El título que le he dado a este post, La amistad es lo más necesario para la vida, es una frase de Aristóteles en la que él mismo parece escapar de su propio sistema. Parece querer aferrarse a algo vivido experiencialmente más que a una rígida deducción teorética. Hubo un tiempo en que esa firme convicción, que siempre fue mía, aunque posteriormente la descubriese en Aristóteles, estuvo sombríamente oscurecida en mí por un sistema de relaciones artificiales, pretendidamente «sobrenaturales», y que, en virtud de esa «pretensión de sobrenaturalidad» y de «bienes superiores», me hizo traicionar, no pocas veces, mi prístina persuasión aristotélico-personal. Tuve el horror de sufrir en primera persona una corrección -¿¿¿fraterna???- porque ponía demasiado el acento en la amistad y en los amigos. Se me dijo algo así como: -¿Por qué le das tanta importancia a esto, si, a final de cuentas, cada uno va a hacer la suya? En aquel momento no tuve energías para responder, supuse que de algún modo querían mi bien, absurda aporía, para poder creerles tuve que usar la convicción que ellos intentaban destruir… No puedo menos que reír y sonreír. Hoy ya sé que el Cielo es AMISTAD (no os llamo siervos, os llamo amigos), hoy ya sé que el Infierno es SOLEDAD (no os conozco).
El texto que ahora les dejo es algo que escribí junto con todos los textos sobre el egocentrismo que he publicado hasta ahora. En ese momento quiso constituir la parte positiva de la negatividad ínsita en la psicología que es la búsqueda del defecto y de la carencia. El egocentrismo es, justamente, el defecto, la falta, el vicio y la carencia de amistad. Sepan disculpar el desarrollo formal y encorsetado de rigurosidad lógica y hasta aburrido, si quieren; hoy lo escribiría de un modo muy distinto. También disculpen cierto resabio de «moral kantiana», cierta pretensión de desinterés absoluto, eran tiempos de juventud, de ideales y de extremismos… que enturbiaban la mirada metafísica del hombre adulto. La metafísica es cosa de viejos, dice Aristóteles, y tiene, en ciertos puntos de vista, tanta razón…
Esta es la primer parte, falta una segunda con las características de la amistad.
P&E
A- La plenificación humana:
Si hay algo que ningún filósofo en toda la historia de la humanidad puede negar es que el hombre es un ser limitado. En medio de esas limitaciones, el hombre posee una apertura esencial para completarse, para poseer aquello que constituye su plenitud. Esa limitación esencial del hombre es, justamente, la raíz del deseo y ansia humana en la búsqueda del objeto, o de los objetos, que constituyen justamente esa plentud. El deseo de plenitud, además de la limitación como condición negativa, surge de esa apertura ontológica por la cual el hombre, respetando los límites que impone su misma naturaleza, completa o intenta completar todo aquello para lo cual se siente o se sabe capaz de aspirar como parte integrante de su plenitud.
Esas cosas que nos plenifican, normalmente, las llamamos bienes. Pero, en el hombre tenemos dos modos distintos de ser plenificado o completado.
El primero por la posesión de las cosas que consideramos plenificantes. Así, nos plenificamos cuando poseemos la comida que necesitamos, la ropa adecuada a nuestro modo de vida, la educación necesaria, etc. Esas cosas que poseemos, de algún modo, pasan a ser algo que es parte nuestra, que nos pertenece, que nos está subordinado de un modo absoluto. Por eso, en definitiva, la relación que establecemos con ese tipo de bienes es de uso, porque jamás nos interesan en sí mismos, sino única y estrictamente en la medida en que nos plenifican y son medios de esa plenitud.
El segundo modo de plenitud del hombre es aquél por el cual no busca principalmente el bien para sí mismo, sino para otros. Esos otros que comienzan a formar parte de la plenitud del hombre no son simplemente subordinados al bien personal sino que la plenitud del hombre acontece de un modo cualitativamente distinto, no poseyendo en el sentido estricto de la palabra, sino deseando el bien de esos otros en sí mismos. Esos otros no son medios de la plenitud personal, sino que la plenitud personal se desenvuelve tomando el bien de esos otros como fines en sí mismos. El padre se plenifica siendo padre, es decir, procurando el bien de los hijos, no simplemente como una subordinación de intereses, esperando el bien que obtiene de tener buenos hijos. La esposa se plenifica siendo esposa, es decir buscando el bien del esposo, más allá de si de esto obtiene algún beneficio para sí, cosa que normalmente sucede. El ciudadano se plenifica siendo buen ciudadano, es decir contribuyendo desinteresadamente al bien de la ciudad, aunque, ciertamente, en una segunda instancia, se beneficie por el hecho de vivir en una sociedad ordenada. Hay en el hombre una apertura ontológica a plenificar a otros, que lo plenifica a él mismo, en la medidaen que conserve rigurosamente el orden de esa relación desinteresada, es decir, procurar, primera y desinteresadamente, el bien en sí mismo del otro para que, después, y como una consecuencia de esto, suceda una comunicación de bienes. Si se invierte el orden, la relación deja de ser desinteresada, y el otro deja de ser otro y comienza a ser algo. Es decir, deja de convertirse un fin para ser algo que puede ser usado como un medio para obtener otra cosa.
El hombre posee esta apertura ontológica de plenificar a otros, porque es un ser netamente social. El hombre no llega al mundo ni se desenvuelve en él como una mónada absolutamente aislada en sí misma. Desde que nace, el hombre posee el sentido de manada, de no ser destinado a enriquecerse en el más absoluto de los aislamientos, sino en la riqueza de un tejido social. Este sentido social en el hombre crea una especie de solidaridad con los de su misma especie, llegando a desear el bien para esos otros que comparten su situación ontológica y existencial y hasta, por qué no, sus mismas limitaciones y desgracias. Esa solidaridad no es un mero deseo, se convierte en responsabilidad por el bien del otro. Ese sentido de responsabilidad se comporta como una clave característica de quien tiene un sentido de vida auténtico. Esto, porque nadie se siente obligado o responsable frente a aquellas cosas que usa como medio, nadie se siente responsable, es decir, con obligación de dar respuesta, frente a la ropa, comida, o libros. Esos medios simplemente se usan en la medida en que me sirven. Y si tengo que usarlos “responsablemente”, nunca esa responsabilidad es frente a la cosa misma, sino frente a mi propio bien o el bien de otros. De las cosas, simplemente, exigimos que se ajusten a lo que necesitamos. Ahora bien, si una persona no se siente absolutamente responsable frente a nada ni a nadie, entonces, simplemente, usará de todo y de todos como cosas, exigiendo que se ajusten estrictamente a lo que él necesita. Porque, evidentemente, no hay otro fin en la vida de esa persona sino la satisfacción de los propios intereses. Entonces no es extraño que ese tipo de personas no esperen nada de la vida, porque justamente hicieron desaparecer lo mejor que la vida les puede dar, que es el sentirse responsable por la plenificación de otros, y, en esa responsabilidad, encontrar la propia plenificación. Porque de algún modo el bien del otro se convierte en el propio bien. Justamente, porque el hombre sólo puede sentirse completo y realizado, si además de poseer y usar todo lo que necesita, se encuentra en medio de relaciones sociales que lo plenifican: una familia plena, un matrimonio pleno, una sociedad plena.
Ahora bien, de todo el conjunto de posibles relaciones sociales desinteresadas, o de no uso, existe una que específicamente se comporta como el arquetipo o como la expresión más elevada de todas esas relaciones desinteresadas, y es aquello que todos los cantos, poesías y expresiones artísticas de la cultura de los pueblos de toda la historia humana han llamado en sus diversas lenguas con el nombre de amistad. Lo que es propio del amor de amistad, de algún modo, se da en todo tipo de relaciones desinteresadas, por lo que se hace necesario que investiguemos su naturaleza aisladamente.
B- La amistad, plenitud del hombre dadora de sentido.
En un texto notable, Cicerón nos dice: “Entre las muchas y mayores ventajas de la amistad, la mas preciosa, ciertamente, es la de darnos confianza en el porvenir y no dejar que nuestros ánimos pierdan el coraje o se abatan. Porque aquél que mira a un verdadero amigo, mira otra imagen de sí mismo. Gracias a la amistad, los ausentes están presentes, los pobres son colmados, los débiles son fuertes, y, lo que es difícil de decir, los muertos viven: viven en la honra, en la memoria, y en el dolor de los amigos. Por tanto, la muerte de ellos parece feliz, y la vida digna de honra. Porque si extirpases de la naturaleza de las cosas la benevolencia y la amistad, ni los hogares, ni las ciudades podrían subsistir; ni los mismos sembradíos permanecerían”[1]. Aunque con reverencia, es necesario comentar este texto. Notablemente, se coloca una función fortalecedora de la sicología humana en la amistad: no deja que nuestros ánimos pierdan el coraje o se abatan. Cualquiera, sin necesidad de leer a Cicerón, ha experimentado en la vida, la necesidad de los que ama en los momentos difíciles o de sufrimiento. Esto se da porque, justamente, estos que amamos son los que constituyen, en concreto, el sentido de la vida de los hombres. Y en los momentos de sufrimiento necesitamos reafirmar las cosas que justifican la vida. Estos que amamos pueden ser, en algunos casos, otros hombres, una obra por medio de la cual deseamos el bien a otros hombres, o, en última instancia, Dios. Por eso, con la cercanía de los que amamos el sentido de la vida del hombre renace, porque su capacidad mayor de plenificación se pone en movimiento. Restituida la meta humana, se restituye la esperanza, y por eso la amistad nos da confianza en el porvenir. Chesterton gustaba decir que en las cosas del hombre, desde el comienzo de la historia de la humanidad, con Adan y Eva, jamás uno más uno fue igual a dos. En la presencia del amigo el débil se hace fuerte, las fuerzas humanas y sicológicas del hombre se multiplican exponencialmente, no se suman simplemente para dar dos. Todo esto porque el amigo verdadero es una expansión del propio ser, otra imagen de sí mismo. Pero no es una expansión de cualquier naturaleza, sino una expansión por sintonía o resonancia. Sabemos que en física hay un fenómeno por el cual un ejército que esté en marcha puede destruir un puente, porque la marcha del ejército entra en resonancia con la frecuencia que necesita el puente para ser destruido. También es sabido que una suave brisa constante puede destruir los grandes puentes que el hombre realiza, con tal de que esa brisa sea de la magnitud exacta para entrar en resonancia o sintonía con el puente. Es exactamente el mismo efecto cuando queremos derribar un árbol que tiene las raíces flojas, empujamos cuando el árbol vuelve naturalmente a su posición y aprovechando la fuerza del envión, lo llevamos hasta el punto límite contrario, hasta que se detiene en el extremo y empujamos de nuevo, en el sentido contrario, aprovechando la fuerza natural. Si esto se hace desacompasadamente, más rápido o más lento que el ritmo natural, es imposible derribar el árbol; entrar en sintonía o en resonancia con el árbol significa aprovechar su ritmo de movimiento natural para obtener un resultado muy por encima del que podrían obtener nuestras fuerzas aisladas. Con la amistad sucede otro tanto, las fuerzas de los amigos se multiplican exponencialmente, porque son dos seres que se expanden porque justamente entran en resonacia. Uno plenifica al otro, uno crea en el otro, y esto redunda en la voluntad del plenificado de plenificar al primero, que a su vez desemboca en un mayor deseo del primero de plenificar al segundo, y así se activa una especie de “círculo virtuoso” o resonancia espiritual y anímica. La resonancia de los amigos es como dos apostadores enloquecidos, que apuestan, no para ganar ellos mismos, sino para que gane aquél que está enfrente. Uno apuesta una suma, el otro recibe la apuesta y la levanta, apostando más todavía por el contrario y así indefinidamente. Si alguno de los dos introdujera el concepto del egoísmo en algún punto y decidiese cobrar la apuesta y no apostar más por el contrario, entonces, ese círculo virtuoso de amistad se rompería, dejaría de existir, teniendo menos en definitiva, porque ya no cuenta con las apuestas del amigo sobre sí mismo. Esto en razón de que “la verdadera amistad es más rica y abundante, no mide meticulosamente si dio más de lo que recibió. Pues el amigo no debe temer si lo que da se pierde, o si siembra sin recoger, o si va demasiado lejos en sus servicios” [2]. Esas personas que miden meticulosamente lo recibido del otro para responder en el mismo grado pierden la espontaneidad propia de la amistad. La amistad deja de ser amistad para volverse matemática. Por eso son incapaces de tomar la iniciativa respecto del amigo, y su amistad se vuelve un egoísta reflejo condicionado. La apuesta del amigo es siempre mayor que todos los bienes recibidos del amigo. Y, porque es mayor, es un riesgo, nadie sabe si esa apuesta va a ser correspondida. Por eso quien no toma la iniciativa se comporta simplemente como alguien que no quiere arriesgar. Quisiera disfrutar del bien de la amistad pero no quiere correr el riesgo de que su amor se pierda, de ser herido, de ser vulnerado.
Finalmente, nos dice Cicerón que nada de aquello que los hombres consideran como bueno: hogar, sociedad y, poéticamente, hasta sembradíos, existiría, si no existiese, al menos ampliamente, esa relación desinteresada que llamamos amistad. Aquello que Aristóteles con simplicidad decía: “La amistad es lo más necesario para la vida… …no solo es algo necesario, sino algo hermoso”[3].
[1] De amicicia, VII.
[2] CICERÓN, De amicicia, XVI.
[3] In Eth., VIII.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
«Tuve el horror de sufrir en primera persona una corrección -¿¿¿fraterna???- porque ponía demasiado el acento en la amistad y en los amigos.»
No puedo creerlo… O sí puedo creerlo, pero me indigna.
Y se dicen «tomistas»… En el prólogo a la edición barata de Porrúa sobre «Tratado de la ley, Tratado de la justicia, Del gobierno de los príncipes», el jesuita mexicano Carlos I. González llamaba a Santo Tomás de Aquino «el doctor de la amistad» –casi como un título más honroso que el de «doctor angélico» de la tradición de los fieles o el de «doctor común» de los Papas. Es que para el Aquinate, la amistad es algo sublime, como se puede ver a lo largo de toda la Summa.
Un lindo artículo es El amor de amistad, por Abelardo Ribera –extracto de un a tesis de doctorado .
No se escandalice Walter, donde prima una lógica narcisista y dicotómica: «Nosotros-tenemos-la-posta» versus «fuera-de-nosotros-el-mundo-mea-fuera-del-tarro» no hay lugar para la amistad verdadera, que implica, en primer lugar, no sentirse amenazado por el bien ajeno, como primer escalón y en segundo lugar, en el contacto de comunicación amorosa, admitir ¡¡¡que horror!!!, que el «otro» me puede hacer bien como persona, aun, y por sobre todas las cosas, escapando al estereotipo pseudo-sobrenatural de «bueno» o «anda bien» que esa misma sociedad de personas, o el sociópata que la comanda, ha creado para medir a todos sus miembros.
Ahí no hay amistad, en cualquier momento cualquiera te caga invocando la más solemne de las fórmulas: «Lo he hecho en conciencia y delante de Dios», si fuera así, ¿sería necesario siquiera pronunciar semejante fórmula? No, otra tragicómica aporía…
LA AMISTAD CRISTIANA
A) NATURALEZA
1. Evidentemente, la condición previa de la amistad es el conocimiento mutuo. Porque, ¿cómo habríamos de amar a aquel que no conocemos? Esto, es tal vez, una verdad de perogrullo, pero que no todos tienen en claro. Porque muchos hablan de sus ‘amigos’, y se trata de personas a las que apenas conocen. Nosotros, contrariamente a lo que dice Kempis, creemos que la familiaridad no engendra desprecio, sino amistad.
2. Este conocimiento permite la ELECCION y la PRUEBA, de las cuales habla Rielvaux, siguiendo en ello la Sagrada Escritura: “Si quieres hacerte amigo con uno, sea después de haberle experimentado y no te entregues a él con ligereza” (Eclo.6,7). Porque se puede tener amistad en sentido amplio, con muchos, pero solo pocos en sentido estricto. Eclo. 6, 6: “Vive en amistad con muchos; pero toma a uno entre mil para consejero tuyo.”
3. ELECCION: Rielvaux aconseja no elegir como amigos a los que tienen los siguientes defectos:
3.1. Coléricos: “No te acompañes del iracundo ni te vayas con el colérico. Para que no aprendas sus maneras y no pongas lazos a tu vida”. (Prov. 22, 24-25)
Ahora bien, el interlocutor (del diálogo imaginario) le objeta tener un íntimo amigo colérico. A lo que el monje responde: “Hay personas naturalmente irascibles que sin embargo logran dominar y controlar tan bien su apasionado temperamento que no caen jamás en los cinco defectos que según la Escritura destruyen y envenenan la amistad, aunque a veces hieran al amigo por un gesto, una palabra inconsiderada o un celo intempestivo. Si nos acaece trabar amistad con gente de esa clase, debemos soportarla con paciencia; y ya que estamos seguros del afecto de un tal amigo, debemos perdonarle todas sus intemperancias al hablar u obrar, o en todo caso, advertirle de sus excesos, sin amargura y con tacto”. (p.59)
3.2. Inestables: no se puede confiar en alguien que cambia de parecer todo el tiempo, que no tiene estabilidad emocional. (Evidentemente el lazo de amistad no será sólido y perdurable.)
3.3. Susceptibles: ya que se sienten heridos, atacados, maltratados a cada instante; porque el amigo halló con otro y no se lo dijo a él (tal vez piensa que hablan mal de él…); cuando lo vea comportarse afablemente con otra persona se sentirá celoso; cuando su amigo le haga reproches lo sentirá como un ataque; cuando lo alabe pensará que se está burlando de él.
3.4. Parlanchines: porque son capaces de develar los secretos del amigo, o porque murmurarán de él.
4. PRUEBA: Dijimos que Rielvaux aconseja probar al que será nuestro amigo, antes de entregarle nuestro corazón, de abrirle las puertas de nuestra intimidad. _
Esa prueba debe versar sobre:
La fidelidad: es decir, si su cariño es estable; si podremos confiarle todo asunto, etc.
“El amigo ama en todo tiempo; es un hermano para la desventura”. (Prov.17,17)
La intención: si no es interesado. Hay que amar al amigo como uno se ama, es decir, sin esperar correspondencia ni recompensa. (Am. 80)_
El sentido común:
para darse cuenta de las necesidades del amigo
qué pedirle y en qué momento
de qué alegrarse o entristecerse con él y por él
cuándo y cómo ayurdarlo a corregirse de sus extravíos y defectos.
Su paciencia
5. De ese conocimiento y frecuentación nace el amor. “La amistad es lo más perfecto en la línea del amor. Por tanto en este género debe incluirse la caridad, que es una cierta amistad entre el hombre y Dios” (3 Sent. d. 27, a.2, 1)_
No toda amistad implica caridad, ya que existe la amistad en el orden natural (es decir, afecto natural); ni toda caridad implica amistad, ya que Dios puede amarnos, y sin embargo, nosotros no corresponder a ese amor.
6. Obviamente, no puede existir amistad sin correspondencia en el amor (no hay amistad de uno sólo). “Para que la amistad sea firme y verdadera, los amigos deben amarse mutuamente.” (In Jn. XIII, l.7, 1838)
7. “Cuando el afecto o el apetito se llena de la forma del bien que es su objeto, se complace en él y de tal manera se le une que permanece fijo en él; y entonces decimos que lo ama. Por tanto el amor no es otra cosa que la transformación del afecto en la cosa amada.” “Y ya que cuanto se convierte en forma de otro se hace uno con él, así por el amor que ama se hace uno con el amado, que es la forma del amante. Por ello dice el Filósofo en Ethic. IX que el amigo es otro yo” (3 Sent., d.27, q.1, a.1)
8. El amor a sí mismo, base del amor al amigo: “Los sentimientos de afección que se tiene a los amigos, y que constituyen las verdaderas amistades, tienen su origen, al parecer, en la que el hombre se tiene a sí mismo” ( In Ethic. IX, c.4)
9. “Se concede que debe amarse, sobre todo, al que es nuestro mejor amigo, siendo el mejor amigo el que quiere más sinceramente el bien de su amigo por este amigo mismo… Pero éstas son precisamente las condiciones que se cumplen cuando se trata de sí mismo, así como se dan igualmente bajo esta relación todas las demás condiciones, en vista de las que se define habitualmente el verdadero amigo, porque ya hemos sentado que todo sentimiento de amistad parte, ante todo, del individuo, para derramarse después sobre los demás”. (c.8)
10. Aristoteles había dicho: “…Y al amar al amigo aman su propio bien, pues el bueno, al hacerse amigo de alguien, se convierte en un bien para aquel de quien es amigo. Cada uno ama, por tanto, su propio bien, y a la vez paga con la misma moneda en querer y placer; se dice, en efecto, que la amistad es igualdad, y esto se da sobre todo en la de los buenos”. (VIII, 1157 b)
11. Y existe una razón profunda: estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, por lo que amamos como Dios ama. ¿Cómo ama Dios? Primero se ama a sí mismo y de la superabundancia de ese amor nos ama a nosotros. Y nosotros amamos a Dios, porque es nuestro bien. Dios quiso para nosotros, como fin de nuestra existencia, la felicidad. Ahora bien, la felicidad real y perfecta no es otra que Dios mismo. (II-II, q. 27, a.3)
12. “La unión, con respecto al amor, tiene una triple relación:
– un tipo de unión es causa del amor, y ésta es la unión substancial respecto al amor con que uno se ama a sí mismo;
– en cuanto al amor con que uno ama a los demás, se trata de una unión de semejanza;
– finalmente, hay una unión que es esencialmente el mismo amor: se trata de la unión según el afecto, la cual se asemeja a la unión substancial, en cuanto el amante, en el amor de amistad, se une con el amigo como consigo mismo” (I-II, q. 28, a.1, ad 2; Cf. 3 Sent. d.27, a.1., a.1 c.)
La benevolencia (la simpatía) no es amistad, aunque es su raíz.
13. “ La benevolencia se parece al sentimiento amistoso, pero no es ciertamente amistad; en efecto, la benevolencia se da incluso hacia personas que no conocemos y pasa inadvertida, y la amistad no. Ya hemos dicho esto antes. Tampoco es afecto, porque no tiene la tensión ni el deseo que acompañan al afecto. Además, el afecto se produce con el trato, y la benevolencia puede surgir de repente… Parece, sin embargo, que la benevolencia es el principio de la amistad, así como el placer visual lo es del amor, porque nadie ama si antes no ha gozado con la forma visible del ser amado, pero el que se complace con la forma que ve no ama más por ello, sino solo cuando desea al ausente y anhela su presencia. De la misma manera, pues, tampoco es posible ser amigos sin haber sentido benevolencia, pero los que la sienten no por eso quieren más, porque únicamente desean el bien de aquellos para quienes tienen benevolencia, pero no harían nada con ellos ni se tomarían ninguna molestia por ellos. Por eso, de una manera traslaticia, podría decirse que la benevolencia es amistad inactiva que, en el transcurso del tiempo y llegada al trato, se convierte en amistad, pero no en amistad por interés o placer, puesto que tampoco la benevolencia obedece a estas causas. El que ha sido favorecido otorga su benevolencia a cambio de lo que recibió, y al hacerlo obra justamente; pero el que quiere hacer bien a alguien pensando ser después prosperado gracias a aquel, no parece que tiene benevolencia hacia él, sino más bien hacia sí mismo, así como tampoco es su amigo si le sirve con vistas a alguna utilidad. En general, la benevolencia surge por alguna virtud y bondad, cuando una persona nos parece noble, o viril, o algo semejante …” ( Et., IX, 1166 b- 1167 a)
B) CLASES DE AMISTAD
14. Siguiendo el análisis que estamos haciendo de la naturaleza de la amistad, y para distinguirla de las que aparentan serlo, podemos distinguir tres clases de “amistad” , tal como lo hace Aristóteles.
La carnal: es decir la unión en el vicio. Se establece sin discernimiento. Es el “compañerismo”; el estar juntos para matar el tiempo; el tener alguien con quien ir de juerga . Se da muchas veces en la adolescencia. Muere fácilmente porque es solo una brisa, es paja, es fuego de un instante.
La mundana o por conveniencia: la que se establece para obtener un beneficio temporal. P.ej., hacer negocios juntos. No es necesariamente mala, pero sí muchas veces superficial y pasajera.
La espiritual o verdadera amistad: que se fundamenta en la semejanza de vida, costumbres y gustos, entre gente honrada.
15. “La amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud; porque éstos quieren el bien el uno del otro en cuanto son buenos, y son buenos en sí mismos; y los que quieren el bien de sus amigos por causa de éstos son los mejores amigos, puesto que es por su propia índole por lo que tienen esos sentimientos y no por accidente; de modo que su amistad permanece mientras son buenos, y la virtud es una cosa permanente. Cada uno de ellos es bueno absolutamente hablando y bueno para su amigo, pues los buenos son a la vez agradables absolutamente y agradables los unos para los otros; porque para todo hombre son agradables las actividades propias y las semejantes a ellas, y los buenos tienen las mismas actividades o parecidas. Es razonable que una amistad así sea permanente; reúne, en efecto, en sí todas las condiciones que deben tener los amigos; toda amistad es por causa de algún bien o placer, ya absoluto ya para el que ama; y se apoya en alguna semejanza; pues bien, en ésta se dan todas las condiciones dichas por la índole misma de los amigos, pues, además de la semejanza en las otras cosas, lo que es absolutamente bueno es también absolutamente agradable, y eso es lo más amable en el más alto grado; por tanto, el afecto y la amistad alcanzan en ellos el más alto grado y excelencia.
Es natural, sin embargo, que tales amistades sean raras, porque los hombres así son pocos.”
(Ética, VIII, 1156b)
16. Por eso Cicerón define la amistad como la unión afectuosa de dos personas en todas las cosas de orden divino y humano: “… omnium divinarum humanarumque rerum cum benevolentia et caritate consensio”
17. “La primera y verdadera amistad será para nosotros la de los hombres virtuosos y buenos, que se aman en cuanto son buenos y virtuosos. Las otras amistades lo son verdaderamente por su semejanza con ésta. Los que son amigos por estos motivos inferiores, lo son siempre bajo la influencia de algo bueno, así como de algo semejante que hay entre ellos y que los aproxima, porque el placer es un bien a los ojos de los que lo buscan”. ( Com. Et. VIII, c.4)
18. San Agustín:
“Mi amigo me es familiarísimo… concuerda conmigo en lo que respecta a la religión, lo cual es indicio clarísimo de un verdadero amigo; porque la amistad ha sido definida de modo rectísimo y santísimo como el sentir igualmente sobre todas las cosas humanas y divinas, con benevolencia y caridad”. _ ( Contra Acad., III, c. 6, n. 13)
“Verdaderamente ama a su amigo quien ama a Dios en el amigo, o bien porque Dios está en el amigo, o para qué esté en el amigo”. (Sermo 361, 1, In Dedic. Eccl. II, 2)
19. Santo Tomás_:
“La amistad es lo más perfecto entre todo aquello que se refiere al amor, y todo lo incluye” ( 3 Sent., d. 27, q. 1, a. 1 c.)
20. “La caridad no es un simple amor, sino que tiene razón de amistad” (II-II, q.25; a. 2 )_
21. “El amor del amigo es por tanto algunas veces menos meritorio, porque el amigo es amado por sí mismo, pues les falta la razón de la amistad de caridad, que es Dios”. ( II-II, q. 27, a.8, ad 2)
C) NECESIDAD
La amistad es necesaria a la felicidad del hombre:
22. “… Es lo más necesario para la vida. Sin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás bienes; hasta los ricos y los que tienen cargos y poder parecen tener necesidad sobre todo de amigos; porque de que sirve esa clase de prosperidad si se la priva de la facultad de hacer bien, que se ejerce preferentemente y del modo más laudable respecto de los amigos? O como podría tal prosperidad guardarse y preservarse sin amigos? Porque cuanto mayor es, tanto mas peligra. En la pobreza y en los demás infortunios se considera a los amigos como el único refugio. Los jóvenes los necesitan para evitar el error; los viejos para su asistencia y como una ayuda que supla las menguas que la debilidad pone a su actividad; los que están en la flor de la vida, para las acciones nobles: “dos marchando juntos”, así, en efecto, están mas capacitados para pensar y actuar.” ( Et., VIII, 1155 a)
23. “ Pero parece absurdo atribuir al hombre feliz todos los bienes y no darle amigos, que parecen constituir el mayor de los bienes exteriores. Y si si es más propio del amigo hacer bien que recibirlo, y es propio del hombre bueno y de la virtud favorecer, y más noble hacer bien a los amigos que a los extraños, el hombre bueno tendrá necesidad de amigos a quienes favorecer. Por eso se investiga también si los amigos se necsitan más en la prosperidad que en el infortunio, puesto que el desgraciado necesita bienhechores y los afortunados personas a quienes hacer bien. Es probablemente absurdo hacer al hombre dichoso solitario, porque nadie querría poseer todas las cosas a condición de estar solo; el hombre es, en efecto, un animal social, y naturalmente formado para la convivencia. Esta condición se da también en el hombre feliz que tiene a todo aquello que es un bien por naturaleza, y es claro que pasar los días con amigos y hombres buenos es mejor que pasarlos con extraños y con hombres de cualquier índole. Por tanto, el hombre feliz necesita amigos”. (Et., IX, 1169 b)
24. “Creo que suprimen el sol del mundo aquellos que quitan de la vida la amistad; nada mejor nos ha sido dado por los dioses, nada más agradable”. (Am.47)
25. “No es posible que un hombre solo pueda ser feliz. Esto contraría la voluntad de todos los hombres. Ninguno puede elegir una vida únicamente para sí, quiero decir, solo, aun cuando gozase de todos los otros bienes.”
26. “Parece irrazonable que un hombre feliz tenga todos los bienes exteriores, y carezca de amigos; puesto que los amigos son el mayor de todos los bienes exteriores” (Com. Et., IX, c.10)
27. “Sine amico nemo vivere potest” Nadie puede vivir sin amigos (II-II, q. 74, a.2)
28. “Un hombre solo no puede alegrarse de nada, sino cuando tiene amigos para compartir dicho bien” (In Ps. 8, 5)
D) EXCELENCIA DE LA AMISTAD
29. “Ved cuán bueno y deleitoso es convivir juntos los hermanos” (Ps. 132, 1)
Un amigo, un tesoro
30. “Pero la amistad no es solo algo necesario, sino algo hermoso. Efectivamente, alabamos a los que aman a sus amigos, y el tener muchos amigos se considera como una de las cosas mejores, y hasta identificamos en nuestra opinión hombres buenos y amigos. (Et., VIII, 1155 a)
31. Eclo. 6, 14-15: “El amigo fiel es una defensa poderosa; quien le halla, ha hallado un tesoro.
Nada hay comparable al amigo fiel; ni hay peso de oro ni plata, que sea digno de ponerse en balanza con la sinceridad de su fe.”
32. Ecl. 4, 9-10: “Mas valen dos que uno solo; porque así sacan más fruto de su trabajo. Pues si caen, el uno puede levantar a su compañero. Mas ¡ay del solo si cae y no hay segundo que le levante!”
El amigo, don de Dios
33. Eclo. 6,16-17: “Bálsamo de vida y de inmortalidad es un fiel amigo; aquellos que temen al Señor le encontrarán.
Quien teme Dios logrará igualmente tener buenos amigos; pues como él así es su amigo”.
34. “Entre las realidades humanas no hay nada más santo que desear, nada más provechoso que buscar, nada más difícil para encontrar, nada más dulce de experimentar, nada más fructuoso que cultivar”. (Rielvaux, p.39)
E) ¿CUÁLES SON LOS RASGOS DE LA VERDADERA AMISTAD?
Ciertos puntos en común:
35. “ Unos la consideran como una especie de semejanza, y que los que son semejantes se hacen amigos, y por eso se dice ‘tal para cual’, ‘cada oveja con su pareja’, etc.” (Et, VIII, 1155 a)
36. “Como la amistad consiste en una cierta igualdad, quienes son muy desiguales no parece que puedan unirse en amistad. Así, pues, para que pudiese existir una mayor familiaridad entre el hombre y Dios, convenía en beneficio del hombre, que Dios se hiciese hombre; porque aun en el nivel natural, sólo uno un hombre es amigo de otro hombre” (C.G. IV, c.54, n.6)
37. “En el amor de amistad salimos de nosotros mismos, hacia aquellos que están fuera de nosotros mismos: porque los consideramos, al amarlos con este tipo de amor, como si fuesen nosotros mismos; y así, el don que les comunicamos es nosotros mismos. Por ello en el amor de amistad la semejanza es causa de amor; pues no amamos al otro sino porque nos sentimos unos con él” (In Jn., XV. l. 4, 2036)
38. “Uno ama a otro como a sí mismo, porque mantiene con él una comunión mutua; pues cuando dos seres conviven en una sola cosa, pueden considerarse bajo ese aspecto como una sola cosa; y así, cada uno considera al otro como a sí mismo” (De Perf. Vitae Spir., c.13)
39. “Entre dos personas puede haber amor, pero no amistad, cuando existe una gran distancia entre ellas; porque no pueden compartir al mismo nivel, lo que es propio de la amistad. Dios, sin embargo, aunque dista infinitamente de las creaturas, no obstante actúa en todas y en todas está presente; por ello puede salvarse (en El) la esencia de la amistad” (3 Sent. d.1, q.1, a.1, ad 2)
40. “También se dice a veces que el amigo es el que convive con nosotros, que tiene los mismos gustos, que se regocija con los mismos goces, que se aflige con los mismos pesares”. (Et, IX, c.4)
b- El amigo ama lo que ama el amigo:
41. “Por eso es propio del amigo tener un mismo querer y no querer con el amigo” (C.G., l.4, 21, n.8)
42. “El amigo no ama solamente al amigo con quien está unido por amor de amistad; sino también todo aquello que le pertenece, aun cuando no espere de ello un amor en correspondencia” (3 Sent. d. 27, q.2, a.1, ad 8)
Amamos a los amigos de nuestros amigos, aun cuando tal vez, no lo sean nuestros:
43. “ La amistad se extiende a otro, de una doble manera:
– primera, en sí misma, la amistad sólo se dirige al amigo.
– Pero de otra manera, se dirige también a otro, por motivo de otra persona; como si alguien tiene amistad con un hombre, por motivo de él extiende tal amistad a cuantos le pertenecen, aun a aquellos que tal vez nos ofenden u odian”. (II-II, q. 23, a.1, ad 2; cf. ad 3)
44. “ Mientras mayor y más profunda es la amistad con una persona, tanto más tiende a abrirse a otros por razón del amigo…” (De Carit., q. 1, a.4., ad 11; Cf. I-II, q. 23, a.1, ad 2)
c- Apoyar al amigo en las dificultades y alegrarse en sus gozos:
45. “¿Necesitamos más a los amigos en la prosperidad, o en el infortunio? En ambas situaciones se los busca, pues los que pasan por un infortunio necesitan asistencia, y los prósperos quienes convivan con ellos y a quienes favorecer, porque quieren hacer bien. La amistad es, por consiguiente, más necesaria en el infortunio, y por eso se necesitan entonces amigos útiles, pero es más noble en la prosperidad y por eso se busca también amigos buenos, porque es preferible favorecer a éstos y tratar con ellos. La presencia misma de los amigos es grata tanto en la buena como en la mala fortuna. Los que pasan por una aflicción, en efecto, se sienten aliviados cuando sus amigos se conduelen con ellos. A este respecto, podría uno preguntarse si es como si los amigos tomaran parte de nuestra carga, o no es esto, sino que su presencia, que nos es grata, y la conciencia de que se duelen con nosotros, hacen menor la pena. Sean éstas o alguna otra las causas del alivio, dejémoslas; el hecho es que manifiestamente ocurre lo que hemos dicho.
Esta presencia de los amigos parece, sin embargo, ser en cierto modo mixta. El hecho de ver a los amigos es grato, especialmente para el que pasa por una desgracia, y viene a ser una especie de ayuda contra el dolor (porque el amigo puede consolar con sólo verlo y con la palabra, si tiene tacto; conoce, en efecto, el carácter de su amigo sabe lo que le agrada y lo que le disgusta); pero, por otra parte, es doloroso ver al amigo afligirse con movtivo de las desgracias propias, porque todo hombre rehuye ser causa de dolor para sus amigos. Por eso los hombres de naturaleza fuerte procuran evitar que sus amigos tomen parte en sus penas, y todo el que no es excesivamente insensible al dolor no soporta el que en aquellos se produce, y en general no admite compañeros de duelo, porque él mismo no se complace en él; en cambio, las mujeres y los hombres semejantes a ellas se gozan en tener quienes se lamenten con ellos, y los quieren como amigos y partícipes de su dolor. Pero es evidente que en todo hemos de imitar al mejor.
La presencia de los amigos en la buena fortuna incluye a la vez el pasar el tiempo agradablemente y el tener conciencia de que nuestros amigos se gozan con nuestro bien. Por eso parece que deberíamos invitarlos gustosamente a nuestras alegrías (porque es noble hacer bien a otros), y rehuir en lo posible invitarlos a participar en nuestros infortunios, porque los males se deben compartir lo menos posible; de ahí aquello de “basta que yo sea desgraciado”. Debemos llamarlos a nuestro lado sobre todo cuando, a costa de una pequeña molestia por su parte, han de sernos de gran ayuda. Recíprocamente, está bien acudir junto a los que pasan adversidad sin que nos llamen , y de buena voluntad (porque es propio del amigo hacer bien, y sobre todo a los que lo necesitan y no lo han pedido, lo cual es para ambos más noble y grato); y en las alegrías, colaborar gustosos (pues también en ellas se necesita a los amigos); pero ser lentos en aceptar favores, porque no es noble estar ansioso de ser favorecido. Sin embargo, hemos de guardarnos igualmente de adquirir reputación de displicentes por rechazarlos, pues algunas veces ocurre.” (Et., IX, 1171 a-b)
46. “Porque es propio de la amistad que el amigo se deleite con la presencia del amigo, que se goce con sus obras , y encuentre en él consuelo de todas sus ansias. Por eso en todas nuestras tristezas acudimos de inmediato a los amigos para consolarnos.” (C.G.IV, 22, n.22)
47. “En el amor de amistad el amante está en el amado, en cuanto juzga suyos los bienes y los males del amigo, haciendo suya la voluntad del amigo. Es como si él mismo sufriese y se sientiese afectado con el bien o el mal del amigo. Por ello es propio de los amigos el gozar y el entristecerse por los mismos motivos … Y así, en cuanto el amigo estima como propio todo cuanto corresponde al amigo, el amante está en el amado, haciéndose con él una misma cosa” (I-II, q.28, a.2)
48. “Todo aquello que ama, es deleitable para quien lo ama, puesto que el amor es una unión y connaturalidad con el amado” (I-II, q.32, a.3, ad 3)
49. “La compasión del amigo sirve de consuelo: porque la adversidad se convierte en un solo peso llevado por los dos; y especialmente porque toda tristeza disminuye con la mezcla del amor. Porque es algo sumamente deleitable experimentar la amistad del otro, lo que nos sucede especialísimamente cuando el otro nos muestra su compasión en la adversidad”. (In Job, II, l.1, a.2)
50. “Es costumbre de los amigos, cuando uno de ellos va a ser exaltado, que esto sirva para que el otro no se desconsuele por su partida.” ( In Jn. XIV, l. 8, 1966)
51. “ Y porque la tristeza y el dolor son causadas por el propio mal, en tanto que uno se entristece o duele de la tristeza o miseria ajena en cuanto la aprehende como suya. Y esto sucede doblemente: de una manera, en cuanto a la unión afectiva, lo que sucede por el amor. Porque el amante considera a su amigo como a sí mismo, y el mal de aquél como suyo propio: por ello sufre con el mal del amigo, como con el propio” (II-II, q.30, a.2)
La convivencia:
52. “¿No se sigue de todo esto que, así como para los amantes la vista es el sentido más precioso prefieren este sentido a los demás, porque es el que más contribuye a que el amor exista y nazca, para los amigos lo preferible a todo es la convivencia? La amistad es en efecto, una comunidad, y la disposición que uno tiene para consigo mismo, la tienen también para el amigo. Tratándose de uno mismo, la sensación de la propia existencia es amable, y, por tanto, también cuando se trata de la del amigo. Ahora bien, esa sensación se actualiza en la convivencia, de modo que es natural que los amigos aspiren a ella. Y, sea lo que fuere aquello en que cada uno hace consistir el ser, o aquello por lo cual quieren vivir, en eso quieren pasar el tiempo con sus amigos; y así unos beben juntos, otros juegan juntos, otros se entregan juntos a los ejercicios gimnásticos, o a la caza, o la filosofía, y todos ellos pasan los días juntos en aquello que más aman en la vida; porque queriendo convivir con sus amigos, hacen las cosas que, a su juicio, producen la convivencia, y de ellas participan en común. Así la amistad entre hombres de condición baja es mala (puesto que, careciendo de firmeza, se asocian para cosas bajas, y se vuelven malvados al hacerse semejantes los unos a los otros); en cambio, la que existe entre hombres buenos es buena, y aumenta con el trato, y parece incluso que se hacen mejores, ejercitándose y corrigiéndose mutuamente; toman, en efecto, los unos de los otros, modelo de aquello que les agrada, por lo que se dice de nobles acciones. ( Et., IX, 1171 b -1172 a)
53. “La amistad consiste en una sociedad, en la cual los amigos se aman entre sí, conviviendo y haciendo las mismas cosas” (3 Sent., d.28, q.1, a.1; Cf. III, q.75, a.1)
La amistad es un hábito que consiste en un amor permanente, de una ‘cuasi virtud’, que exige por tanto continuidad.
54. “ Ni la amistad ni la caridad pueden existir sino entre aquellos que participan de una misma vida” (3 Sent. d. 28, q.1, a.3)
55. “Es propio del amor mover a la unión, como dice Dionisio. Como quiera que el afecto del que ama está de alguna manera unido al objeto amado por cierta semejanza a convivencia que hay entre ellos el apetito tiende a verificar la unión en el sentido de que quiere completar la unión comenzada en el afecto. Por esto los amigos se complacen en encontrarse, en conversar y en convivir juntos.” (CG, l.I, c.91)
56. “En todo amante nace un deseo de unirse a su amado tanto cuanto sea posible; y por eso la convivencia es agradabilísima para los amigos” (CG l.III, c.153)
Corresponder al amor del amigo
57. “… Porque ésta es la intención principal de quien ama: el que el amado le corresponda con amor: pues a ello tiende principalmente el empeño del amante: a atraer hacia su amor al amado; y si esto no sucediese, necesario sería dejar de amar” (C.G. III, c.151, n.2)
58. Pero “En la amistad sucede que, en ocasiones, no es posible responder por vía de igualdad; sino basta que, para darse amistad en condición de igualdad, el amigo corresponda con lo que pueda” (1 Sent. d.17, q.1, a.1, ad 7)
La confianza más absoluta:
Al amigo se le puede comunicar los pensamientos, los dolores, las vivencias, más íntimos, con la seguridad de que no las comunicará a nadie sin nuestro consentimiento.
59. “Sólo a los amigos se revelan los propios secretos” (I-II, q.172, a.4, ad 2)
60. “Siendo signo de verdadera amistad comunicar al amigo los propios secretos del corazón… les dio signo de una verdadera amistad por lo que a su parte tocaba…” (In Jn. XV, l.3, 2016)
61. “Entre los amigos sólo hay un alma y un corazón; por ello no parece que un amigo ponga fuera de su corazón lo que revela al amigo”
62. “No sólo es propio de la amistad que el amigo revele al amigo sus secretos, sino es necesario también que le comunique todo cuanto tiene … es decir, que venga en su auxilio proporcionándole todo cuanto es suyo; por eso es propio del amigo tener un mismo querer y no querer con el amigo”.
(In Jn. XV, l.3, 2016; C.G. IV, c.21, n.6, y c.22, n.2)
63. “Así muestra cómo fue privilegiada tal revelación, en cuanto él (Moisés) reveló sus secretos más familiarmente que a los demás, como se habla con un amigo” (4 Sent., d.49, a.7, ad 4)
Dar todo por el amigo:
“Lo que hacemos por los amigos, es como si lo hiciésemos por nosotros mismos” (I-II, q.77, a.4, ad 4)
65. “… Al amigo basta exponer la necesidad del amigo, sin añadir petición alguna; pues el amigo quiere el bien de su amigo como si fuese suyo, y está dispuesto a aliviar también el mal del amigo como el suyo propio. Lo que es verdad cuando el amigo ama verdaderamente.” ( In Jn. XI, L.1, 1475)
66. “Hay quienes desprecian los bienes exteriores por el amor del prójimo, o bien administrando todo cuanto poseen en favor del otro, o bien ayudando con ello totalmente a sus necesidades..
Un segundo grado de amor sería que alguno se entregase a toda suerte de trabajos por el amor del prójimo…
Y el tercer grado de amor sería el que entregase su vida por sus hermanos… Y no puede pensarse en un grado de amor más elevado… Por lo que en ello consiste toda la perfección del amor fraterno”. (De Perf. Vitae Spir., c.14)
“Es propio de los amigos tener en nada toda renuncia por el amigo, como dice Prov. 12. Y así, para los amigos de Dios no es ningún escándalo sufrir daños y castigos por Cristo.” (In Jn. XVI, l.1, 2069)
67. “Un amigo verdaderamente ama a su amigo cuando es capaz de ausentarse del amigo, aun por el bien del amigo” ( De Carit., q.1, a.11, ad 6; Cf. II-II, q. 184, a.7, ad 2)
68. San Ignacio de Loyola dice en sus Ejercicios: “El amor consiste en la comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene sciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro” ( Contemplación para alcanzar amor).
h- Excelencia del amor al amigo: es más importante que amar al enemigo.
69. “Si nos preguntásemos qué es mejor y más meritorio, si amar al amigo o al enemigo, podríamos distinguir dos aspectos de este amor: primero, de parte del prójimo a quien se ama, y segundo de parte del motivo por el que se ama. En cuanto a lo primero, el amor al amigo es más elevado que el del enemigo. Porque el amigo es mejor y está más unido a nosotros, de donde es alguien a quien más conviene amar; y por tanto el amor que a él dirigimos es mejor. Por consiguiente lo opuesto es peor: quiero decir, es más grave odiar al amigo que al enemigo … Pues como el fuego más fuertemente quema a aquel que le está más cercano, así también la caridad ama con mayor fervor a quienes le están más cercanos. Por ello, considerado en sí mismo, el amor al amigo es más ferviente y mejor que el amor al enemigo” (II-II, q.27, a.7; Cf. De Car., q.1, a.8, ad 17)
i- El desinterés:
70. “Lo propio del amor de amistad, aun cuando se le pudiesen seguir algunas utilidades, es que no ponga en ellas el ojo el amante, sino en el bien del amado. Por ello en el corazón del amante prevalece el bien amado sobre todos los demás amores o utilidades que puedan seguirse del amado” ( 2 Sent. d.3, q.4, a. 1)
71. “Se ama la felicidad grandemente, pero como un bien que se desea; en cambio, al amigo se le ama simplemente, como aquel a quien se desea dicho bien” (I-III, q. 2, a.7, ad 2)
72. “Puede afirmarse que uno tiene un éxtasis en la parte apetitiva cuando su deseo sale en cierto modo de sí mismo para dirigirse al otro … Este éxtasis directamente produce el amor, que en absoluto es amor de amistad, y sólo relativamente de conscupiscencia; pues en el amor de amistad el afecto del amigo sale simplemente de sí, porque quiere el bien del amigo, y le hace el bien, y tiene cuidado de él, y provee por su bien, en favor del amigo mismo” (I-II, q.28, a.3)
j- La fidelidad y estabilidad
73. “… Y la igualdad y la semejanza son amistad, sobre todo la de los que son semejantes en virtud, pues, como son constantes, siguen siendo los mismos, tanto respecto de sí como cada uno respecto del otro, y ni hacen peticiones torpes ni se prestan servicios de esa clase, sino que, por así decirlo, hasta se los impiden el uno al otro, pues es propio de los buenos no apartarse ellos del bien ni permitir que se aparten sus amigos. En cambio, los malos no tienen firmeza, ya que ni siquiera permanecen semejantes a sí mismos; por un poco de tiempo sí se hacen amigos, complaciéndose en la maldad el uno del otro.” (Et., VIII, 1159)
74. Eclo. 6,15: “Nada hay comparable al amigo fiel”
75. Eclo. 22, 28.29.31:
“Guarda fidelidad al amigo en medio de su pobreza, a fin de poder de gozar también de su prosperidad.”
“En el tiempo de su tribulación manténte fiel a él, si quieres también ser llamado a la parte de su herencia.”
“No me avergonzaré de saludar al amigo, ni me retiraré de su trato; y si me vinieren males por causa de él, sabrá sufrirlos”
76. Prov.17,17: “Un amigo ama en todo tiempo, es un hermano nacido para tiempos adversos”
77. Eclo. 6,14-15: “No dejes al amigo antiguo; porque no será como él el nuevo. El amigo nuevo es vino nuevo; se hará añejo, y le beberás con gusto”
78. Prov.17,9: “Quien cubre una falta, conquista amistad; quien la propala, desune a los amigos”.
k- Ayudarlo a corregirse de sus errores:
79. Es amarlo verdaderamente. Pero hay que hacerlo en lugar y momento indicados, porque una humillación pública es muestra de falta de prudencia, delicadeza y afecto.
Y así lo que quería ser medicina acaba en herida por herir el amor propio del amigo o por excitar su cólera.
Hablar con franqueza sí, pero estando solos y cuando el amigo esté de buen humor.
l- Número de amigos
80. “… También , por tanto, el número de amigos es limitado, siendo probablemente el mayor número de ellos con quienes uno puede convivir (ya que esto nos parecía lo más característico de la amistad); y que no es posible convivir con muchos, es claro… Tampoco parece posible ser amigo de muchos, y por eso tampoco lo es amar a varias personas. El amor tiende a ser un grado extremo de amistad, y éste sólo es posible respecto de una persona; por tanto, una gran amistad sólo es posible con unos pocos. Así parece ocurrir de hecho: no se hacen amigos muchos con amistad de camaradería, y las amistades célebres de que se habla, son siempre entre dos. Los que tienen muchos amigos y a todos los tratan familiarmente, dan la impresión de no ser amigos de nadie, a no ser por civilidad y se los suele llamar obsequiosos. Por civilidad o cortesía es, sin duda, posible ser amigo de muchos aun no siendo obsequioso, sino por verdadera bondad de carácter; pero por la excelencia de los amigos y por amor de los amigos mismos, no es posible serlo de muchos; gracia si se encuentran unos pocos que lo merezcan.” (Et., IX, 1171 a )
F) EL FIN Y LA TRAICIÓN
81. “Una amistad que se interrumpe jamás ha sido verdadera”. (S.Jerónimo, Carta 3, 6)
82. También se discute si deben deshacerse o no las amistades cuando los amigos no siguen siendo como eran. ¿No es claro que, cuando los amigos lo son por el interés o por el placer, no hay nada absurdo en que se separen cuando ya no reúnen aquella condición? Eran en efecto amigos del interés y del placer , y, al faltarles eso, es lógico que lo quieran. Uno podría protestar si el amigo, queriéndolo por el interés o por el placer, fingía quererlo por su carácter porque, como dijimos al principio, la mayor parte de las diferencias entre amigos se producen cuando no son amigos de la manera que creen serlo. Así cuando uno mismo se engaña y da por sentado que su amigo lo quiere por su carácter, sin que éste haga nada que justifique esa idea, deberá culparse a sí mismo; pero cuando es víctima de la hipocresía de otro, es justo acusar al otro, y más que a los falsificadores de moneda, por cuanto su delito afecta a algo más valioso.
Por otra parte, si se acepta a alguien en la idea de que es bueno y luego se vuelve malo y lo parece, ¿deberá uno seguir queriéndolo?¿O no es esto posible, porque no se quiere todo, sino sólo lo bueno? Lo malo, ni es amable, ni debe serlo. En efecto, no debemos amar lo que es malo, ni asemejarnos a un ser despreciable, y se dice que lo semejante ama a su semejante. ¿Debe entonces romperse inmediatamente esa amistad? ¿O no deberá hacerse esto en todos los casos, sino sólo cuando la maldad del amigo sea incurable? Porque si admite corrección se debe más bien acudir en ayuda de su carácter o de su hacienda, por cuanto esto último es mejor y más propio de la amistad. Podría pensarse que el que en estas condiciones rompe la amistad no hace nada absurdo, puesto que él no era amigo de una persona así, y por tanto, al cambiar su amigo y no poder salvarlo, se separa de él.
Si uno de los dos amigos permanece tal como era, y el otro se hace mejor y llega a aventajarle mucho en virtud, ¿deberá éste seguir tratando al primero como amigo? ¿O no es posible? Es evidente que se produce entre ellos una gran separación, como suele ocurrir en las amistades de la infancia; porque si el uno sigue teniendo mentalidad de niño y el otro alcanza toda la madurez de un hombre, ¿cómo podrán ser amigos si no tienen los mismos gustos, y no les agradan y disgustan las mismas cosas? Esto, en efecto, no les ocurrirá por lo que se refiere a ellos mismos, y sin esto dijimos que no era posible ser amigos, porque no es posible la convivencia..
¿Deberá entonces comportarse con él como si nunca hubieran sido amigos? Sin duda debe acordarse del trato que hubo entre ellos, y lo mismo que pensamos que se debe favorecer a los amigos antes que a los extraños, así también hay que conceder algo a los que fueron, por causa de la amistad pasada, cuando la ruptura no se ha producido por un exceso de maldad.” ( Et., IX, 1165 b)
83. “En el caso en que tu amigo ha ofendido a los que debes amar tanto como a ti mismo, y a pesar de tus advertencias, no cesa de ser causa de tropiezo y caída para aquellos cuya salvación te está encomendada, sobre todo si eres afectado por el deshonor que implicarían para ti sus vicios. Porque el amor no debe anteponerse a la creencia religiosa, ni a la fe, ni a la caridad para con los conciudadanos, ni a la salvación pública”. ( Am., 76)
84. “La amistad es tanto más laudable y fácil de reconocer como virtud cuando aquel que ha sufrido la ofensa no cesa de ser lo que siempre ha sido: ama al que ya no lo ama; honra al que lo desprecia; bendice a quien lo maldice; hace el bien a aquel que trama su ruina” (Rielvaux, p.68)
85. “Pues Cristo sufrió por el abandono de sus amigos; en su fama por las blasfemias que le echaban en cara; en su honor y gloria, por los insultos y burlas… “(III, q.46, a.5)
86. “Y los amigos nos afligen doblemente: persiguiendo y abandonando; porque atormentan por el simple hecho de no ayudar” (In Ps. 37, l.7)
87. “El hombre cree algunas veces que puede confiarse al amigo y esperar en él, y sin embargo resulta engañado” (In Ps. 40)
Los traidores
88. Eclo. 6,8-10: “Porque hay amigo de ocasión, y no persevera tal en el tiempo de la tribulación. Y hay amigo que se trueca en enemigo; y hay amigo que descubrirá su odio, contiendas e injurias. Hay también algún amigo, compañero en la mesa; que en el día de la necesidad ya no se dejará ver”.
89. Eclo. 12,8: “No se conoce al amigo en la prosperidad; y en la adversidad no quedará oculto el enemigo”
90. Eclo. 22,25: “El que tira una piedra contra los pájaros, los hace huir; así también el que habla mal del amigo rompe la amistad.”
27: “Si has dicho al amigo palabras pesadas, no temas; porque hay lugar a la concordia; pero dicterios, desvergüenzas, orgullo, revelación de un secreto, golpe a traición; por todas estas cosas sí que huirá el amigo”.
91. Eclo. 37,1 ss.: “Todo amigo dirá: ‘Yo también he trabado amistad contigo. Pero hay amigos que lo son sólo de nombre. ¿No es un disgusto semejante a la muerte que el compañero y el amigo se cambien en enemigos”
La reconciliación
92. Eclo.22,26: “Aunque hubieres desenvainado la espada contra el amigo, no desesperes; pues todavía podrás reconciliarte con él”.
No pelearse por cosas materiales
93. Eclo. 7,20: “No quieras romper con el amigo porque tarda en volverte el dinero; y no desprecies a tu carísimo hermano por causa del oro”.
Tener cuidado si alguien nos viene con chismes
94. Eclo. 19, 13-17: “Corrige al amigo, pues quizá no obró con intención y dirá: No hice yo eso; pero si lo hizo, a fin de que no lo haga más.
Corrige al prójimo, pues acaso no habrá dicho tal cosa; y si la hubiere dicho, para que no la diga más.
Corrige al amigo; porque muchas veces se levantan calumnias.
Y no creas todo lo que se cuenta. Tal hay que se desliza en lo que habla; mas no lo dice con mala intención. Porque, ¿quién hay que no haya pecado con la lengua?…”
G) LA MUERTE DEL AMIGO
Una de las escenas más conmovedoras del Evangelio es la de la resurrección de Lázaro. Si algo faltaba para sellar la grandeza de la amistad eran aquellos diamantes que surcaron el rostro del Hijo de Dios. “Maestro, si hubieras estado aquí…”
Dice uno de los biógrafos de Santo Tomás, que Fray Reginaldo, cerró los ojos de aquel que había sido luz del mundo y … :
“Después de esto, abandonando el lugar, se entregó en silencio a las lágrimas y al dolor por el amigo”
95. “¿Pero es que tener algo que pertenecía al amigo sirve de consuelo? Pues San Agustín en Confesiones 1, c.4, afirma que más bien causa dolor. Pues él mismo dice ahí que trataba de evitar todos los lugares donde había convivido con el amigo. Y sin embargo dice el Crisóstomo que eso nos consuela. Y ambas cosas son ciertas. Pues cuando se mezclan el gozo y la tristeza, la esperanza que conservamos sobre lo que amamos nos es deleitable … aunque también nos entristezca… porque cuanto pertenece al amigo es deleitable al amante; en cambio causa tristeza en cuanto trae a la memoria la separación del amigo” (In Jn. 20, L.2, 2503)
Rezar y sacrificarse por el amigo:
96. “Y porque también en este mundo un amigo puede satisfacer por su amigo, por eso debemos advertir que también lo puede hacer por aquellos que están en el Purgatorio” (In Symb. Apost., a.5)
97. “Porque la amistad hace uno de los dos, por el afecto; sobre todo cuando el afecto es de caridad. Por tanto, así como uno puede satisfacer por sí mismo, así tambièn puede satisfacer por otro, sobre todo cuando se presentare la necesidad. Porque tambièn la pena que sufre el amigo por el otro, puede el amigo considerarla como suya propia. Y así, éste no deja de sufrir cuando sufre el amigo por él; y mucho más, puesto que el afecto de caridad de aquel que sufre por el amigo hace a Dios más agradable la satisfacciòn que si el mismo culpase sufriese” (C.G. , c. 158, n.7)
98. “Y como aquello que hacemos o padecemos mediante los amigos parece que de la misma manera lo hacemos y sufrimos por nosotros mismos, porque el amor es una virtud que de dos amantes hace uno en cierto modo, por ello no contraría el orden de la justicia el que uno quede libre por la satisfacción que su amigo ofrece por él”(Compl. Theol., 1, c.226)
H) LA RONDA ETERNA
En el cielo tiene lugar la amistad más perfecta entre todos los escogidos, como plasma en su hermosa pintura Fra Angélico sobre el Jucio Final, donde vemos a los santos tomados de la mano, y danzando de gozo en la rueda de la eternal beatitud.
Los cristianos de la Iglesia primitiva practicaron la amistad en un grado excelso, poniendo todo en común, y unidos en torno al altar (Act.4,32), como un anticipo de la comunión eterna, centrada en Dios.
99. En la vida futura, aun cuando “no se necesiten los amigos para la felicidad, porque la plenitud de ésta consiste en Dios; sin embargo, sí necesita la convivencia con los amigos para la perfección de dicha beatitud” (I-II, q. 4, a.8)
100. El hecho de tener que separarse del amigo es ciertamente doloroso, pero los cristianos tenemos una esperanza cierta: la del reencuentro definitivo. Santo Tomás hablando de la resurrección de los cuerpos y la segunda venida de Cristo dice: “Pues quien ama a su amigo, ansiosamente lo espera”. (In Tit. II, l.3, 72)
BIBLIOGRAFIA
Aristóteles, “Etica a Nicomaco”, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid , 1985 , 4ª.ed.(version griego-espanol); Cicerón, “De la amistad”, Edit. Porrúa, no. 230, México, 1993, 8a. Edic (tambien Cicero, De Amicita, Introd., Notes and Vocab., H.E., Gould and L.Whiteley; Bolchazy-Carducci, USA, 1992).; Santo Tomás de Aquino, “Opera Omnia”; Aelraed de Rielvaux, “L’amitie spirituelle”, Vie monastique, n.30, Abbaye de Bellefontaine, 1994; Carlos Ignacio Gonzáles, S.J., “Amistad y salvación”, Pontificia Universidad Gregoriana, Roma, 1982; Paul Philippe, O.P., “Le rôle de l’amitié dans la vie chrétienne selon Saint Thomas D’Aquin “, Angelicum, 1938.-
_ Por supuesto, también las Sagradas Escrituras
_ Aristóteles, Etica (Et.); Cicerón, “De Amicitia” (Am.); Santo Tomás: el Comentario a la Etica (Com. Et.) ; la Suma ; la Contra Gentiles (CG), las Sentencias (Sent.); Comentarios a San Juan (In In.), etc.
_ “Quia enim amicus hominis est quasi aliter ipse…” (In Ethic. IX, c.10, 1896)
_ Cristo amaba ciertamente a todos los Apostoles, pero tres eran sus preferidos, sus confidentes.
_ Aristóteles advierte: “Los que se apresuran a cambiar entre sí pruebas de amistad quieren, si duda ser amigos, pero no lo son, a no ser que además sean dignos de afecto y tengan conciencia de ello; porque el deseo de amistad surge rápidamente, pero la amistad no”. (Etica, VIII, 1156b)
_ “Ita pulcherrima illa et maxime naturali carent amicitia per se et propter se expetenda, nec ipsi sibi exemplo sunt, haec vis amicitiae qualis et quanta sit. Ipse enim se quisque diligit, non ut aliquam a se ipsem mercedem exigat caritatis suae, sed quod per se sibi quisque carus est. Quod nisi idem in amicitiam transferetur, verus amicus numquam reperiatur; est enim is qui est tamquam alter idem”. ( Am. 21, n.80)
_ “Caritas non est simplex amor, sed habet rationem amicitiae” (II-II, q.25, a.2)
_ “El amor es una fuerza unitiva” (De Div. Nom. c.4, l.9)
_ San Bernardo dice que el hombre no puede amar, sin amarse (De Dil. Deo, VIII, 23)
_ Según Aristóteles “son tres las especies de amistad, en número igual al de las cosas dignas de afecto. (Etica, VIII, c.3). Y Santo Tomás retoma esta clasificación en diversos lugares._
_ Cf. Cicerón, De Amicitia, n.6.-
_ “Su amistad era fiel, sincera, sacrificada, tierna. De ella dan testimonio el rector y los profesores de la Facultad de Artes de París en su célebre carta al capítulo general de Lyon. Y la que tuvo con su ayudante compañero Fray Reginaldo es de las más puras y conmovedoras que registra la historia” (Ramírez, Suma T., vol. 1, BAC, 1947, Introd., p.59)
_ “La amistad es una especie de virtud, o por lo menos, va siempre acompañada de virtud” (Etica VIII, c.1; II-II, q.23; a.3; ad1; II-II, q.114, a.1, ad 1)
_ “O praeclaram sapientiam! Solem enim e mundo tollere videntur qui amicitiam e vita tollunt, qua nihil a dis immortalibus melius habemus, nihil iucundus”.
P. Brian Moore
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