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Resulta muy interesante hacer una excursión etimológica del término personalidad para ir descubriendo sus entresijos. Las distintas acepciones nos muestran matices y vertientes que nos ayudan a afirmar dicho concepto:
Personare: palabra latina que significa «resonar a través de algo» y,del griego prosopon, «cara, rostro, máscara». Am- bas tienen un fondo común, ya que en el mundo grecorromano la personalidad era la máscara que se ponían los actores, a tra­vés de la cual salía resonando su voz. La vida es como un teatro en el cual cada uno desempeña un papel, muestra una conducta, juega un determinado rol. También tiene relación el término la­tino perisoma, que alude a «lo que rodea el cuerpo, incluida la ropa», ya que el vestido suele entenderse como una prolonga­ción del mismo que va más allá de las apariencias.
Per se unum: procedente del latín, esta construcción se refiere a la «unidad sintética». Uno-a-um significa lo único, lo singular, lo peculiar u original; es decir, aquello que carac­teriza.
Phersum: palabra de origen latino que se refiere a espejo. La personalidad es aquello que primero se ve a través del cuerpo y, en especial, de la cara. También existe el término spe­culum, del mismo significado.
Rostrum: «Pico de las aves» y, en segunda acepción, «hocico» de los animales. Por extensión, «espolón o proa de un navío». La cara es lo primero que se observa del otro y su geografía está llena de riqueza expresiva.
Tras este recorrido, ya podemos realizar una primera apro­ximación: la personalidad es aquel conjunto de elementos fí­sicos, psicológicos, sociales y culturales que se alojan en un in­dividuo. Así pues, ingredientes diversos que forman una totalidad. Dado el gran número de definiciones del concepto personalidad que encontramos a lo largo de la historia de la psicología, resulta imposible su clasificación. No obstante, nos vamos a ir adentrando en su trama conceptual para ofre­cer un perfil poliédrico del mismo.
La personalidad es aquel conjunto de pautas de conducta actuales y potenciales que residen en un individuo y que se mueven entre la herencia y el ambiente. De esta definición emergen dos ideas importantes que, junto a otras, van a marcar las diferencias entre unas personalidades y otras: lo hereditario frente a lo adquirido, el equipaje genético frente al ambiente. Por tanto, y aunando referencias, podemos decir que la perso­nalidad es una estructura organizada y sintética, en movimien­to, que abarca el cuerpo, la fisiología, el patrimonio psicológico y las vertientes social, cultural y espiritual. Se trata, pues, de una complicada matriz que deambula entre las disposiciones bioló­gicas y el aprendizaje, y que da lugar a una serie de conductas manifiestas y encubiertas, públicas y privadas, externas e inter­nas, ostensibles y ocultas que nutren la forma de ser.
Esta aproximación al concepto de personalidad pretende ser ecléctico 1 y su enfoque, unificador y coherente. Siguiendo esta premisa, podernos afirmar que la personalidad es un esti­lo de vida que afecta a la forma de pensar, sentir, reaccionar, interpretar y conducirse por ella. Esta definición hace referencia a cuatro áreas: el pensamiento, la afectividad, la mane­ra de afrontar las circunstancias que se nos van presentando a lo largo de los años y, por último, la consecuencia de todo eso, que determina un tipo concreto de actuación. Es esencial que esta manera se encuentre fuertemente arraigada en el sujeto, sea sólida y no resulte fácil cambiarla.
Nuestra personalidad es nuestro mejor gerente de relaciones públicas. Es como una orquesta, compleja y diversa, con mu­chos instrumentos que cumplen una función específica, pero cuyo resultado es una sinfonía: la conducta con sello propio. La persona es el director de orquesta. De otra parte está el yo o centro rector de la personalidad, en el que confluyen las vi­vencias; el yo es la sombra de la personalidad, un punto de re­ferencia etéreo, difuso, de contornos imprecisos, pero que sir­ve de meeting point de las vivencias psíquicas. Personalidad y yo forman, pues, un continuum en el que uno se refleja y se proyecta en el otro.
Con mucha frecuencia decimos que alguien nos sorprende por su fuerte personalidad. Además de en el lenguaje que uti­liza dicha persona, en sus gestos y en sus modales, la persona­lidad asoma a la cara, que es el espejo del alma. Ciertamente, al rostro vienen los paisajes interiores, que de alguna manera reflejan lo que está sucediendo en nuestra propia intimidad, en cualquiera de las partes de nuestro cuerpo. En la_caslass.side la esencia de la persona; ella nos resume. Dicho de un modo más rotundo, la personalidad está presente en la cara, vive en ella. Cuando nos encontramos con alguien, la primera relación que se establece es facial, es decir, cara a cara. Y esencialmen­te ocular. ¡Dicen tanto los ojos! Tienen su propio lenguaje; son como semáforos cuyas señales hablan de amor, ternura, pa­sión, desagrado, sorpresa, melancolía… toda la gama afectiva emerge de ellos. En conclusión, la caray las manos, como partes descubiertas del cuerpo, son las que más expresan nues­tros sentimientos.
En la cara tiene la persona su residencia, su chez soi. Mu­chas expresiones sencillas, de uso diario, reafirman esta idea del rostro como espejo del alma; por ejemplo: «dio la cara», «no me gustó su cara», «¡la cara que puso!», «no me olvido de aquella cara»… Por ello decimos que la cara es programá­tica, porque anuncia la vida como un proyecto propio. En ocasiones su lenguaje es difícil de descifrar, porque puede tener un doble sentido y, por tanto, prestarse a confusión. 2 En la cara pueden observarse los siguientes elementos:
— Morfología: estilo, gracia, gusto, encanto, atractivo. Expresión afectiva: estado de ánimo, tono emocional. Expresión oral: el lenguaje tiene tal trascendencia que ofrece unas notas decisivas, como la de la inteligencia, que se manifiesta en él con toda su riqueza.
Resumiendo, podernos decir que la historia psicológica del concepto personalidad se ha movido entre la perspectiva inte­riorista, es decir, aquello que se encuentra almacenado dentro del individuo, y la perspectiva exteriorista, que hace referencia a lo que se encuentra fuera.
1 Ecléctico significa en este caso integrador, que concilia las tres gran­des corrientes dela Psicologíay dela Psiquiatría: biológica, psicológica y sociocultural. A pesar de su diversa naturaleza, juntas constituyen la mejor manera de comprender y estudiar cinéticamente la personalidad, su perímetro y sus trastornos.
 

Eduardo Montoro

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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