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«Os digo que, si se callan, las piedras gritarán» (Lucas 19, 40)
Introducción
Según el diccionario, vulnerable significa:
-Posibilidad de ser herido o dañado física o moralmente:
-Abierto al ataque o daño, atacable [vulnerable a las críticas]
Así que el estar aquí, simplemente presentando este discurso delante de ustedes, me pone en una posición muy vulnerable. Tengan piedad de este humilde mensajero. Podría ser un ángel a quien ustedes podrían herir emocionalmente.
Por tanto, todos somos, por definición, por nuestras acciones cotidianas, nuestras idas y venidas, y nuestros compromisos de cada día, vulnerables. Nosotros, hijos de Dios, amados, bien hechos y en camino hacia la perfección del amor de Dios mediante la apertura a su voluntad y deseo para con nosotros, nos situamos en la posición más vulnerable, ya que ponemos toda nuestra confianza en otros para que nos ayuden, guíen y nutran.
Buscamos un delicado equilibrio, en el que estemos abiertos a la voluntad de Dios, confiados en el camino que hemos elegido, y determinados en nuestra fe, todo al mismo tiempo. Los santos nos dan ejemplo concreto de esto, nos muestran claramente tanto las alegrías como los sufrimientos que supone ponerse en una posición vulnerable. Jesús mismo, por amor a nosotros, se hizo vulnerable.
Siguiendo su ejemplo, nos esforzamos por ser criaturas que viven en la certeza de la fe, a la vez que buscamos el camino en medio de momentos, lugares y circunstancias de vulnerabilidad en nuestras vidas.
Si buscamos lo contrario a la vulnerabilidad, nos encontramos lo invulnerable, es decir, lo invencible. Estaríamos viviendo en un mundo a prueba de balas, infranqueable, impenetrable, invulnerable, indestructible, potente, seguro, fuerte, invencible e intocable.

 

Mientras que a primera vista estas palabras evocan posiciones de poder y privilegio, y situaciones que ofrecen paz de mente y corazón, vemos que son palabras que de ningún modo indican las cualidades de un buen ministro cristiano.
Los sinónimos de la palabra vulnerable son: atacable, delicado, débil, desvalido, desprotegido, desamparado, desnudo, endeble, expuesto, frágil, inerme, indefenso, inseguro, sensible, susceptible. Los antónimos son: cerrado, resguardado, protegido, seguro y defend ido.
Hay mucho poder en las palabras, aunque sea solo por la adición de un prefijo; un par de letras puede cambiarlo todo. Lo mismo un título, posición o circunstancia de la vida, marca la diferencia en la forma en que percibimos, acogemos y aceptamos la vulnerabilidad. Para los que tienen mucho, acoger una postura vulnerable puede ser un gran salto hacia lo desconocido o bien un pequeño paso hacia ella. Todo depende de las circunstancias favorables y los recursos disponibles. Para aquellos con menos recursos, el paso hacia la vulnerabilidad puede ser más corto en distancia, pero emocionalmente puede suponer mucho más para la persona.
La medida no puede ser cuantificada ni calificada para nadie. Por lo tanto, no podemos comparar con certeza la vida de las personas que viven con o sin discapacidades. ¿Cuán frecuentemente los dones de Dios que para muchos son bendiciones desbordantes, se convierten en retos para otros?
La paradoja de la vulnerabilidad
Todas estas palabras de introducción, tal vez algo confusas, nos llevan a la gran paradoja de la vulnerabilidad. La vulnerabilidad se asocia frecuentemente con ser indefenso y débil. Pero nos encontramos con que el ser vulnerables nos da la oportunidad de aceptar la bondad de los demás de formas que nunca esperábamos. El episodio de Jesús y el ciego de nacimiento en Juan 9,3 es un ejemplo perfecto de nuestra llamada cristiana a socorrer a los que son menos afortunados que nosotros. A la pregunta de los discípulos de por qué el hombre había nacido ciego, Jesús responde afirmando: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios».

 

Ser vulnerables también nos hace estar abiertos a ser heridos. Como cuando los discípulos preguntaban a Jesús sobre el origen de la ceguera del ciego de nacimiento, asociándolo a la idea teológica, común entonces, de que era a causa del pecado. Cuando las personas usan la vulnerabilidad de los demás para marcarles o controlarles, proyectar sobre ellos sus frustraciones o ira, o explotarles, estamos frente al más grave de los pecados. Dañar a los indefensos es condenable.
Este problema se ha repetido en las distintas etapas de la historia en diversas formas, muchas de ellas horribles. Por desgracia, vemos esto como algo o alguien lejos de nuestro alcance y salimos al rescate demasiado tarde. Es aún más lamentable aún el hecho de que no hayamos erradicado esto por completo de nuestras costumbres.
Santa Teresa Benedicta (Edith Stein), carmelita, después de haber pasado por los tormentos de los campos de concentración resumió muy bien la respuesta cristiana adecuada a estas tragedias: «La carga de la cruz que Cristo asumió es la de la naturaleza humana corrompida, con todas sus consecuencias: el pecado y el sufrimiento que padece la humanidad caída. El significado del camino de la cruz es llevar esta carga fuera del mundo. El sufrimiento nos pone cara a cara con nosotros mismos y unos con los otros en formas imposibles de evitar. El dolor roba nuestra atención, y nos obliga a averiguar cuál es nuestra posición, de qué tratan la vida y la muerte. Las respuestas no son totalmente satisfactorias a nivel intelectual. Por lo tanto nos encontramos, a regañadientes al principio, en un peregrinaje con Dios a través de lo peor de lo que la humanidad es capaz de perpetrar. Estamos de camino con Dios a través de realidades aplastantes que brotan justo en medio de nuestra vida; la enfermedad, la muerte, la pérdida de fortuna o de amigos, de oportunidades y sueños. ¿Qué respuesta aceptable podría tener esto?»1
Santa Teresa Benedicta se remonta a la vieja pregunta que los discípulos hicieron a Jesús: «¿Por qué existe el sufrimiento?» La respuesta de Jesús es clara: hacer visible las obras de Dios, lo cual es nuestro deber, llevando el peso de la cruz por el mundo.
1 Volumen IV de las Obras Completas de Santa Edith Stein. La vida oculta: ensayos hagiográficos, meditaciones, textos espirituales. Sor Teresa Benedicta de la Cruz Carmelita Descalza Editado por el Dr. L. Gelber y Michael Linssen, OCD.

 

Vemos de nuevo la gran paradoja: «Ser vulnerable no se trata de ser débil, sino de tener la fuerza necesaria para estar abiertos y ser auténticos». 2 Ser fieles a nuestro llamado como cristianos es dejar que el poder y la gracia de Dios trabajen a través de nosotros para dar voz a todas las personas vulnerables que nos encontramos. Para salir de la paradoja, debemos encontrar las diversas formas en que nosotros mismos somos vulnerables, de manera que podamos estar abiertos a curar y vendar las heridas de otros. Acoger las oportunidades que se nos presentan para vivir el gran mandato de Jesús es una tarea tan única como la obra especial que somos cada uno de nosotros. No hay receta, fórmula o manera específica para llevar las cargas del mundo. En pocas palabras, debemos prestar mucha atención a nuestra propia vida interior y dejarnos impulsar por la gracia para dar voz y tender una mano a otras personas vulnerables. Si nos centramos en incrementar el bien que podemos hacer individualmente, crearemos comunidades de apoyo y ayuda a todos, donde cada voz, especialmente las voces vulnerables y aquellas que jamás han sido escuchadas, se escuchen con claridad. Como líderes en nuestra bendita Iglesia, tenemos la oportunidad de buscar a las personas vulnerables, escucharles y brindarles un plan para su seguridad y bienestar.
Nuestra historia de salvación demuestra que, a través de los tiempos, Dios ha cumplido sus promesas para con nosotros. Él nunca nos abandonará al sufrimiento sin esperanza. Su gracia que actúa en nosotros, desde los más débiles hasta los más poderosos, nos fortalece para avivar las voces de aquellos que han sido silenciados. Nuestra intención es protegerlos, y levantarlos, y que se sepan amados, queridos, miembros valiosos de la comunidad cuyos dones se afirman y alientan.
Si bien cada uno de nosotros puede ser vulnerable en cualquier situación o conjunto de circunstancias, vamos a ver cuatro tipos básicos de personas vulnerables escuchando de viva voz sus propias experiencias de abuso. Como he comentado, los adultos vulnerables pueden ser personas con determinadas condiciones físicas, mentales o emocionales, o con una enfermedad que los hace incapaces de defenderse, protegerse, o buscar ayuda cuando son heridos o maltratados emocionalmente. El término se aplica también a los ancianos cuyas diversas circunstancias los hacen vulnerables frente a personas que podrían dañarles.
2 El estar desnudo: la gran paradoja de la vulnerabilidad: Katie, 4 de noviembre de 2010. Salud para todo el ser, un viaje para el equilibrio cuerpo-mente para el Espíritu. Tomado del Internet 9/26/11.

 

La preparación del abuso
Es tan complejo entender el abuso sexual de adultos vulnerables como comprender el de niños. Los patrones de comportamiento del abusador de adultos vulnerables son similares a los del abusador de niños. En particular, hay quienes buscan y preparan meticulosamente” a sus víctimas y aquellos que toman ventaja de situaciones particulares, aprovechándose de ellas para abusar del otro. Por desgracia, los abusadores se encuentran principalmente entre los miembros de la familia, los cuidadores y otras personas conocidas y de confianza para el adulto vulnerable.
Los agresores realizan ciertas actividades de preparación, mediante las que identifican e involucran a sus víctimas. Una forma de actuar del abusador es tomar el control sobre el adulto vulnerable, logrando así su cooperación. El depredador, con atención y paciencia, prepara al adulto vulnerable para el tipo de relación que busca. Se gana la confianza de la persona vulnerable, rompe sus defensas, y la manipula para realizar o autorizar el acto sexual o el comportamiento deseado. Si es necesario, el depredador conseguirá el acceso al adulto vulnerable empleando las mismas técnicas con sus padres o cuidadores. Este proceso, en inglés ‘grooming’, se traduce literalmente como ‘acicalar’, preparar meticulosamente. Este proceso aumenta el acceso del depredador a su víctima y disminuye la probabilidad de ser descubierto. La preparación se hace de tres formas básicas:

  1. Física
  2. Psicológica
  3. Comunitaria

La preparación física consiste en el tacto. El autor, al principio puede tocar al adulto vulnerable de maneras totalmente aceptables; cuando la víctima se familiariza con esto, él o ella aumenta el nivel de contacto sexual de forma gradual condicionando al adulto vulnerable. Eventualmente esto llevará a contacto sexual. Estos actos son tan sutiles en el tiempo, que el adulto vulnerable no se da cuenta de lo que está sucediendo.
La preparación psicológica es igual de sutil e igualmente progresiva. El depredador puede comenzar por mostrar una especial y cuidadosa atención para con el adulto vulnerable, siendo amable,

 

empático y demasiado comprensivo. Crea un tipo de dependencia en el adulto vulnerable mediante el desarrollo de una relación especial con él. El agresor finalmente convence a su víctima de ser el o la causante de su conducta. En muchos sentidos, es un lavado de cerebro de los adultos vulnerables. Pueden incluso tener lugar amenazas de daños físicos a la víctima o a su familia. Todas estas técnicas dejan al adulto vulnerable en conflicto, confundido, impotente y dependiente.
La preparación comunitaria proporciona al agresor el medio ambiente que necesita para realizar sus manipulaciones. Se proyecta a las familias, empleadores, y otros miembros de la comunidad, la imagen de una persona maravillosa. Imitan el comportamiento de los buenos cuidadores a fin de obtener acceso a sus víctimas. Hacen cosas buenas para realizar un acto nefasto. Cuando alguien hace un comentario sobre la integridad del agresor, la comunidad se indigna, no contra el agresor, sino contra quien le acusa, ya que parece inconcebible que aquel haya realizado semejantes acciones.
Disminución
De acuerdo con las estadísticas, el abuso de adultos vulnerables es más emocional, físico y financiero que sexual; según se ha informado, este representa solo el uno por ciento de los casos de abuso. En los Estados Unidos, cada año se reportan a los Servicios de Protección para Adultos aproximadamente 500.000 denuncias de abuso de adultos vulnerables, pero se cree que en realidad solo se reporta un porcentaje mínimo de casos. Los estudios indican que hasta un 10 por ciento de la población adulta vulnerable es objeto de abusos y que solo uno de cada seis lo reporta.
Así como los prejuicios en contra de los adultos vulnerables son un factor importante que contribuye al bajo número de casos que se reportan y a las bajas tasas de procesamiento, los mismos factores que tienen gran impacto en juicios por abuso sexual de niños juegan también un papel importante cuando la víctima es un adulto vulnerable. Un aspecto importante de este problema es el hecho de que estos son adultos y tienen el derecho de consentir o negarse a participar en el informe, la investigación o el enjuiciamiento de la cuestión. Muchos temen hacerlo.

 

Cuando la víctima es un adulto con discapacidades del desarrollo, el agresor frecuentemente es la persona que lo cuida. Sin embargo, cuando la víctima es una persona mayor, el autor más probable es un miembro de la familia. Es difícil encontrar evidencia forense; a la vez es un gran desafío para los fiscales encontrar una forma de convencer a un jurado de que un hijo adulto haya agredido deliberadamente a un padre o a un familiar anciano.
Algunas de las señales de alarma sobre una relación inapropiada con un adulto vulnerable son las mismas que las que indican que alguien es un agresor potencial para un niño. Las señales de advertencia son:

  1. Siempre quiere estar a solas con la persona.
  2. Hace que los demás se alejen y se las arregla para ser el objeto de atención de la persona en zonas donde no se le puede controlar.
  3. Piensa que las reglas no se le aplican.
  4. Utiliza malas palabras o cuenta chistes obscenos cerca de la persona.

Otros signos que indican que un cuidador es un riesgo para un adulto vulnerable son los siguientes:

  1. La persona actúa con indiferencia hacia el adulto vulnerable en su cuidado.
  2. El miembro de la familia o cuidador evita que el adulto hable a sus visitantes.

Además de usar estas señales de advertencia como guía para detectar a los posibles autores de abusos, protegeremos aún más a los adultos vulnerables controlando el acceso a estos mediante:

  1. El uso de form ularios estandarizados por escrito cuando se contrata a un cuidador.
  2. Solicitar una verificación de antecedentes penales, o asegurarse de que el establecimiento donde vive el adulto vulnerable realiza este procedimiento al contratar a su personal.
  3. Solicitar referencias de las personas que se presentan como cu id adores.
  4. Entrevistarse cara a cara con los cuidadores y comunicarse con ellos a menudo.

 

Entre las técnicas de monitoreo que se deben emplear debe incluirse el asegurarse de que todos los miembros de la familia tengan acceso a los programas en los que está involucrado el adulto vulnerable. Además, los establecimientos al servicio de este tipo de personas deben incluir lineamientos sobre el uso de zonas aisladas. Si se trata de una situación en el hogar, los miembros de la familia deben entrar a revisar incluso los momentos de baño o ducha durante todo el día, de forma aleatoria.
Lo más importante: es crucial tomar consciencia de las personas vulnerables con las que convivimos. Es muy importante hablarles, escucharles y observarlos. Escuche entre líneas, y preste especial atención al menor signo de miedo en un adulto vulnerable. No ignore ningún signo que le haga sentir incómodo. Actúe e investigue esto tan pronto como le sea posible.
Muy especialmente observe lo siguiente:

  1. Lesiones como cortes, contusiones, y otras heridas que parecen descuidadas o no parecen sanar.
  2. Palidez de la piel, ojos hundidos, deshidratación o desnutrición evidente.
  3. Frecuentes visitas al hospital.
  4. Ropa sucia, aparente dolor al tacto.
  5. Falta de contacto social.
  6. Miedo, ansiedad, ira, depresión y confusión.
  7. Desorientación o confusión aparente e historias exageradas al explicar su situación o circunstancias.

Es muy importante recordar que uno de los principales signos de advertencia de que un cuidador o miembro de la familia está abusando de un adulto vulnerable es que aísla a la víctima de otras personas. Se niegan a permitir las visitas y mantienen al adulto vulnerable lejos de cualquiera que pueda observar los signos del abuso. Además, cualquier referencia que dé el adulto vulnerable es presentada por el cuidador como parte de su vulnerabilidad, es decir, están confundidos, no son de fiar, tienen demencia u otra disfunción cognitiva. Afirman que la persona se está vengando de ellos por no permitir que comieran el caramelo favorito, o que les molesta el cuidador y están inventando historias para hacerles daño. Una vez más observamos la preparación meticulosa.

 

Además, hay señales ambientales de que un adulto vulnerable está siendo abusado. Las condiciones de vida inadecuadas o desaseadas son motivo de cuidado. Otras pistas son la temperatura ambiental demasiado elevada, y los malos olores en casa. Cuando el adulto vulnerable está siempre hambriento, desaseado de forma inusual, tiene nuevos problemas económicos, le han desaparecido objetos personales, joyas, ropa, etc., es hora de actuar.
Lo más importante que podemos hacer para evitar que esto suceda es reportar a las autoridades cualquier sospecha de abuso de un adulto vulnerable tan pronto como sea posible. Comunicar nuestras sospechas impide que el abuso continúe. Hay que ir tan lejos como sea posible, dar seguimiento a las sospechas hasta lograr la completa satisfacción y la mayor seguridad posible. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad moral de denunciar la sospecha de abuso. Si nos damos cuenta de que el comportamiento de un cuidador o un familiar puede ser un riesgo para el adulto vulnerable, debemos comunicar nuestra inquietud a esa persona o a alguien que pueda lograr algo con la persona tan pronto como sea posible.
Otro tipo de vulnerabilidad
Por último, un adulto vulnerable puede ser cualquier persona que se encuentra en una relación pastoral o de ayuda con otra persona donde existe un poder unilateral. Por ejemplo, relaciones como las que existen entre un profesor y un estudiante, un acompañante espiritual y su acompañado, un psicoterapeuta y su cliente, un médico y su paciente; todas estas son relaciones de ayuda en las que una persona tiene poder sobre la otra. Independientemente de la edad, consentimiento y disposición del adulto en este tipo de relación, quien presta el servicio es responsable de mantener siempre los límites profesionales. Cuando un profesional, un agente de pastoral o un voluntario abusan de su posición de poder sobre la otra persona, es una grave falta a la confianza, la ética y la moral. Respecto a esto, quienes se acercan a recibir la ayuda de otros son vulnerables siempre.
Hay personas con trastornos psicológicos o de personalidad que solicitan ayuda pastoral. En muchos casos, no se les conoce mínimamente hasta bien avanzada la relación de ayuda. Debemos prestar mucha atención en toda situación; siempre es favorable, si no obligatoria, la supervisión, cuando un miembro del clero,

 

religioso, agente de pastoral o voluntario ofrece orientación pastoral, dirección espiritual, o algún otro servicio pastoral.
Muchos sacerdotes, diáconos y religiosos bien intencionados, se han visto envueltos en relaciones pastorales con resultados desastrosos y de graves consecuencias debido a que no se percataron del trastorno de la personalidad que padecían los feligreses o estudiantes que, bien intencionadamente, solicitaban su ayuda. A menudo las necesidades de la Iglesia requieren la ayuda de voluntarios para enseñar, servir, construir y difundir el evangelio. Las necesidades que tenemos son grandes, pero a menudo las necesidades de los que se ofrecen para ser voluntarios son aún mayores. La gente se ofrece a hacer voluntariado por muchas y buenas razones, y es nuestra misión ayudarles en todo lo posible. Sin embargo, debemos tener cuidado, ver las cosas claramente al inicio de estos encuentros y relaciones; si una persona parece ser demasiado buena para ser verdad, eso es exactamente con lo que tenemos que tener cuidado; hay que proceder con cautela y ate nción.
Una de las situaciones más difíciles de tratar en la pastoral es el trastorno límite de la personalidad, que afecta el sentimiento sobre uno mismo, las relaciones con los demás, y la conducta.
Una persona que sufre de trastorno límite de personalidad, a menudo está insegura de quién es. Es decir, con frecuencia su auto-imagen o sentido de sí misma cambia rápidamente. Pueden verse a sí mismos como malvados o malos, y otras veces pueden sentir que no existen en absoluto. Una imagen inestable de uno mismo lleva a tener cambios frecuentes de empleo, amistades, de metas y valores.
Generalmente sus relaciones son agitadas y frecuentemente tienen relaciones de amor-odio con los demás. Pueden idealizar a alguien en un momento y luego, abrupta y dramáticamente, cambiar a furia y odio por desaires percibidos o incluso por malentendidos menores. Esto se debe a que las personas con este trastorno a menudo tienen dificultades para aceptar los tonos grises, las cosas parecen ser o blancas o negras.
Los síntomas del trastorno límite de de personalidad pueden ser:

 

  • Comportamiento impulsivo y arriesgado, como conducir de manera peligrosa, relaciones sexuales sin protección, una juerga de juegos de apuestas, o el consumo de drogas ilegales
  • Emociones fuertes que aumentan y disminuyen con frecuencia
  • Episodios cortos pero intensos de ansiedad o depresión
  • Ira inapropiada, que a veces se convierte en enfrentamientos físicos
  • Dificultad para controlar las emociones o impulsos
  • Comportamiento suicida
  • Miedo a estar solo3

Cuando se enfrentan dificultades de este tipo en el trabajo de pastoral o en el voluntariado, lo mejor es buscar la asesoría de un profesional externo.
Aunque la prevención del abuso de las personas vulnerables es fundamental para la pastoral de la Iglesia, la mejor práctica es prestar mucha atención a nuestras propias vidas y a la forma como ejercemos nuestro liderazgo en la pastoral: establecer claramente nuestros límites personales, ganar en profundidad en nuestra vida espiritual, y buscar oportunidades de crecimiento y formación, para tener un fundamento sólido y una pastoral efectiva.

 
3 Encontrado en http://www.mayoclinic.com/health/borderline­personalitydisorder/DS00442/DSECTION=causes Fundación Mayo para la educación y la investigación médicas (MFMER) 2011.
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Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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