univ. Press, X, 9-29, 1961.
10) Heimann, P.: «Contribución al problema de la sublimación y sus rela­ciones con los procesos de internalización». Rev. de Psic., VIII, 4, 1951.
11) Heimann, P.: «Una combinación de mecanismos de defensa en los estados paranoides» en Nuevas direcciones en psicoanálisis, M. Klein y col., Buenos Aires, Paidós, 1965.
12) Hoffer, W.: «La boca, la mano y la integración del Yo». Rey. Urug. de Psic., III, 4, 1960 y «El desarrollo del Yo corporal», Rev. Urug. de Psic., 111, 4, 1960.
13) Jacobson, E.: The Self and the Object World. Nueva York, Int. Univ. Press, 1964.
14) Klein, M.: Las emociones básicas del hombre. Buenos Aires, Nova, 1960.
15) Klein, M.: Desarrollos en psicoanálisis. Buenos Aires, Hormé, 1962.
16) Lichtenstein. H.: «Towards a metapsychological definition of the concept of self» y «The dilemma of human identity», Are. Psycho-Anal. Ass., XI, 1, 1963.
17) Miller, I.: «Confrontation, conflict and the Body image». J. Am. Psycho ­Anal. Ass., XI, 1, 1963.
18) Reich, W.: Análisis del carácter. Buenos Aires, Paidós, 1957.
19) Segal, H.: Introducción a la obra de Melanie Klein. Buenos Aires, Paidós, 1965.
20) Thorner, H. A.: «Tres defensas para la persecución interna» en Nuevas Direcciones en Psicoanálisis, M. Klein y col. Buenos Aires, Paidós, 1965.
21) Winnicott, D. W.: «Metapsychological and clinical aspects of regression within the psychoanalytical ‘set-up’ «. Int. J. Psycho-Anal. XXVI, 1, 1955.
22) Wisdom, J. O.: «A methodological approach to the problem of hystery». Int.. J. P.sycho-Anal., XLI1, 3, 1961.
23) Wisdom, J. O.: «Comparación y desarrollo de las teorías psicoanalíticas sobre la melancolía». Rev. Urug. de Psic.. V, I, 1963.


[1] Este capítulo es una versión modificada del trabajo del mismo título realizado por León Grinberg y la colaboración de un Grupo de Estudios inte­grado por J. L. de Cvik, N. Cvik, T. Gioia, F. Guiard, A. Perrota, M. Rabih, R. Raimondi, G. Stein y J. Szpilka, y publicado en la Revista de Psicoanáli­sis. (6)
[2] Probablemente, la primera cuestión que podría suscitarse es si en inglés «self» significa estrictamente «sí mismo». Por lo tanto, consideramos útil la siguiente nota que aclara brevemente las implicaciones, usos y significados que «self ha tenido en su idioma original a lo largo del tiempo. La palabra «self» usada como prefijo tiene significado reflexivo con respecto al segundo elemento del compuesto; y de los trece compuestos originales del Viejo Inglés, solamente ha llegado hasta nosotros «selfwill», Como pronombre y adjetivo pronominal, tiene el sentido del latín «ipse» (sí mismo) y en relación con un sustantivo o pronombre, indica enfáticamente que la referencia se hace a la persona o cosa nombrada y no a otra.
[3] En nuestro trabajo, empleamos «personalidad» como sinónimo self.
[4] Este concepto parece encerrar una contradicción, ya que si hay tuerzas que toman por objeto al self, es necesario también que haya un sujeto (yo) que sea capaz de establecer el vínculo entre estas fuerzas y el self. Se hace imprescindible, por lo tanto, la ratificación de la existencia de un yo temprano, tal como lo postula la escuela kleiniana. También se nos ocurre que parece existir cierto paralelo entre lo que Freud denominó yo corporal y el concepto de Jacobson de self psicofisiológico primario. Finalmente, le dejamos planteada una pregunta al lector: cuando Freud decía que el yo es ante todo un yo corporal, ¿se refería a que el yo es ante todo un self, puesto que él consideraba a las funciones yoicas como de aparición tardía?
[5] La percepción sensorial externa es excluida como fuente de la representación del self en el yo.
[6] La versión completa puede consultarse en Comparación y desarrollo de las teorías psicoanalíticas sobre la melancolía, de J. O. Wisdom (23) .
[7] Este último apartado no pertenece al artículo original «Yo y self. Su delimitación conceptual».

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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