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LOS GRANDES PROBLEMAS
DE LA PSICOLOGÍA

La psicología debe, pues, estudiar las formas de integración de las funciones neurofisiológicas necesarias a la organización psíquica. Pero la psicología tiene por objeto particular el ser humano en tanto éste se constituye como una totalidad indivi­dual, que subordina a sus acciones y reacciones las funciones corporales y especialmente las funciones basales del sistema nervioso. Si la psicología supone la fisiología y la neurofisiologia, no admite ser confundida con ellas.

Es a causa de una errónea aprehensión de esta situación de la psicología dentro de la jerarquía de las ciencias del hombre, por lo que ciertos médicos pretenden reducir la psicología a la fisiología, o bien, en otros casos, quieren separar radical­mente la psicología de la fisiología. Una psicología médica no puede plantearse en principio sino como una ciencia cuyo objeto es en su base esencialmente biológica, pero sin que pueda ser reducida a este plano o nivel. Es tan imposible el estudiar la psicología del hombre sin tener en cuenta su organismo (y especialmente la organi­zación de su sistema nervioso) como el hacer su estudio no teniendo en cuenta más que la mecánica del cerebro o la física de su funcionamiento. Todo esto supone de­cir que el hombre, en tanto que objeto de la psicología, es el propio sujeto de su exis­tencia, el agente de la integración que da su sentido a las funciones de adaptación de su organismo «en situación», es decir inmerso en las relaciones con su medio.
Por muy manifiesto e importante que sea «el medio cultural» para la formación y el sistema relacional del Hombre con su mundo, los problemas psicológicos se ha­llan y deben permanecer circunscritos a dicho sistema, por ser concretamente indi­vidual y situacional. Toda extensión de la Psicología hacia la Sociología diluye su objeto en los problemas estructurales de las instituciones humanas.

A propósito de los fenómenos que constituyen la vida psíquica (instintos, emo­ciones, pasiones, memoria, inteligencia, voluntad, etc.), un cierto número de proble­mas filosóficos fundamentales son clásicos y, naturalmente, siempre actuales. De la exposición elemental que vamos a hacer se desprenderán los principios fundamen­tales de una psicología dinámica, es decir de una psicología que, sin confundirse con la neurofisiología, se funda sobre la corporeidad de la estructura basal de la vida psí­quica y que, sin reducirse a las simples relaciones del Hombre con su Medio, se funda en la organización estructural interna y progresiva de la Persona humana.

MONISMO Y DUALISMO

(RELACIONES ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL)

El pensamiento, en tanto que conocimiento y acción, puede ser considerado como una esencia diferente del cuerpo (para Descartes, el orden del pensamiento y el orden de lo extenso eran absolutamente heterogéneos), de tal manera que la psicología su­pondria una filosofía dualista y una teoría paralelista de las relaciones entre lo físico y lo moral.
El monismo supone, por el contrario, una unidad sustancial de cuerpo y espíritu, ya sea que el alma constituya una emanación del cuerpo (Spinoza), ya se trate de que el cuerpo, como la naturaleza en general, sea una manifestación de la esencia ideal (Platón) o del espíritu (Hegel).
Puesto que el dualismo tropieza con una cierta unidad del ser humano y que el monismo, admitiendo dos interpretaciones diferentes (espiritualismo o materialismo), tropieza a su vez con una cierta dualidad del ser humano, en todos los problemas (conocimiento, percepción, lenguaje, voluntad) se enfrentan estos puntos de vista que son como las antinomias de la razón y deben ser sometidos a una crítica «tras­cendental» de la constitución misma de la actividad psíquica del sujeto, de su cuerpo y de su mundo (Kant). De ahi la necesidad de volver a la realidad misma del desa‑

 

rroilo y la organización del ser psíquico y de superar estas discusiones abstractas afrontando las relaciones entre lo físico y lo moral, según la perspectiva dinámica de una jerarquía del ser viviente, animado y personal, única perspectiva que permite salir de ese callejón sin salida.
El cuerpo se organiza según un programa genético por su misma sumisión a la «lógica de lo viviente» (Fr. Jacob); pero el cuerpo psíquico, sin separarse del cuerpo físico ni confundido con él, se organiza por sí mismo, integrado, en tanto es Sujeto de su propio programa personal.

NATIVISMO Y EMPIRISMO

La organización de la vida psíquica, la estructura de la consciencia, la construc­ción de la personalidad, las operaciones situadas en la base y en la culminación de nuestro conocimiento del mundo objetivo y de nuestra comunicación con los otros, todos nuestros sentimientos, todas nuestras ideas, todas nuestras acciones son a la vez dependientes de nuestro organismo y del medio exterior. De tal manera que, a propósito de la inteligencia, del carácter, de los sentimientos, de la concepción del mundo y de las relaciones con el universo que nos rodea, en psicología no cesa de plantearse el problema de saber lo que es innato, preformado, constitucional, instin­tivo (o a priori), y lo que es adquirido, consecutivo a la experiencia y a la acción del medio —lo que es la naturaleza del hombre y, como dicen los anglosajones, lo que es su nurturel Ello se debe a que el espíritu filosófico de los psicólogos ha Flotado siempre entre el innatismo o el nativismo por una parte («Ideas» platónicas y carte­sianas, «formas a priori» del entendimiento de Kant, etc.), y el empirísmo (Locke), por otra. Algunos de entre ellos (Leibniz) se aplicaron a combinar lo innato y lo ad­quirido en la formación misma del ser psíquico; después del sensacionismo empírico (llame, Condillac) del último siglo, la psicología se ha orientado hacia una concep­ción más dinámica de la vida psíquica, según la cual ésta no es el simple efecto de la experiencia, sino que supone una organización de la experiencia por la actividad que la recibe y la forma. A este respecto, como veremos más adelante, los modernos as­pectos de la psicología (Flusserl, Brentano, W. James, Bergson) no coinciden apenas con lo que sostienen ciertas escuelas behavioristas (Watson) o reflexológicas (Pavlov) y sobre todo el gran movimiento de Sociopsicología (escuelas psicoanaliticas de M. Mead, de Ruth Benedict, escuela sociológica, culturalista y estructuralista de Linton, D. G. Leighton, Cl. Lévi-Strauss, D. Cooper, R. Laing, etc.) que consideran que el hombre es producto del medio, y especialmente de la institución cultural en la que ha nacido o vive. Sin embargo, parece dificil aceptar que el ser humano sea formado sólo por lo externo a él y «condicionado» por el medio. Es forzoso admitir que la formación misma de esta experiencia depende de la actividad propia del sujeto. Se podría incluso decir que la psicología puede ser definida como la ciencia de la orga­nización del individuo, el cual permite y refleja a la vez su experiencia, ya que la vida psíquica no es ni pura virtualidad, ni puro reflejo.

SUBJETIVISMO Y OBJETIVISMO

El mismo problema se plantea de nuevo en la oposición establecida entre el su­jeto y el mundo de los objetos, como centro u origen de la vida psíquica. En el terreno metafísico y «gnoseológico» (teoría del conocimiento), esta oposición doctrinal da lugar al rácionalismo idealista (Platón, Berkeley, Descartes) y al realismo empírico (Hume). En el campo de la psicología, a propósito de la conciencia, la percepción, el Yo, etc., el problema se plantea en el sentido de saber si la conciencia, la percep­ción, el Yo, etc., deben ser considerados como gobernados por las formas de organi­zación interna del sujeto, o considerados como efectos de la acción formativa del mundo de los objetos. Dicho de otra manera, ¿la vida psíquica debe ser considerada según el modelo de la experiencia intima del pensamiento del sujeto o según la expe­riencia objetiva del medio natural o social? Pero también aquí, desde Kant, los dos términos de esta antinomia son generalmente superados por una concepción más totalista de la vida psíquica (Bergson, W. James, Husserl, Nicolal Hartman) que no coincide con un idealismo trascendental ni con un realismo ingenuo. Es a través de nociones dinámicas, tales como «estructuras» o «formas» que hacen intervenir la actividad psíquica como integración de lo subjetivo y lo objetivo, como la psicologia contemporánea, sea en ciertos de sus aspectos «gestaltistas» (Krueger, Ehrenfeld, Meinong) o estructuralistas (Dilthey, Brentano), sea en sus direcciones fenome­nológicas (Husserl, Jaspers, Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty), sea aún en su orientación biopsicológica totalista (Monakow y Mourgue, V. Weizsácker, etc.), ha sometido a una revisión profunda el problema de lo objetivo y lo subjetivo. En efec­to, la psicología contemporánea ha situado en el primer plano de sus preocupaciones la unidad de lo subjetivo y lo objetivo, del Yo y de su Mundo, como el sentido mismo o, si se quiere, el funcionamiento de la actividad psíquica.

Cierto neopositivismo llamado a veces «estructuralista» tiende, en ciertos medios ideológicos, a negar hasta la misma existencia del «Sujeto» y de la «Persona», consi­derados como mitos o reducibles a cadenas de átomos. En este sentido, es curioso encontrarse ya con tales discusiones y lecturas interminables en los tiempos de Epi­curo y de Zenón, o las disputas de los Nominalistas contra los Realistas en la gran discusión de los «Universales»…, sin embargo, en estas controversias las «antinomias de la razón» siguen estando oscuras al prescindir de la relación ontológica del Yo con su mundo.

DETERMINISMO Y LIBERTAD

Puesto que nuestra vida psíquica está incorporada a lo físico de nuestro cuerpo y, por consiguiente, a la naturaleza, como sea que está inmersa en la estructura ideoverbal del mundo humano del cual no forma sino una parte, parece que deba ser de­terminada por las leyes de la naturaleza y las de la sociedad. Como, por otra parte, un ser vivo se distingue de un objeto físico por su autonomía vital, siendo el psiquismo la más alta expresión de esta autonomía, forzoso es admitir que la vida psicológica se desarrolla no como un encadenamiento de fenómenos que se determinan, sino como el desarrollo de los actos de un Sujeto según la dinámica interna de su libre albedrío. Determinismo (Spinoza) que hace de la libertad una ilusión, o indeterminismo que hace del libre albedrío la ley interna de nuestra razón (Leibniz, Kant), este problema —otra modalidad de los que acabamos de exponer — permanece igualmente en sus­penso en la psicologia contemporánea, en la que se enfrentan, por una parte, los conductistas, psicosociólogos o reflexólogos (de Watson a Russell, de Freud a Pav­lov), y los espiritualistas idealistas (de Bergson a Maurice Blonda). Pero el conflicto de la trascendencia o de la inmanencia de la vida psíquica en relación a su corpo­reidad o a sus determinantes socioculturales es superado por la dialéctica (Hegel) implicada en la noción del devenir histórico de la persona. Efectivamente, ésta, como objeto último de la psicologia, no puede ser comprendida sino como una construcción que separa al sujeto de sus determinaciones. De tal manera que la vida psíquica debe ser considerada como el conjunto de fenómenos que constituyen la historia personal (Spranger, W. Stern, Mounier) del hombre, constituyendo, por medio de sus ideas y de su lenguaje, un sistema de valores que pasa a ser su Mundo. La «realidad» de su Mundo y la realidad de su libertad se confunden.

—Tales son los principales problemas de la psicología. A través de la sumaría y casi simplista exposición que hemos hecho, el médico podrá, no obstante, reconocer que la psicología médica, en tanto que Psicología dinámica, no es ni una falsa psico­logía ni una falsa medicina, como pretendía la frase de MeDougaii que hemos citado anteriormente. Puesto que la psicología médica constituye una «Antropología» donde se funden y se integran las perspectivas neurobiológicas y las perspectivas psíquicas de una verdadera ciencia del hombre, de su «naturaleza» y de su «cultura», entre­lazadas una y otra.
La idea fundamental que debe animarla es la de una evolución estructural y jerar­quizada de lo que, en tiempos de Hughlings Jackson, se denominó las «funciones» psíquicas y que nosotros debemos más bien considerar como niveles estructurales de la evolución creadora (Bergson) o de la organización del ser psíquico (Nicolaii Hart­man). Dicho de otra manera, como vamos a ver, una psicología médica, que debe aplicarse a los diversos aspectos de la patología de la vida de relación (Neurología y Psiquiatría) y a los aspectos psicológicos de la naturaleza humana en general, es «ge­nética» (P. Janet, Piaget, etc.) o no es nada, puesto que la clave de todos los proble­mas que constituyen el objeto de esta ciencia del hombre no puede encontrarse sino en el concepto de evolución o de complexfficación (Teilhard de Chardin) de la vida psíquica en todas sus formas.

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Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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