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La crueldad deshumaniza al sujeto convirtiéndolo en objeto. Ésa es una explicación ya muy conocida. Lo que aporta ahora este estudio es que la clave de los comportamientos aberrantes podría estar en una red neuronal que incide sobre la interacción social y el reconocimiento del otro como “humano”. Si se produce una desconexión en esa red ante personas que causan disgusto o rechazo – dicen los autores del trabajo – la gente deshumaniza a otros individuos y olvida que tienen sentimientos.
En la investigación participaron 119 estudiantes de la Universidad de Princeton, de una media de edad de 20 años. Todos ellos completaron una encuesta sobre juicios y toma de decisiones, a medida que iban viendo imágenes de personas.
Con esta encuesta, los científicos determinaron si los estudiantes presentaban respuestas emocionales esperables ante ciertas imágenes, como orgullo al ver a una estudiante de universidad o a un bombero americano; envidia al ver a una mujer de negocios y a un hombre rico; compasión, ante un hombre anciano y una mujer discapacitada o rechazo, al ver a una mujer sin hogar y a un hombre drogadicto.
Tras imaginar un día en la vida de estas personas, se pidió a los participantes que imaginaran cómo serían: cálidos, competentes, responsables, inteligentes, etc. Luego, se les registró su actividad cerebral mientras veían las imágenes.
Los resultados obtenidos mostraron que la red neuronal clave en la interacción social de los estudiantes no se activó ante las imágenes de drogadictos, personas sin hogar, inmigrantes y otras personas pobres. Pero otras regiones cerebrales influían en la tendencia a deshumanizar a cierto tipo de personas.
Según Harris: “Estos resultados sugieren que la deshumanización de otras personas tiene raíces múltiples y es un fenómeno complejo. Habrá que hacer nuevas investigaciones para delimitar con mayor exactitud esta complejidad”.
Lo científicos afirman, por otra parte, que resulta muy sorprendente constatar que la gente atribuye vida interna o emociones a animales o automóviles, pero elude establecer contacto ocular con los mendigos sin hogar que se encuentra por la calle.

Eduardo Montoro

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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