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Las dietas son un tema recurrente en la vida moderna, tan omnipresente como las redes sociales y el café matutino. Sin embargo, pese a los millones de personas que inician regímenes alimenticios cada año, una sorprendente estadística se alza como una verdad incómoda: el 92% de las dietas fallan. En este artículo, exploraremos un enfoque diferente que va más allá de contar calorías o prohibir ciertos alimentos, un enfoque que pone énfasis en el aspecto psicológico y en la flexibilidad necesaria para tener éxito a largo plazo.

1. No idealizar la dieta: El error es parte del camino

Comencemos con una anécdota que ilustra bien este punto. Se cuenta que Thomas Edison, tras numerosos intentos fallidos para inventar la bombilla, fue cuestionado sobre los miles de errores que había cometido. Su respuesta fue sencilla y poderosa: «No he fracasado. He encontrado 10,000 formas que no funcionan.» Esta actitud ante el error es clave cuando hablamos de dietas. Al igual que Edison, la expectativa de éxito no debería ser la perfección, sino el aprendizaje y la adaptación.

Muchos idealizan la dieta como un proceso lineal en el que nunca se debe fallar. La primera vez que se rompe el régimen, la culpa y la vergüenza se apoderan del individuo, llevando muchas veces a un efecto de «todo o nada», donde se abandona por completo el esfuerzo. Es vital entender que los deslices son inevitables. La verdadera pregunta no es si se va a fallar, sino cómo reaccionar cuando eso ocurra.

La filósofa Simone de Beauvoir señaló que la libertad es un constante volver a empezar. Así debería ser también con la alimentación: un enfoque donde cada día es una nueva oportunidad, y donde el valor reside en la persistencia, no en la imposibilidad de errar. La rigidez de pensar «esta vez será perfecta» sólo coloca el listón demasiado alto, mientras que aceptar los altibajos del proceso permite construir una relación más saludable con la comida y con uno mismo.

2. Reglas relativas: Flexibilidad en lugar de rigidez

Las dietas tradicionales suelen imponer restricciones estrictas: no comer después de cierta hora, evitar todos los carbohidratos, o seguir al pie de la letra un plan alimenticio prediseñado. Esta aproximación inflexible a menudo genera ansiedad y culpa, y al menor desvío, muchos sienten que han «fallado» por completo.

Recordemos el caso del emperador romano Claudio, que se destacaba por su amor a la buena comida y el vino. A diferencia de otros emperadores más severos con sus placeres, Claudio entendía la importancia de concederse pequeños lujos sin excesos. Su vida podría servirnos como inspiración para permitirnos cierta flexibilidad en nuestros hábitos alimenticios, sin que ello implique una licencia para abandonar la moderación. Por ejemplo, si se sigue una dieta específica y, pasados 40 minutos de la última comida, se siente hambre, no hay necesidad de resistir. La regla podría ser: «Primero, sigo mi plan, pero si la necesidad persiste, puedo darme un gusto controlado.» Este tipo de regla relativa da espacio para adaptarse sin caer en el exceso.

La psicología del comportamiento sugiere que un enfoque flexible permite reducir la mentalidad de todo o nada y minimiza las posibilidades de un «binge» posterior. La clave está en conocer las propias necesidades y adaptarse a ellas en lugar de luchar contra ellas, generando así una relación más amigable con la dieta.

3. Programar una actividad después de comer: La importancia de las distracciones saludables

En la antigua Roma, tras un opíparo banquete, era costumbre que los senadores dieran un paseo para facilitar la digestión y evitar los excesos. En la actualidad, aplicar una actividad después de las comidas puede ser una estrategia valiosa para romper el ciclo de la «mala digestión» que lleva a seguir comiendo por pura inercia.

Programar una actividad, ya sea salir a caminar, leer un libro o realizar una llamada telefónica, puede actuar como una señal psicológica de que la comida ha terminado. Este pequeño cambio en la rutina permite evitar tentaciones y reduce la probabilidad de volver a comer poco después de haber terminado un plato principal.

Además, la actividad física ligera tiene beneficios adicionales para la digestión y el estado de ánimo. No se trata de correr un maratón, sino de realizar una acción que marque un cierre en la comida, creando un hábito que refuerce la sensación de saciedad y bienestar.

4. No buscar la sensación de panza llena: La saciedad consciente

Vivimos en una cultura de la abundancia, donde la idea de «llenar el tanque» hasta rebosar se ha convertido en la norma. Sin embargo, no siempre fue así. En la antigua Grecia, se practicaba la moderación como un ideal de vida, especialmente en lo relacionado con el comer. Los banquetes griegos incluían pausas para la conversación y la música, no con el objetivo de prolongar el festín, sino de fomentar una percepción más consciente de la saciedad.

En lugar de buscar la sensación de estar completamente lleno, es más saludable enfocarse en reconocer cuándo el hambre ha sido satisfecha. Comer lentamente y prestar atención a las señales que el cuerpo envía puede marcar una gran diferencia. Los estudios han demostrado que se necesita tiempo para que el cerebro registre la saciedad, y al comer despacio se permite que ese mecanismo funcione de forma adecuada.

La sensación de plenitud extrema no es una meta deseable; buscarla constantemente puede llevar a comer en exceso y a la posterior culpa. Al enfocarse en comer para no sentir hambre, en lugar de para sentirse lleno, se cambia la dinámica alimentaria y se favorece una relación más saludable con la comida.

5. Comer cuando sientas hambre: La libertad de los horarios flexibles

La idea de hacer tres comidas al día, o seguir un horario fijo, es una convención relativamente moderna. En muchas culturas tradicionales, la comida se realizaba cuando el hambre aparecía, y no según la rigidez del reloj.

La literatura está llena de referencias a personajes que se adaptan a sus propias necesidades, en lugar de someterse a normas inflexibles. Sherlock Holmes, por ejemplo, solía saltarse comidas o cenar en horas inusuales cuando estaba inmerso en un caso. Su comportamiento puede enseñarnos la importancia de escuchar nuestro cuerpo y adaptar nuestros hábitos según las señales que recibimos.

Cuando comemos con base en la señal interna del hambre y no según un horario impuesto, reducimos la ansiedad que los horarios rígidos pueden generar. No significa comer más veces o picar entre horas, sino hacer las mismas comidas cuando realmente se sienten necesarias. La idea es confiar en el cuerpo y romper el ciclo de estrés asociado a horarios alimentarios estrictos.

Conclusión: El arte de adaptarse para triunfar

El fracaso en las dietas no es un reflejo de debilidad personal, sino a menudo una consecuencia de enfoques rígidos que no consideran la complejidad psicológica del comportamiento alimentario. Para aumentar las posibilidades de éxito, es crucial abrazar la flexibilidad, reconocer que los errores son parte del aprendizaje y adaptar las reglas a las propias necesidades. El verdadero camino hacia una vida saludable no es una línea recta, sino una ruta que se adapta, se desvía y, en última instancia, sigue avanzando.

Al final del día, el éxito radica no en evitar fallar, sino en saber cómo levantarse y seguir adelante.

Autor: eduardo

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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