Aunque el capítulo se dedica preferentemente a la paranoia como cuadro delirante crónico, es preciso advertir que las ideas paranoides se presentan con gran ubicuidad en el ser humano. Esto puede ir relacionado con la capacidad del hombre de anticiparse a la hostilidad derivada de los demás, lo cual puede resultar adaptativo en algunas ocasiones, pero su persistencia e intensidad acaban siendo desadaptativas.
La aparición de la sintomatología paranoide se produce en un espectro amplió que comprende
- una personalidad predispuesta (personalidad paranoide),
- desintegraciones sociales (p. ej., inmigrados)
- y desintegraciones de la personalidad (p. ej., trastornos orgánico-cerebrales) cuya influencia no siempre es igual, ya que, por ejemplo, en estos últimos no se registra frecuentemente una personalidad predispuesta paranoide.
El delirio paranoide se asocia por lo general al tema de persecución y autorreferencial, pero en el contexto de la paranoia se incluyen, como veremos, otras’ modalidades temáticas.
Los orígenes de la paranoia constituyen un tema todavía no aclarado. Un clásico y preclaro de la psicopatología, como Jaspers, abogó por el concepto de desarrollo (fenómeno morboso que se produce sobre la personalidad del sujeto, cambiando su rumbo, pero manteniendo su estructura) en oposición al concepto de proceso, típicamente esquizofrénico, en el que se produce una ruptura de la personalidad, aparecen elementos nuevos e implica cierta irreversibilidad. Jaspers defendía que el desarrollo permitía una comprensibilidad del trastorno, mientras que el proceso era incomprensible. Sus descripciones fenomenológicas se acercaban más a la psicogenia, pero su nivel fundamentalmente empírico no pudo aclarar esta comprensibilidad de modo satisfactorio. Este relevo teórico fue tomado por las doctrinas psicoanalíticas de Freud, que basaban su metodología en la interpretación. Freud estableció las tesis al estudiar la autobiografía del presidente de la audiencia: Schreber. En sus teorías acerca del desarrollo sexual consideraba que los impulsos homosexuales desempeñaban un importante papel en la vida de todo sujeto. Las observaciones del caso Schreber le condujeron a formular una teoría de la paranoia basada en que el núcleo del conflicto radicaba en un impulso homosexual inaceptable.
Lacan (1932), en su tesis doctoral, efectuó un brillante y detallado estudio de las relaciones de la personalidad y la paranoia. La patogenia, para este autor, radicaría en una fijación afectiva en el estadio de formación del superyó mediante la asimilación de las restricciones parentales en la personalidad.
Otros autores han adoptado posiciones más heterodoxas utilizando elementos más yoicos y comunicacionales, algunos de los cuales son útiles para analizar ciertos aspectos clínicos de estos enfermos. Meissner (1978), en un volumen dedicado al proceso paranoide, destacó diversas características del «estilo paranoide», tales como el desplazamiento y proyección de la responsabilidad propia, el papel autoprotectivo de la sospecha, la negación de la debilidad y dependencia propias a través de la grandiosidad, y la cristalización de la sospecha para crear un marco exterior de referencia estable. Cameron (1966) destacó que en la cristalización del delirio el paciente establece la llamada «seudocomunidad paranoide», en la que incluye a las personas o grupos que considera sus perseguidores; les atribuye intenciones, motivos y estrategias de conspiración, como dándole organización y vida propia. En realidad le sirve
- para reunir en un grupo concreto sus temores y deseos, justificando sus actitudes hostiles hacia un objetivo.
- Esto le permite explicar sus ansiedades y a la vez encapsular su sistema delirante de modo que puede mantener fuera de él una vida normal de relación.
La creación de la seudocomunidad paranoide, por una parte, alivia la situación del paciente al reunir y delimitar las proyecciones del paciente y, por otra, le atemoriza por las características amenazantes de dicho grupo. Esta seudocomunidad paranoide ha sido observada también entre sectas (Myers, 1988).
Oxman y cols. (1982), a través de interesantes estudios lingüísticos, encontraron que los pacientes paranoides (de diversos tipos) manifestaban unos patrones característicos. Primero había una
- deshumanización del perfil semántico, evitando la manifestación de necesidades y deseos hacia los objetos del mundo.
- Por otra parte, se observó una tendencia a utilizar categorías abstractas e impersonales (p. ej., temas políticos o artísticos) frente a preguntas personales.
- Existía también una tendencia a dar al interlocutor una impresión de normalidad o, mejor dicho, de superioridad haciéndose inaccesibles a todo reproche.
- Sus problemas los contemplaban como exteriores y pasajeros, los cuales serían súperados rápidamente para proseguir en la lucha por sus ideales.
Desde otros ángulos, se ha señalado la
- posible intervención de distorsiones perceptivas sensoriales que se traducen en una elaboración anormal del pensamiento secundario.
- La dificultad de asimilar información daría lugar, a errores conceptuales.
- La construcción cognitiva paranoide trataría inicialmente de rellenar este déficit, que si persiste seguirá produciendo información incorrecta y, por tanto, perpetuará el proceso.
Estos datos concuerdan con la frecuencia de sintomatología paranoide en sordos y ciegos, aunque también podría ser aplicable en los que surgen en pacientes confusos y dementes (Soni, 1988). Además, los cuadros paranoides inducidos por fármacos como la anfetamina y Cannabis surgen habitualmente tras un período previo de anomalías perceptivas, desorganización temporal, fenómenos de déja vu, etc., síntomas que también se pueden observar a veces en los momentos previos a los brotes esquizofrénicos.
Otra aportación cognitiva relevante es la de Magaro (1981), quien sobre la base de análisis de procesamiento de información y de las funciones hemisféricas postula un modelo de pensamiento paranoide, que es distinto del pensamiento esquizofrénico.
Existen modelos artificiales de la paranoia que tienen cierto interés teórico. Melges y Freeman (1975) proponen uno cibernético, en el que postulan
- la interacción de la amenaza de perder el control de sí mismo y de los demás, con la sospecha de ser controlado por los otros.
En las diferentes etapas que describen se producen refuerzos positivos y negativos de estos mecanismos, cuya aplicación a los planteamientos psicoterápicos puede ser de utilidad. En nuestro medio, Montserrat (1985), en su obra de psicología y psicopatología cibernéticas, aborda también el tema.
Otro modelo es el de Colby, quien ha trabajado en una computadora que reproduce el patrón del paranoico. Las respuestas de esta computadora llamada Parry son difíciles de distinguir de las respuestas de pacientes verdaderos, como se ha comprobado en entrevistas simuladas. El debate metodológico y conceptual del autor con clínicos y psicólogos de la talla de Brendan Maher, Magaro, Carroll Izard, Carbonell, etc. puso de manifiesto el gran interés potencial de este modelo, así como sus limitaciones en su estado actual de desarrollo (Colby, 1981).
Citaremos en último lugar la observación clínica de la elevada frecuencia de síntomas paranoides en individuos inmigrantes. Entre los factores que pueden contribuir a ello se cuentan la posible incidencia elevada de psicosis en el grupo de origen, la emigración selectiva de los individuos predispuestos, el diagnóstico equivocado por los factores transculturales, los efectos inmediatos de la emigración y los efectos de la adaptación a largo plazo en un ambiente de lengua y cultura extraños (British Medical Journal, 1980; Notei, 1986). Así como para la esquizofrenia paranoide pueden ser más influyentes los primeros factores, especialmente el error diagnóstico, en el caso de la paranoia parecen primar los factores adaptativos. En un estudio llevado a cabo en la comunidad británica de Bradford se halló que el 16 % de los pacientes inmigrados (especialmente rusos y polacos) presentaron cuadros paranoides, comparados con tan sólo el 4 % de los británicos ingresados durante el mismo período. Se consideró en este estudio que el aislamiento racial, social y lingüístico contribuyó esencialmente en la génesis de dichas manifestaciones (Hitch y Rack, 1980).
En resumen, se dispone de descripciones fenomenológicas clásicas de la paranoia como «desarrollo», pero se carece de explicaciones unánimes de ella. No obstante, la sintomatología paranoide puede presentarse en distintos momentos, sobre todo patológicos, del ser humano. Puede coincidir con desintegraciones orgánicas de la personalidad y desintegraciones sociales, en especial en personalidades predispuestas. En este caso, las manifestaciones paranoides pueden adquirir dimensiones más duraderas, lo cual parece ser un factor esencial en el desarrollo de la paranoia, como delirio crónico.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Shalom desde España 🤗