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JESÚS VILLAR
La naturaleza destructiva del poder sin estatus
Con este mismo título, un reciente estudio publicado en una revista internacional de psicología social experimental realizado por tres investigadores norteamericanos ha demostrado que la gente con bajo estatus que ocupa puestos de poder tiende a humillar a otros. El poder (entendido como control asimétrico) y el estatus (entendido como respeto y admiración) representan aspectos fundamentales de la jerarquía social. Tanto si estamos con familiares y amigos o trabajando en grandes organizaciones, siempre hay una jerarquía. Existen muchos ejemplos que apoyan la idea popular de que «el poder corrompe». Sin embargo, este nuevo estudio realizado por expertos en gestión de organizaciones de las universidades de Stanford y de California añade nuevas aportaciones a esta idea porque es uno de los pocos estudios experimentales que han explorado los efectos interactivos de estas dos variables en el desempeño de un cargo. Ese estudio concluye que la combinación de algún tipo de autoridad con un nivel bajo de estatus puede ser muy tóxico para las relaciones sociales.
Por definición, la falta de estatus puede condicionar que la gente pueda sentirse no respetada ni apreciada, lo que puede desencadenar comportamientos agresivos que refuerzan la autoestima del agresor: a mayor poder, mayor comportamiento denigrante. Que la falta de estatus puede originar violencia es algo que se ha visto en niños marginados con comportamientos agresivos e impulsivos. Quien ostenta el poder puede fomentar conductas en su propio beneficio porque alimentan la sensación de que tiene derecho a ciertas recompensas y objetivos. Por el contrario, los individuos sin poder se sienten excluidos. Hay otros estudios que indican que el poder amplifica las inclinaciones personales. Estos hallazgos tienen implicaciones importantes porque demuestran que, dependiendo de tener o carecer de estatus, el poder da libertad al que lo tiene para actuar o alcanzar un objetivo concreto.
Basados en estas ideas, los investigadores postularon que los individuos con mucho poder pero con grandes carencias de estatus podían actuar con resentimiento por su falta de respeto para degradar o humillar a otros. Una idea similar es la combinación de poder e incompetencia en un individuo que reconoce su falta de estatus pero que persigue el poder a toda costa. Éste es un fenómeno que se ve en algunas organizaciones empresariales pero que está cada vez más presente en la mayoría de las organizaciones políticas, fomentando el abuso y la agresión hacia los demás hasta extremos insospechados.
Para explorar esta teoría, los investigadores realizaron una serie de experimentos con alumnos de escuelas de negocios que aceptaron ser asignados de forma aleatoria para actuar en papeles dotados de mucho o poco poder asociados con alto o bajo estatus. A los estudiantes se les pidió que escogieran entre una lista de actividades consideradas humillantes, degradantes, violentas o incómodas que ordenarían a otros. Algunas de esas órdenes incluían: repetir cinco veces «soy una porquería» o «no valgo nada», ladrar tres veces o confesar tres defectos personales. Por el contrario, las órdenes menos o nada humillantes incluían: escribir un resumen de lo que habías hecho en el día, contar un chiste, aplaudir 50 veces, dar cinco saltos o saltar a la pata coja. Los investigadores descubrieron que los individuos con mucho poder y bajo estatus eligieron las órdenes más humillantes para sus compañeros que aquellos que fueron asignados a representar cualquier otra combinación de poder y estatus. La gente que tenía mucho poder y alto estatus eran los que salían mejor evaluados. Pero la gente que tenía poder y carecía de estatus utilizaba casi siempre su poder para obligar a otras personas a realizar comportamientos humillantes. En general, los hombres eran peores que las mujeres.
Los hallazgos de este sencillo estudio indican que tener mucho poder con poco estatus puede ser un catalizador que genere comportamientos y actitudes humillantes y degradantes que pueden destrozar las relaciones e impiden actuar de buena fe. Este estudio sugiere que los individuos con poco estatus están más motivados que los de alto estatus para degradar o humillar a otros, y que el poder les posibilita o les da la libertad para hacerlo. No todos los que asumían este rol eran desagradables; había mucha gente que trataba a los demás bien, probablemente como consecuencia de varios factores moduladores como la personalidad y el nivel cultural del individuo. Pero los resultados de este y otros estudios demuestran que la posesión de poder en ausencia de estatus contribuye a que personas en la vida civil o militar hagan actos deplorables a otras personas. Buen día y hasta luego.

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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