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A Daniel, el apelativo de ‘trabajólico’ le es tan familiar como las largas horas que pasa frente a la computadora. Suele trabajar once horas diarias en el área de Informática de su empresa. «A veces empiezo a las 6 o 7 de la mañana, y si a las 7 de la tarde tengo una cita para salir al cine, me pone de mal genio tener que dejar la oficina».
Los síntomas más comunes de esta adicción son pasar largas jornadas en la oficina o pensar en los asuntos laborales incluso cuando no se está frente a la computadora de la empresa.
El término ‘trabajólico’ fue acuñado en 1971 por el pastor protestante Wayne Oates, en su libro autobiográfico Confesiones de un ‘trabajólico’. El texto habla de aquellas «personas cuya implicación en el trabajo se vuelve tan excesiva que perturba o interfiere su salud física, su felicidad personal y sus relaciones interpersonales». Oates advirtió que esta suerte de síndrome, aprobado por la sociedad, se volvería una adicción.
A diferencia del que trabaja mucho en un período determinado de tiempo, o del que debe extender su jornada laboral para aumentar un ingreso que no alcanza, el psicólogo estadounidense Bryan Robinson describe al adicto al trabajo como «una persona que se autoimpone exigencias, que es incapaz de regular sus hábitos de trabajo y que se excede en él hasta el punto de excluir actividades de su vida no laboral».
Una vida sin ocio
En un estudio realizado en 1998 entre 11.000 adultos canadienses, uno de cada cuatro se definió como ‘trabajólico’. De ellos, el 58 por ciento dijo sentirse bajo el estrés de tener que hacer más de lo que podía, en comparación con 29 por ciento de los no ‘trabajólicos’. Casi la mitad se sentía atrapado en una rutina, en comparación con un tercio de su contraparte, y cerca del 60 por ciento dijo no tener tiempo para entretenerse, a diferencia del 30 por ciento de los no ‘trabajólicos’.
La familia de una persona que padece esta adicción debe lidiar con un individuo que no está emocionalmente disponible. «Sus hijos suelen crecer sin poder establecer una relación sólida con ellos, mientras que sus parejas sufren la sensación de abandono y soledad», dice el informe.
Sin embargo, para muchos, el sumergirse en sus labores es fuente de placer y recompensa emocional, porque hay un impulso interno que los lleva a aferrarse al trabajo.
«Otros refuerzos son la recompensa económica, el reconocimiento social y la satisfacción psicológica y fisiológica», dice Mark Griffiths, profesor de la Unidad Internacional de
Investigación en Juegos de Azar de la Universidad de Nottingham Trent (Inglaterra), en un artículo publicado en la última edición de la revista de la Sociedad Británica de Psicología.Hay que hacer una pausa
El psiquiatra Humberto Guajardo, profesor de la Universidad de Santiago de Chile, destaca que después de ocho o nueve horas de trabajo la curva de rendimiento decrece.
El descanso y la distracción son necesarios para un funcionamiento cerebral óptimo.
Trucos para salir del problema
Una persona ‘trabajólica’ puede ensayar estos trucos para empezar a luchar contra su adicción: almorzar sin contestar el celular ni ver los correos; desterrar el computador portátil de la cama y no revisar correos los fines de semana, y hacer una lista de tareas pendientes. Es clave limitar a un máximo de cinco los asuntos laborales que se evacuarán en el día, con el fin de establecer prioridades y reconocer que hay temas más importantes que otros. Sin duda, el primero de ellos será empezar a descansar del trabajo.
Síntoma de otros problemas
Las personas que son genuinamente adictas al trabajo pueden dejar de serlo simplemente con proponérselo. Así lo asegura Mark Griffiths, profesor de la Unidad Internacional de Investigación en Juegos de Azar de la Universidad de Nottingham Trent, de Inglaterra. «Estas personas necesitan consultar al especialista para que les ayude a lidiar con los otros problemas de su vida cotidiana que las hacen abocarse al trabajo en exceso», dice.
Identifique si es ‘trabajólico’
Diez señales de que algo va mal
1. Está siempre apurado y muy ocupado.
2. Teme delegar tareas o pedir ayuda para no parecer incompetente.
3. Nunca está completamente satisfecho con los resultados.
4. Su trabajo pone en riesgo sus relaciones personales.
5. Se autoimpone plazos que lo obligan a asumir una carga de trabajo más allá de lo razonable.
6. Nunca está quieto. Se siente culpable o inútil si no está haciendo algo productivo.
7. Tiene episodios de ‘desconexión’ en la oficina, en los que deja de prestar atención al aquí y al ahora.
8. Es impaciente e irritable. Detesta esperar.
9. Busca su autovaloración a través del rendimiento.
10. No tiene tiempo para usted mismo, no hace ejercicio, no se alimenta bien ni descansa.
Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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