Buscando un dato entre mis cosas de la compu con el Google Desktop, me topé con un voto para provincial que emití en el 2004 del cual no tenía el más mínimo registro, pero parece que se permitía justificar el voto y/o hacer observaciones porque después del voto en sí mismo estaba este texto que pego a continuación. Lo que más me sorprende es que están en esencia elementos complejos de la comunicación humana que sin tener toda la formación técnica psicológica específica ya había identificado perfectamente y probablemente ustedes me han leído en producciones muy posteriores a esta. En fin un simpático y agradable hallazgo.
Las virtudes humanas de un superior son esenciales a su función. De todas ellas las más esencial según mi punto de vista es saber dialogar, que no es otra cosa que el ejercicio de comunicación de bienes por medio de la caridad. Entre seres finitos una auténtica comunicación de bienes tiende a hacer iguales (ya no os llamo siervos, os llamo amigos….), el verdadero «padre» sin dejar de ser padre, es decir siempre respetando las esencias, se baja del pedestal y dialoga mano a mano con el hijo (un padre que da consejos más que un padre es un amigo…). Dialogar mano a mano implica reconocer, por medio de la tensión amorosa que eso conlleva, que la calle, la vía de comunicación es de doble mano. De ida y de vuelta. Que del otro lado de esa vía de comunicación hay una persona, no un mecanismo automático que debe interpretar y repetir la cosmovisión del padre sin hacerla propia. Todas las cosas y verdades infinitas que tenemos para comunicar, inclusive las de la fe en cierto modo, están mediadas por los vehículos finitos, las fórmulas finitas de nuestros pensamientos, palabras, actos y decisiones (ello no significa que se identifiquen inemergentemente en su razón fundante, muy por el contrario el contenido infinito emerge siempre sobre el continente finito y le da el sentido a este último). Por tanto ese «otro» no necesariamente debe asimilar en ese dialogo los «modos finitos» con los cuales el padre comunica cosas infinitas. Ese «otro», llamado hijo, discípulo, súbdito tiene que tener el espacio y la libertad de apropiar esas verdades eligiéndolas como suyas, y en ese elegirlas como suyas engendrar su propio verbo, que puede, a la postre, ser el mismo del padre (en sus modos finitos). «Debe» ser el mismo del padre en lo que las palabras del padre contengan de eterno, «Puede» ser el del padre si yo considero expresión de lo más íntimo de mi persona el «modo» finito conque el «padre» comunica lo que tiene para comunicar y lo elijo para mí como tal, o puede no serlo, si yo así no lo considero.
Por todo lo dicho el obstáculo más grande para una verdadera comunicación, para un verdadero diálogo, es el ponerse en «postura» de superior, adoptar la «pose» de padre, en definitiva caer en un «paternalismo». La comunicación o diálogo deja de ser tal, ya no pone en relación dos personas, sino que se mantiene al nivel de esencias, al nivel de
in-formación, de un lado está la forma y del otro la materia, a la materia le compete el rol de recibir la forma y basta. De este modo, el que hace las veces de superior, considera una ofensa la mera posibilidad de estarse equivocando y exige del súbdito una objetividad absoluta, en la cual se le expone que aunque el superior se estuviese equivocando, es decir estuviese haciendo de verdugo, él tiene la obligación de hacer y aceptar con buen espíritu lo que se le dice. Todo lo cual es verdadero en un plano absoluto de cosas, es decir dicho por Dios. Pero es una gran canallada cuando cierra la puerta del diálogo y no le permite al súbdito decirle al superior cuales son las actitudes suyas que lo están destruyendo. De este modo el superior «escandaliza» al súbdito, se pone como piedra de tropiezo, y después, aunque el pecado sea principalmente del súbdito, el pecado del superior, como instrumento de escándalo, es casi tan grave como el del súbdito. Pero, como se sabe, en materia de escándalo, dado que al fin y al cabo no somos los protagonistas del hecho, es muy fácil esconder la suciedad debajo de la alfombra. Si, por otro lado, de algún modo el súbdito, reconociendo todo su pecado, intenta de marcar cual es la situación o el defecto que lo escandaliza, obviamente está cargado de mal espíritu, no reconoce que «todo» el problema radica en él, que si él fuera un santo podría vivir bien esa situación.
Otra consecuencia grave de ponerse en «postura» de superior, que no va en detrimento de la posibilidad de que alguien con verdadero corazón de padre ocupe el «puesto» de superior, es que el superior elige con quien dialogar y a quien in-formar, dialoga con quien encuentra un mismo lenguaje, es decir con quien comparte el modo finito de expresión de determinadas fórmulas, solamente a esas personas ya no las llama siervos y las llama amigos, al resto de las personas las sigue llamando, desde su postura de superior, súbditos, es decir siervos. Lo que implica que se siente a si mismo Pastor de los justos y no de los pecadores, los pecadores para dejar de serlo deberían hablar «su» lenguaje. Jamás cena con publicanos y prostitutas, sino siempre con sus elegidos. No quiero decir que los justos o elegidos sean más viciosos que los publicanos y prostitutas, muy probablemente, por lo que se puede juzgar del externo, porque el corazón solo lo juzga Dios, los publicanos y las prostitutas sean ciertamente mucho más viciosos que los justos, pero esto no puede apagar el anhelo de ser tratados como personas, es decir como alguien con el cual se puede dialogar, con el cual se puede compartir una cena. No basta con haber hecho todo lo posible por ayudarlo (al pecador), si no se le da finalmente la más profunda, la más cabal de las ayudas que es dialogar mano a mano, dejando caer todas las mamposterías, haciéndolo sentir de nuevo persona. Un buen padre jamás cierra el diálogo, aunque esté por ser traicionado, simplemente se limita a mirar con ternura y tristeza infinita y, lanzando un último puente de comunicación, pregunta: ¿Con un beso me entregas?.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Hola don Psique. Por razón de mi oficio ando precisamente buscando una expresión en español (metafórica o no) para expresar esa relación de interlocutor con quien se puede dialogar en un plano de igualdad. Para traducir el francés tête-à-tête o el italiano dirimpettaio (vecino de enfrente). ¿Me puede ayudar usted con alguna sugerencia?
Gracias, y póngame a los pies de doña Eros.