Van pasando los meses y mis limitaciones de tiempo hacen que vaya quedando en el tintero la explicación de una noción que me han pedido insistentemente los lectores del blog: la pertenencia. Dado que mi disponibilidad de cronos no creo que varíe demasiado he decidido, una vez más, enseñar a pescar en vez de dar el pescado. Quiero compartir con ustedes los autores, a partir de los cuales, llegué a tomar conciencia de la importancia central de la noción de «pertenencia» como constitutivo de la identidad.
El primer autor o autores son León y Rebeca Grinberg, ambos pertenecen a una generación de oro de psicoanalistas argentinos que me ha hecho sentir profundamente orgulloso de nuestros intelectuales. Ellos ocupan un lugar de relieve entre José Bleger, Heinrich Racke, R.Horacio Etchegoyen, Pichon Rivière, Arminda Aberastury, David Liberman, etc. Demás está decir que no comparto, con muchos de ellos, la ontología última de la tela con que han armado el vestido de la ciencia psicológica. Sin embargo, esto no quita que los vestidos que han logrado sean magníficos resultados de prestigio internacional y que se ajustan ceñidamente a la realidad del hombre. Todo esto porque han sido infatigables investigadores de contacto permanente y sintético con el objeto de su ciencia: el hombre y su psiquis.
Vaya entonces, en esta primera entrega, la introducción al libro Identidad y Cambio de León y Rebeca Grinberg.
En los comentarios discutiremos las nociones usadas, nuestras diferencias respecto del texto, las mías y las de los comentaristas, y las cuestiones de vocabulario que causen problema simplemente pidan aclaraciones y yo iré dando definiciones y construyendo un lexicon, poniendo también en contexto tales palabras.
Introducción
El hombre ha dirigido en este siglo su interrogación hacia sí mismo, tanto en el nivel individual como en el social. «El hecho de dominar al mundo sin haber podido ser dueño de sí mismo crearía la peligrosa posibilidad de una orgía destructiva en masa»[1].
Este puede ser uno de los motivos que llevaron a afirmar que «el estudio de la identidad en nuestra época es tan estratégico como fue en tiempos de Freud el de la sexualidad»[2].
Muchos son los interrogantes que se suscitan cuando se intenta analizar a fondo el concepto de identidad. ¿Cuál es la naturaleza de lo que llamamos identidad? ¿Es una estructura? ¿Es un símbolo? ¿Es un vínculo? ¿Es una fuerza que mantiene la cohesión del self? ¿Es una relación entre múltiples relaciones? ¿Es un sentimiento? ¿Es la expresión de una fantasía inconsciente específica? ¿Es como uno se ve, o como es visto por los demás? ¿Es, una combinación de ambas perspectivas, o algo más, o distinto? ¿Existe desde el comienzo de la vida, o se va consolidando paulatinamente en el curso de la evolución? ¿Qué papel desempeña el cuerpo en el sentimiento de identidad? ¿Son conceptos intercambiables individuación, mismidad e identidad? En caso de no serlo, ¿cuáles son sus diferencias?
Por otra parte, ¿qué relaciones tiene con el cambio y no-cambio? ¿Cuál es el límite de cambio tolerable sin que la identidad se dañe irreparablemente? ¿Qué ocurre frente a los cambios del ambiente exterior, del cuerpo o de la mente?
Y, encarándolo desde otra perspectiva, ¿cuál es el resultado de la presión de estímulos provenientes de instituciones, organizaciones o sociedades que atacan la identidad?
Hasta no hace mucho tiempo la mayoría de los individuos parecía aceptar sin cuestionar, o por lo menos sin excesivo análisis, sus respectivas identidades. Algo similar ocurre con el cuerpo y los propios órganos: cuando funcionan en forma estable, parecen no existir. Sólo los niños pequeños, los adolescentes, los filósofos, los artistas y alguna personas enfermas se preocupaban constantemente por los problemas que les planteaba su identidad.
Pero en la época actual, y en función de los vertiginosos cambios que se suceden en el ámbito socio-político-económico, la identidad ha pasado a ser preocupación de primera magnitud para todos sin excepción. Cada cual necesita replantearse muchas veces quién realmente es. Ese mismo cuestionarse es ya una parte importante del proceso de adquisición del sentimiento de identidad.
Por nuestra parte, el tema de la identidad despertó nuestro interés hace mucho tiempo y nos hemos ocupado de él tanto en forma separada como conjunta en distintas conferencias, artículos y publicaciones, algunos de los cuales aparecen en este libro.
La elaboración de nuestras respectivas ideas desarrolladas en esos trabajos nos llevó, hace unos años, a la presentación de una comunicación ante un Congreso Psicoanalítico Latinoamericano, en la que planteamos por primera vez nuestra concepción acerca de la adquisición del sentimiento de identidad como resultante de un proceso de interrelación continua entre tres vínculos que hemos denominado vínculos de integración espacial, temporal y social respectivamente. Esta idea —que nos parece central— se encuentra contenida en forma implícita en la mayor parte del libro, pero la hemos expuesto y desarrollado explícitamente en los capítulos tercero, cuarto, quinto y octavo. El vínculo de integración espacial comprende la relación entre las distintas partes del self entre sí, incluyendo el self corporal, manteniendo su cohesión y permitiendo la comparación y contraste con los objetos; tiende a la diferenciación self-no self: individuación. El vínculo de integración temporal comprende las relaciones entre las distintas representaciones del self en el tiempo, estableciendo una continuidad entre ellas y otorgando la base del sentimiento de mismidad. El tercero o vínculo de integración social es el que se refiere a la connotación social de la identidad y está dado por la relación entre aspectos del self y aspectos de los objetos mediante los mecanismos de identificación proyectiva e introyectiva.
Este vínculo de integración social, con todas sus vicisitudes, presenta en la actualidad una importancia decisiva, dadas las características específicas que connotan una organización social en crisis con las implicaciones inherentes a las situaciones de cambio de sus estructuras fundamentales.
La capacidad de seguir sintiéndose, el mismo en la sucesión de cambios forma la base de la experiencia emocional de la identidad. Implica mantener la estabilidad a través de circunstancias diversas y de todas las transformaciones y cambios del vivir.
Pero la evolución de cada individuo es una serie ininterrumpida de cambios, pequeños y grandes, a través de cuya elaboración y asimilación se va estableciendo el sentimiento de identidad, ya que la falta de crecimiento y de cambio es equivalente al estancamiento psíquico y a la esterilidad emocional: en otras palabras, a una muerte psíquica.
Sin embargo, existen circunstancias en que el sujeto puede no tolerar los cambios que ocurren en sí mismo o en la realidad. Esto puede hacer que tambalee su sentimiento acerca de la «identidad» del mundo externo y, concomitantemente, el sentimiento de identidad del self. Eso lleva entonces a una angustia frente al cambio que determina la necesidad de reasegurarse de que todo permanece igual, de que las estructuras no se modifican, ya que eso implica para ese tipo de individuos una amenaza a su sentimiento de identidad. La tendencia o necesidad de evitar cambios puede alcanzar, en ocasiones, un alto grado de patología, llevando a una compulsión a la repetición, a la necesidad de conservar a cualquier costo (a veces la neurosis misma, la enfermedad somática, la psicosis) los aspectos y modalidades de la realidad y del self que no se quiere exponer al cambio.
La consolidación del sentimiento de identidad depende no solamente del mundo interno del individuo sino también de una serie de factores sociales y económicos que pueden obrar en el sentido de facilitarla u obstaculizarla.
Acontecimientos que impliquen cambios sociales importantes pueden convenirse en factores desencadenantes de reacciones de extrema angustia, porque son vividos por muchos individuos como pérdidas o amenazas de pérdida de aspectos de la identidad del self.
El cambio implica inevitablemente una incursión en lo desconocido, comprometerse con hechos futuros que no son previsibles y afrontar sus consecuencias. Inexorablemente esta situación provoca dudas, sentimientos de ansiedad y depresión, y la tendencia a aferrarse a lo conocido y familiar para evitar lo nuevo.
Un enfoque actual del campo político-social, económico y aun científico, nos muestra un panorama sumamente complejo, confuso y confusionante. El desarrollo tecnológico ha adquirido un impulso que nunca había tenido antes y que la mente humana no puede absorber al mismo ritmo. La terrible velocidad de las comunicaciones en todo el mundo hace que el individuo esté recibiendo simultáneamente gran cantidad de mensajes desde toda clase de distancias, de distinta calidad y carácter, que no puede metabolizar ni sintetizar. Por el contrario, se transforman en mensajes que pueden llegar a ser ambiguos o contradictorios. El «ambiente» se hace muy vasto desde una edad muy temprana. La «comunicación masiva» que lleva a la incomunicación, la publicidad de toda clase, el uso estupefaciente de la televisión, la alienación creada por las condiciones de trabajo, la violencia —en todas sus expresiones— como pautas culturales intrusivas, y los sistemas represivos de toda clase son algunos de los muchos factores responsables de la confusión alienante del sentimiento de identidad que, por actitud reactiva o defensa desesperada, empuja — a veces— a una elección compulsiva de una determinada ideología para salir del caos y evitar el peligro del derrumbe de la identidad.
De acuerdo con las características de los individuos que las profesan, el uso de las ideologías podrá quedar fijado a mecanismos muy primitivos de la evolución, mostrando idealizaciones y disociaciones extremas. Contrariamente a los anteriores, otros individuos se caracterizan por un uso más evolucionado y elaborado de las ideologías: éstas no están saturadas, sino abiertas al desarrollo, con tendencias reparadoras en las que predominan la preocupación y la responsabilidad por la vida y el destino del individuo y de la comunidad; luchan contra los sistemas esterilizantes y estimulan el cambio.
Asumir en forma madura una identidad basada en una ideología progresiva que tiende al conocimiento, presupone también un duelo, porque implica la ruptura de estructuras establecidas e «identidades» previas para reintegrarse luego de una manera diferente. Constituye un verdadero cambio revolucionario porque el individuo tiene que pasar por la experiencia dolorosa de períodos de desorganización de sistemas psíquicos, estructuras establecidas y vínculos objetales, para integrarse en una reorganización que lo lleve a configurar una nueva identidad. Creemos que tales experiencias son momentos creativos que rescatan lo auténtico y enriquecen la condición de «ser uno mismo» para sí y para los demás.
[1] Guntrip, H.: Estructura de la personalidad e interacción humana, Buenos Aires, Paidós, 1965.
[2] Erikson, E.: «The problem of Ego Identity». J. Am. Psycho-Anal. W, 1956.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Según aprendí, una ideología se deduce de un marco teórico cerrado que no permite diálogos con otras ideas que no pertenezcan a ese marco. Una ideología entonces sería por ej. el marxismo o el liberalismo. Si es así, entonces aquellas personas que se fanatizan con la adhesión a alguna ideología, en realidad, ¿ estarían buscando su propia identidad o asumiéndola desde un lugar absolutamente cómodo que llevaría a la persona a no asumir ninguna responsabilidad hacia sí mismo y mucho menos hacia la sociedad en la que participa?
Bien Susanita, muy bien, has descrito bastante acertadamente el aspecto psicológico de una ideología. Las ideologías son sistemas cerrados que exigen una permanente tensión de autoconfirmación respecto del sistema. Deja de importar la realidad, por el contrario, lo único importante es que todo encaje en el sistema. Obviamente que para que todo encaje tiene que haber una voluntad de sistema que tenga la pretensión de hacer encajar todo en el sistema, esa voluntad de sistema no es otra cosa que un yo que se pone como centro y el sistema es su habitat.
Holas…, la verdad que entraba por otra cosa, pero veo que hay un mail particular así que ahí me dirigiré. Aprobecho para agradecer la biblioteca y ya que estamos leemos el textito.
Me surge preguntar si cualquier ideológia puede tener este uso digamos positivo que sirva para afirmar la propia identidad y ¿que es lo hace que un sistema ideológico sirva a tal afecto en vez de ser una causa mas de alienación de la identidad?
Por otro lado se me ocurre ..¿ es posible que la religión actúe psicologicamente como una ideología?
En mi opinión, el fundante último de la ideología como tal no son tanto los contenidos de la misma cuanto la pretensión de ordenar la realidad hacia el sistema y no el sistema hacia la realidad.
Una ideología puede servirte «un tiempo» para rescatarte de estados más alienantes, pero si te estancás en la ideología ella misma se vuelve alienante. Por ejemplo, supongamos que un chico de un villa rodeado de un ambiente que lo tira para abajo todo el tiempo de repente descubre «los ideales» del marxismo. Ciertamente que el marxismo y sus ideales lo rescatan de la posibilidad de animalizarse consumiendo paco y hasta le dan un horizonte diverso a su vida. En ese caso la ideología afirma una cierta identidad, que no sé si todavía es la «propia identidad», pero seguro que es más sana que la de un adicto.
Ahora bien, si el horizonte de esa persona se cierra absolutamente sobre la ideología, y no avanza, y no la considera como algo útil en un momento determinado, entonces la ideología se vuelve despersonalizante.
Usando tus palabras «lo que hace que un sistema sirva para afirmar la propia identidad» es en realidad un conjunto de medias verdades, o verdades locas, como las llamaba Chesterton. Son verdades buenas, pero sacadas de quicio, en el marxismo, por ejemplo, la pretensión de igualdad. Que es algo bueno y hace bien a la identidad de una persona… hasta que tiene los elementos para darse cuenta que esa verdad está sacada de quicio en el marxismo, justo en ese punto, en el que tiene la posibilidad de tomar conciencia del desquiciamiento de la ideología, si no lo hace y decide estancarse ahí, justo allí es cuando la ideología de personalizante pasa a ser alienante para una persona en concreto.
Por supuesto que la religión se puede comportar como una ideología, hay modos limitados de predicar y vivir la religión, modos muy influidos por lo humano, que al igual que con la ideología, al principio hacen bien pero si uno no los supera terminan haciendo mal. Por darte un ejemplo, la función del director espiritual para una persona en particular, según la doctrina de muchos, tiene ribetes profundamente ideológicos. Desgraciadamente las personas quedan atrapadas en simplismos altamente perniciosos para ellas que las terminan apartando de Cristo, en definitiva.
Gracias!
Mi impresión personal es que la propia identidad debe ser descubierta y formada en forma continua, es decir por un lado creo que implica un centro constante e inmutable, una “postura o forma de posicionarse” que de alguna forma nos es dado y en ese sentido puede ser descubierto, al menos en abstracto, con una mirada introspectiva de un mismo, pero al mismo tiempo creo que los cambios y conflictos que en los diferentes ordenes de la realidad se van sucediendo pueden servir para formar y reconstruir esa identidad, las mas de las veces reafirmando la idea que de nosotros mismos tenemos, pero a veces, incluso reformulando esa idea…cuestión un tanto compleja, porque ¿Cómo diferenciar una reformulación de una idea de una traición a uno mismo?
En particular y desde el punto de las ideologías, en tanto que sistemas cerrados de ideas o valores, entiendo que pueden servir como un prisma en el cual ver reflejado aquello que uno considera más propio e intimo y que puede ser la propia identidad, lo difícil me parece es no confundir a ese sistema con el propio yo o la propia persona, sobre todo cuando los conflictos que la realidad te pone son conflictos con el sistema de ideas y valores que han servido para formar una identidad… igual supongo que es algo que depende del caso concreto y que no se puede analizar así en abstracto.
Comparto con vos todo lo que decís, está muy bueno y lo expresás con mucha claridad. Tu pregunta es extremadamente difícil de responder, más que en abstracto, en una persona en concreto sobre todo. Mucho más si uno se da cuenta que construir la propia identidad es como construir una casa o un edificio al revés. De lo más superficial, hacia lo más profundo. Desde el techo, hasta los cimientos. Por extraño que parezca, cuando se construye identidad, los distintos estadios por los que se pasa son siempre menos profundos que el próximo, si verdaderamente se está creciendo. Es como si comenzáramos por poner el techo, después las paredes y después los cimientos, después la tierra en la que se afirma los cimientos, después el sistema solar que hace posible la tierra tal como la conocemos, después el universo que hace posible el sistema solar, and go on again and again. Ese es el misterioso camino del crecimiento verdadero de la identidad, que no es propiamente ganar en desarrollo, en expanderse hacia adelante, eso es otra cosa, es plenificar potencialidades. No, por el contrario, crecer en identidad es ir hacia abajo, ganando fundamentos, ganando cimientos, que siempre estuvieron e hicieron posible nuestra identidad, pero que nunca los “pusimos” en nuestra Weltanschauung, y cuando los “ponemos” se sacude todo el edificio, entramos en “crisis”, parece que se va a caer, pero en realidad estamos haciendo lo más sano que podíamos hacer: CRECER… para abajo… no en ramas y hojas (aunque también pueda ser importante)… sino en raices.
Al final no te respondí ¿Cómo diferenciar una reformulación de una idea de una traición a uno mismo?, pero con la anterior respuesta casi están los elementos para poder responder…
Ja, ta perfecto… No siempre que uno formula una pregunta es porque busque una respuesta, hay veces que las preguntas sirven como carta de presentación, es decir, por ahí una sola pregunta que alguien formula dice más de sí que un montón de afirmaciones o aseveraciones que pueda emitir., Igual, tampoco es exactamente el caso (aunque algo hay), simplemente no estaba requiriendo respuesta sino tan solo compartiendo pregunta.
Any way, comparto lo de la estructura descendente en la construcción de la identidad, pero le agrego en ese “Crecer para abajo”, si se quiere en cuanto “método” (aunque no creo haya métodos del tipo que se encuentran en manuales), un ejercicio dialectico, de prueba, contraste, error., Prueba, contraste, acierto y sucesivamente… quizá sea fatigoso y en ciertas veces desalentador (sobre todo cuando la curvatura del espiral que, más que proponer, elijo, la hacen verse un completo circulo), y quizá y ya que tamos en tema, las o alguna ideología, (incluso independiente de su contenido aunque velemos que sea el más sano o el menos enfermable y enfermante posible) sea preferible… al menos “por un tiempo”, como dice usd., Es decir, sin duda que un puñado de certezas “de afuera” son mejores cimientos que un surtidor de lacerantes dudas que mane desde dentro, sobre todo desde el punto de vista de la eficacia y de ese crecer en sentido de expandirse que usd. formula, y que indudablemente es necesario…o más bien urgente. Pero, siempre hay un pero (y aunque sea en consuelo de pobre), digamos que las certezas tienden a solidificarse, a entrecruzarse y enmarañarse de forma tal que se impermeabilizan y a fin de cuentas, si de lo que se trata es de crecer pa bajo, de raíces y ese tipo de cosas, bueno, pues que pueden terminar siendo un obstáculo.
Por otro lado y desde la perspectiva del ansiado espiral y de la lacerante duda…como que algunas certezas también hay y lo interesante es que se vuelven más tangibles y por sobre todo más inevitables, por ejemplo: la certeza de que tarde o temprano he indefectiblemente, y quizá imprevistamente… se te doblan las rodillas y quedas postrado y de frente a una cruz.
A partir de eso, también se puede Crecer y no solo pa bajo. Por lo menos… así lo veo yo!, como diría san Filipo-a quien no le dieron mucha bola en este mundial. Mal Hecho!
Solo una cosa en el tintero., La Weltanschauung?, Sorry but, can`t understand… siempre encontré algún boliche o algún shoping más cerca que el Goethe institut, paradojicamente también siempre encontre más placentero a Fausto u a otros que al boliche o al shoping… pero no siempre tuve el valor de reconocerlo.
Welt (mundo) anschauung (parecer experiencial, mirada)=cosmovisión
La lógica prueba-error es el motor de toda pedagogía.
El drama de crecer para abajo, y de la lacerante duda, como vos la llamás, es que para ponerle paredes a un techo, por un momento, tenés que suspenderlo en el aire. No importa lo profundo que uno haya fundado identidad el paso al próximo estadio te hace sentir «suspendido en el aire» y sin «hacer pie en nada».
Y sí, también es cierto, si como dijimos la identidad se construye de lo superficial hacia lo profundo hay toneladas de cosas que absorbemos de un modo directo desde afuera y que en algún momento tenemos que decidir si las apropiamos o las expulsamos de nuestra identidad.