Leyendo un comentario de Ludovicus en Chat de Café vi la necesidad de hacerlo Post. El comentario de Ludovicus es en ocasión de un post de Chat de Café que, a su vez, comenta un artículo de E.B.E. Defendiendo lo indefendible. También en los cometarios Slumdog realza como notable el siguiente párrafo:
«Existe siempre un problema difícil de zanjar, y es que los sociópatas generalmente resultan ser más creíbles que sus víctimas. Esa batalla de la confianza la ganan siempre, porque son expertos en credibilidad, mientras que las víctimas pueden ser consideradas como fabuladoras con facilidad, pues lo que cuentan es muy difícil de creer (¡¿Maciel un abusador?!). Lo que cuenta el sociópata es una realidad mucho más agradable y sobre todo adecuada al deseo inconsciente de sus oyentes (“se trata de un nuevo ataque contra la Iglesia”, etc.). Las victimas crean inquietud con su relato –es indeseable la realidad que cuentan-, mientras el sociópata crea una imagen llena de paz y seguridad con su versión de los hechos.»
Después de desnudar tan profundamente la dinámica inconsciente de la sordera de quien no quiere ver lo evidente solo me queda agregar dos cosas:
La primera es el evidente poder de la voluntad sobre la lectura de la realidad. Hay obviamente una voluntad de interpretar en una dirección los hechos para encubrir los propios temores e inseguridades.
En segundo lugar, la mayoría de estas personas que no quieren ver lo evidente han invertido mucho tiempo de su vida siguiendo al sociópata, la verdad es una amenaza terrible sobre todo aquello en lo que han invertido -probablemente de un modo muy legítimo- sangre, sudor y lágrimas. Por lo que no hay que ser ingenuos, no se trata solamente del sociópata, se trata también de ellos mismos. Ni siquiera quieren pensar la posibilidad de que tanta cosa que hicieron, tanto esfuerzo, tanto construir, sea, al final, objeto de una muy elaborada estafa, no obviamente delante de Dios que los juzgara por la rectitud de sus corazones y recompensará con creces todo lo bueno que hicieron, sino, principalmente, delante de sí mismos y de los demás hombres. Nunca es agradable jugar el rol de estafados, y muchos de ellos harán lo imposible y desmentirán lo evidente para no cargar con semejante fardo.
Bueno, los dejo, sin más, con las reflexiones de Ludovicus:
Muy rico el tema, efectivamente el problema de la “sordera” de quienes rodean a los sociópatas es muy interesante.
Sólo diré por ahora dos cosas:
1) que el análisis de la moral católica falsamente “tradicional” (en realidad moderna, postaridentina) tiene un marcado sesgo “garantista” clerical, como se advierte en los manuales de casuística, lamentable auge de la moral barroca tan bien descripta por Pinckaers o.p. . Se hace demasiado hincapié en la “fama” como bien máximo a tutelar, por encima de cualquier otro bien. Y adviértase que la difamación no es calumnia: aún difundir cosas verdaderas pero desconocidas de una persona hace incurrir en difamación. Es interesante ver que la película “La Duda” comienza con el sermón de un cura abusador glosando el famoso apólogo del “almohadón de plumas” (tan difícil como recoger las plumas esparcidas desde una torre es reparar la difamación).
Muy distinto es el enfoque de Santo Tomás, que establece claramente la excepción a la preservación de la fama cuando existen graves razones de bien común. Ni que decir en el caso de pederastia: aquí hay dos bienes en juego, uno importante pero relativo, el otro absoluto, dado que se juega la salvación del alma y de la vida de una persona, ni más ni menos. Los que conocen los efectos del abuso sexual, en especial en los niños, entenderán que prácticamente estamos hablando del bien supremo: la salvación de su alma, su identificación con la Iglesia de Cristo, su integridad espiritual, etc.
Este principio es el que ha fallado en estos casos: la “fama”, tanto personal como corporativa, prevalece sobre el principio de reducción de riesgo para un bien infinitamente superior, cual es la integridad espiritual, psíquica y física de un menor (recordemos, en el ámbito civil, iguales pulsiones garantistas cuando se trata de establecer registros de violadores o de advertir al vecindario respecto de los antecedentes de un ex convicto por tales delitos se trata).
2) Hay que analizar cuidadosamente, al modo que se hizo en los Estados totalitarios tras la derrota del nazismo, la responsabilidad de los que “no vieron ni oyeron”, los “sordos morales”, sordos pero no mudos al momento de hacer la apología de aquel de quien no les constaba su inocencia. Y que ahora, cándidamente, afirman que “no se dieron cuenta”, “que tenían todos los elementos para confiar”. Aquellos que emplearon, “ad nauseam”, argumentos claramente sofísticos, sin agotar las posibilidades de investigación empírica. En mi caso particular, recuerdo que me limité a leer los testimonios de las víctimas de Maciel, e inmediatamente me surgió la duda. Hombres grandes, sin nada que ganar, con la vida hecha (incluso un sacerdote en ejercicio), con testimonios realmente denigrantes para con ellos mismos. Lo menos que este material debía generar, en alguien de buena fe, es una duda o sospecha, que en conciencia debería haber llevado o a investigar más o a suspender el juicio, jamás al rechazo in limine de las alegaciones.
No prestar atención a estas evidencias, poner en automático el leit motiv de “calumniadores, resentidos, apóstatas” – aquí el garantismo no funciona, las calumnias están a la orden del día- entraña una responsabilidad moral muy grave.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Una vuelta de tuerca más a su teoría de la «desinversión», P&E. Los estafados por estos chapuceros no sólo tienen que afrontar la desinversión de años de su vida, pérdidas de oportunidades vitales, salud y dinero.
Tienen que afrontar el hecho de que su vocación religiosa se desenvolvió en el marco de una estafa. Tienen que conciliar los evidentes efectos benéficos que han experimentado, las gracias obtenidas de Dios, en definitiva, los «frutos buenos» con el «árbol malo». Lo que es una aporía, porque es de la esencia de estos Fundadores ejercer de Mediadores Universales de toda gracia. Para eso, hay que «desinvertir» una fe hidropesíaca , quitándole quirúrgicamente las adherencias fundacionales, proceso delicadísimo en el cual se corre incluso el riesgo de perder la misma fe. Conectar los frutos buenos innegables con el vero Arbol Bueno, recordando que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia». La gracia opera a pesar de las deficiencias sectarias y humanas, no a través de tales deficiencias.
Un testimonio exitoso de alguien que supo resguardar su fe decía: «salvé la fe teniendo en cuenta que mi Dios no era el Dios de Fulanito (un Fundador X)»
Sí la desinversión es la parte negativa de mi teoría, en la parte positiva soy recuperacionista, le decía a un amigo no estás sano hasta que no «salvaste todo lo salvable» de esas experiencias. Tarea delicadísima si las hay… Si uno se deja absorber por un análisis dicotómico y tira a la basura todo lo bueno recibido, entonces queda un agujero negro en la propia vida que, de un modo u otro, está siempre tratando de hacer girar en torno a la propia gravedad toda la energía anímica de la víctima.
‘La recuperación de lo recuperable’. Es importante rescatar ese pensamiento, esa verdad. Es importante resaltar que hay cosas recuperables. La decepción, el engaño, la pérdida de confianza y hasta la pérdida de fe oscurece el panorama existencial de tal modo que es difícil darse cuenta que hay cosas rescatables, recuperables, cosas buenas recibidas, trabajadas y aprendidas.
La sordera voluntaria o no se debe en gran medida a la dificultad de atravesar ese desafiante obstáculo que es dejar atrás aquello o aquel a quien uno se le ha invertido tanta confianza…
Ludovicus y bloggeros, buenos sus comentarios y me han ayudado, cuando uno ha pasado, mutatis mutandis, por ese proceso, que en mi caso, se dio casi sin darme cuenta, hasta que logré verlo de frente e ir más o menos hasta el fondo, resulta saludable encontrarse con otras personas que lo pasaron y superaron, y no ver que uno es el único que pasó por ese camino. Y que no resulta determinante. Y que se puede continuar la vida dentro de la «normalidad». Pero es verdad que hay como una tensión fuerte, y después uno se queda con cierta alergia, y tal vez, somete todo a un análisis demasiado escrupuloso. Creo que es bueno también, saber ir viviendo sin tratar de que todo entre en un esquema de explicaciones, sencillamente, hay cosas que no la tienen, o si la tienen, no siempre es bueno tratar de encontrárselas a todo, y saber perdonarse.