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El cuento del gen homosexual

Por GERARD J.M. VAN DEN AARDWEG


Gerard J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por laUniversidad de Amsterdam, es especialista en terapia de la homosexualidad y cuenta con una amplia experiencia profesional en este campo. Actualmente ejerce la psicoterapia en Aerdenhout (Holanda). Ha impartido cursos en la Universidad de Brasil y publicado numerosas publicaciones científicas en Europa y Estados Unidos.
Existe una fijación en entender la homosexualidad como innata. Mucha gente la continúa considerando como algo anormal y creen todavía que se nace “de esta manera”.[1]
Que yo sepa, no existe ningún sondeo de opinión fiable entre los médicos, pero sospecho que gran número de ellos asumen la existencia de alguna causa hereditaria o física. Los psiquiatras americanos, en cambio, tienden a verlo como una interrupción o bloqueo en el desarrollo psicosexual de cada individuo, y no se fijan tanto en las causas físicas o hereditarias[2]. Sin embargo, el impacto de su opinión sobre el conjunto de la institución científica oficial está lejos de ser decisivo. De hecho, en 1973, el Consejo Directivo de la Asociación Americana Psiquiátrica reemplazó la definición de homosexualidad como “trastorno” en su Manual de Diagnóstico oficial por el término neutral de “condición”. Esto ocurrió después de la intensa presión por parte de grupos de homófilos militantes.
Es comprensible que las personas con tendencias homosexuales noten frecuentemente sus impulsos como algo biológicamente muy arraigado, como si fuera un instinto muy fuerte. Además, el percibirse a sí mismos como diferentes estaba ya presente en la juventud, aunque en esa época no les preocupase realmente su sexualidad. Con frecuencia no se comportaban como los compañeros de su misma edad y sexo; tenían intereses distintos, gustos o aversiones diferentes. A menudo, se veían a sí mismos desplazados antes de ser conscientes de sus primeras inclinaciones homosexuales. Por tanto, empezaron a pensar que su naturaleza debía ser diferente en algo, como si pertenecieran a un “tercer sexo”. Refuerza este planteamiento la tendencia a glorificar el “ser diferente a los demás”: algunos llegaron a creer que su sexualidad era signo de un talento emocional especial, que les dota de más sensibilidad que las “aburridas” personas normales. El sentimiento de inferioridad se convierte en una ilusión de superioridad, pero siempre basándose en la creencia de una disposición innata. En un análisis más profundo, los intereses artísticos de los varones homosexuales se explican mejor por la educación y por factores ambientales. Algunos buscan actividades “blandas” y los asuntos carentes de osadía, y alimentan una aversión hacia las cosas más “duras”, más “viriles”. Verse a sí mismos sensibles es típico de muchos neuróticos; esto tiene que ver con un ego quisquilloso, como veremos luego.
La creencia en la causa hereditaria y en otras causas físicas operantes después del nacimiento llevan al pesimismo en lo que se refiere a plantearse un posible cambio. Las personas con tendencias homosexuales que quieren continuar siéndolo son los seguidores más fieles de la presunta “base biológica”. Por ejemplo: según los miembros de una “iglesia gay” americana, la homosexualidad es una forma de amor creada por Dios. ¿Iría entonces en contra de los principios del Creador?
La teoría hereditaria sobrevive gracias a los esfuerzos de los homófilos militantes y de sus protectores libertarios, a pesar de la creciente evidencia de lo contrario. Repetidas veces se ha hecho pública una investigación que apoya la idea de normalidad. Por consiguiente, los estudios sobre la homosexualidad deben verse con sano sentido crítico, especialmente si proceden de ambientes favorables a la homosexualidad. Un ejemplo reciente es el informe de Bell y sus colaboradores[3], que defiende que es altamente probable la existencia de una base biológica de la homosexualidad; y entre las conclusiones, los autores diseñan la moral con la que los padres deberían educar a sus hijos “de acuerdo con su naturaleza”. Esto significa que los niños con tendencias homosexuales necesitan un tratamiento específico (favorable a la homosexualidad, por supuesto), como si su presunta preferencia fuera un hecho consumado desde el principio y claramente visible por los padres. Su trabajo es una manipulación de la opinión pública; de hecho, uno de los autores es reconocido por su postura prohomosexual. Las estadísticas recogidas por los investigadores no tienen nada que ver con datos biológicos, sino con la niñez y el comportamiento en general y social de los homosexuales que actúan como tales. En ellas se refleja que esas personas se sentían aisladas de sus compañeros de juegos, lo cual, si bien es una prueba de evidencia en sí misma, no dice nada respecto de la biología.
En los años setenta era usual, entre los homosexuales europeos más sofisticados, citar el estudio de Schofield[4] como prueba de la existencia de una variante normal (y presumiblemente innata) de homosexualidad. Su estudio no se centraba en la normalidad o anormalidad, sino en la adaptación social y, más específicamente, profesional. Se identificaba así a un subgrupo de hombres homosexuales bien adaptados, pero no por ello se justifica ninguna conclusión acerca de la normalidad o anormalidad sexual. En otro caso, un estudioso del problema no encuentra diferencias en las puntuaciones de algunos test de personalidad entre homosexuales y heterosexuales. Como es de esperar, esto es interpretado por algunos como evidencia de la normalidad de la condición homosexual. De todos modos, si nos fijamos en lo que realmente mide el test –o pretende medir- descubrimos que demuestra que el factor homosexual no está directamente relacionado con la normalidad psicológica, ni con el hecho de que tal forma de sexualidad pueda ser llamada “una variación” normal.
HORMONAS.
Los términos “normal”, “biológicamente arraigado”, “hereditario”, “innato” y “por causa físicas” son a menudo intercambiables, pero no lógicamente equivalentes. El que la homosexualidad no pueda ser normal desde un punto de vista lógico y biológico lo examinaremos más adelante, pues debemos, en primer lugar, tratar la cuestión de las posibles causas físicas, hereditarias o no hereditarias.
¿Son tal vez las hormonas?, se pregunta mucha gente. No, según la opinión de un experto en este campo como Perloff, quien escribió en 1965: “Es un fenómeno puramente psicológico… y no puede ser cambiado por sustancias endocrinas (hormonas)”[5]. Esta afirmación aún es válida. Es verdad que, de forma ocasional, se ha encontrado una reducida concentración de hormonas sexuales masculinas (testosterona) en la sangre de hombres con tendencias homosexuales, en comparación con hombres heterosexuales sin dichas tendencias[6], en las mismas cantidades que grasas y productos metabólicos de hormonas adrenérgicas o supararrenales[7]. Pero Tales resultados no deben ser interpretados precipitadamente –como ya se ha hecho- para apoyar la teoría de que la homosexualidad deriva de peculiaridades hormonales. ¿Por qué no? Porque esta clase de diferencias de concentraciones hormonales anormales entre hombres con tendencias homosexuales no han sido encontradas por otros investigadores. En el período de 1972-1976 se pueden contar, al menos, seis estudios que no han encontrado valores hormonales anormales en los grupos homosexuales[8]. Tales diferencias están, a veces, conectadas presumiblemente con las características específicas de los grupos bajo estudio y, por tanto, no son universalmente válidas. Se pueden explicar muy sencillamente como diferencias específicas entre los grupos con distintas inclinaciones sexuales, en lo que se refiere a hábitos de comida y bebida, hábitos de vida y trabajo, estado civil, actividad profesional o el ejercicio deportivo; y promovidas por factores tales como el uso de drogas o medicinas, o diferencias de edad. También se ha señalado que los pequeños cambios hormonales encontrados pueden ser el resultado y no la causa de una determinada orientación sexual.
En un grupo de hombres con tendencias homosexuales, Evans encontró diferentes valores para los productos metabólicos de hormonas suprarenales, grasas, y un producto metabólico asociado con el desarrollo muscular; además, fijó distintos valores para pesos y fuerzas musculares diferentes, pero no localizó ningún valor que se debiera a hormonas sexuales[9]. Él opina que un factor, al que llama “desarrollo muscular reducido” contribuye al desarrollo de una propensión a la homosexualidad. Este estudio es uno de los pocos que se ha encontrado con algo parecido a un factor específico de los hombres homosexuales. Por ello, debemos examinarlo más de cerca y así ver cómo deben ser evaluados resultados de este tipo.
Como cualquier estudio científico, el de Evans no es interesante hasta que sus resultados se repitan en otros grupos. No es posible establecer una relación entre ese factor y la tendencia homosexual antes de haber obtenido una serie de datos comparables de diversas muestras. Supongamos, por un momento, que se descubren en el futuro una serie de resultados análogos que se confirman mutuamente; lo que no es probable y, aunque lo fuera, no constituiría un argumento convincente a favor de una causa física. Así, la posible correlación entre homosexualidad y “debilidad muscular” puede significar que los chicos con un crecimiento muscular deficiente corren un riesgo más alto de convertirse en desviados sexualmente a causa de su sentimiento de inferioridad. Esto podría ser un ejemplo del fenómeno de “inferioridad orgánica” descrita por el conocido psiquiatra Alfred Adler. Un niño puede desarrollar sentimientos de inferioridad a causa de alguna mengua o retraso físico y, como veremos, su sentimiento de inferioridad durante la juventud por la apariencia física, la conformación del cuerpo y otros aspectos similares, es lo que puede motivar un desarrollo de tendencia homosexual. De todas maneras, quizá nuestra explicación de este caso sea poco probable, y tan sólo significaría que los hombres con tendencias homosexuales son menos propensos a los movimientos corporales de cierto tipo, practican menos cierto tipo de deportes, comen más, o consumen más grasa que os otros hombres. Esta explicación apenas sorprende y estaría en línea con los modos de vida que se observan en muchos que tienen tendencias homosexuales.
Que la causa de la homosexualidad no se encuentra en hormonas sexuales desviadas está demostrado además por el hecho de que los individuos con desviaciones hormonales, producidas por trastornos funcionales de las gónadas, no sufren, necesariamente, anormalidades en el desarrollo sexual. Por ejemplo: los hermafroditas (personas con características físicas de ambos sexos causadas por deficiencias genéticas) que son biológicamente, genéticamente, hembras, tienen un exceso de la hormona sexual masculina (testosterona) desde la fase embrionaria, pero eso no les predestina al lesbianismo[10].
Todo parece indicar, entonces, que las hormonas sexuales no pueden ser las culpables; puesto que las hormonas están producidas según dictan los cromosomas, las hormonas sexuales de las personas con tendencias homosexuales indican un funcionamiento normal de los cromosomas del sexo.
HERENCIA.
Los cromosomas sexuales, estructuras moleculares extremadamente complejas que contienen información hereditaria transferible, permiten ser examinados directamente en el laboratorio. Consta que los hombres y las mujeres homosexuales tienen cromosomas masculinos y femeninos normales, respectivamente.[11] Esto es, tenemos que asumir que todos los órganos y  funciones conectados con la sexualidad, desde la anatomía de los órganos a los centros sexuales del cerebro –la “infraestructura” entera de la sexualidad-, son normales por herencia. Por tanto, la teoría de una sexualidad desviada innata, o una preferencia sexual innata no puede sostenerse.
En el caso de que se prefiera, sin embargo, atenerse a la teoría de un posible factor hereditario, habría que asumir, que éste sea tan sólo una propensión que facilite el desarrollo homosexual. Un factor de este tipo era el que Kallmann tenía en la mente en 1958 para explicar los resultados de su investigación con gemelos de tendencias homosexuales varones idénticos y no-idénticos (mono y dicigóticos)[12]. Descubrió que todos los hermanos gemelos monocigóticos entre los tendencialmente homosexuales de su grupo tenían también sentimientos homosexuales, aunque no exactamente en el mismo grado. Pero sólo el 12% de los gemelos no-idénticos (dicigóticos) de los varones con inclinaciones homosexuales no tenían intereses homosexuales. El 100% de similitud y concordancia en la homosexualidad en monocigóticos, personas con un carácter genético completamente idéntico, no es, sin embargo, algo universal sino una consecuencia del método de muestreo de Kallmann. Después de él, series enteras de parejas de gemelos idénticos han sido examinadas a fondo, de las cuales un miembro tenía tendencias homosexuales y el otro heterosexuales.[13] Además, existe una conciencia creciente de que este tipo de investigación sobre gemelos, fascinante en sí misma, no permite decidir si una propiedad o una variable de la personalidad está determinada por la herencia. Los resultados obtenidos así (como los de Kallman) se explican por la educación de la niñez y por factores ambientales, o por factores psicológicos, tales como el alto grado de identificación mutua tan sorprendente en los gemelos. Que se debe buscar una explicación en esta dirección es evidente por la alta concordancia en la homosexualidad encontrada por Kallman en sus dicigóticos (12%). Ésta es mayor que la concordancia homosexual entre los que tienen tendencias homosexuales y sus hermanos no gemelos. Los dicigóticos difieren entre sí en su estructura genética como cualquier pareja de hermanos no gemelos. En otras palabras, la gran similitud de la homosexualidad en los dicigóticos tiene causas no genéticas. Para ellos, la explicación podrá ser también la intensa identificación mutua, en comparación con la de los hermanos no gemelos, es decir, su sentimiento de ser el alter ego del otro, y el hecho de ser tratados y considerados de idéntico modo en el ambiente que les rodea.
Existen lagunas en el estudio de Kallmann que no necesitan ser examinadas aquí (una explicación detallada se puede encontrar en otro sitio)[14]. Aquí, quiero apuntar que los datos de Kallmann no pueden ser usados para una teoría de la homosexualidad con base genética; además no proporcionan indicaciones sólidas para un factor de predisposición.
Hasta ahora, ningún factor genético –sexual o de otro tipo- ha sido descubierto como elemento diferenciador de personas con tendencias homosexuales. Algunos investigadores mantienen abierta la posibilidad teórica de un factor genético u hormonal, aún no descubierto, por el que se identifique, al menos, un subgrupo de personas con tendencias homosexuales. Supongo que tienen en la mente a hombres homosexuales que impresionan por su afeminamiento, o a mujeres lesbianas que lo hacen por sus modales masculinos. Pero, en realidad, no atribuyen gran influencia a ese factor teórico, ya que afirman al mismo tiempo que las causas principales no están en las hormonas o en los genes. Masters y Johnson adoptan esta postura[15]. Estos científicos sociales de la escuela de Kinsey, a pesar de que opinan claramente que la conducta homosexual es normal y plenamente aceptable, afirman:
“Es de vital importancia que todos los profesionales en el campo de la salud mental tengan presente que el hombre o mujer homosexuales son fundamentalmente un hombre y mujer por determinación genética y que tienen tendencias homosexuales por preferencia aprendida”.
Probablemente, para evitar la acusación de tener prejuicios, se apresuraron a agregar que tampoco la preferencia heterosexual se da sobre una base genética; afirmación acrítica que se puede refutar fácilmente. Su llamada a “todos los profesionales en el campo de la salud mental” sobre la homosexualidad como comportamiento adquirido no debe ser olvidada; aunque rechazamos su gancho torpemente progresista sobre la homosexualidad.
La historia de la teoría de la naturaleza homosexual como condición innata – es decir, connatural- es una larga historia. Dicha teoría se ha resquebrajado lentamente y ahora no queda de ella casi nada. En su libro Changing Homosexuality in the Male, el psiquiatra L.J. Hatterer dice sencillamente:
“Los psiquiatras han llegado, por fin, a la conclusión de que los factores genéticos, hereditarios, constitucionales, glandulares y hormonales no tienen ninguna importancia como causas de la homosexualidad”[16].
En los medios de comunicación social se hizo una contumaz propaganda de supuestos hallazgos de una causa biológica de la homofilia. En 1991 se trató de una llamada particularidad en una región cerebral constatada en determinados hombres homosexuales[17]; en 1993 corrió la voz del descubrimiento de un “gen de la homosexualidad”[18]. Poco o nada de estas noticias ha superado un profundo; al contrario, los resultados de recientes investigaciones sobre gemelos han hecho cada vez más improbable una explicación a partir de la herencia[19].
En la actualidad, podemos afirmar que no hay motivo para admitir la existencia de una homosexualidad transmitida hereditariamente, o causada por desarreglos hormonales antes o después del nacimiento; tampoco son responsables desviaciones en el desarrollo corporal, en la estructura de los órganos, del cerebro, del sistema nervioso o de las glándulas. Sería demasiado largo hacer aquí una enumeración completa de los informes de investigaciones científicas relevantes: bastan las conclusiones generales. Hasta que no se demuestre de modo convincente que la persona con tendencias homosexuales tenga alguna particularidad física, hereditaria o no, que no sea efecto de su condición, podemos asegurar que ella es perfectamente normal en su perfil biológico. A medida que pasa el tiempo parece cada vez más improbable que pueda suceder algo semejante.
“También mi abuelo era homosexual”. “Dos hijos de mi tía también son así”. A veces oímos explicaciones como éstas en boca de alguno que tiene este problema emocional. Ello no indica que en sus familias exista una causa hereditaria, como tampoco podemos atribuir a los genes la responsabilidad del hecho de que el abuelo o el primo de alguno sea católico o socialista. Si en algunas familias la tendencia homosexual se presenta con frecuencia, a menudo en esas familias vemos desequilibrios en los modelos del papel de los dos sexos: los hijos son educados con géneros de papeles subdesarrollados, y ellos, a su vez, lo repiten con sus hijos. Las mujeres en esas familias pueden comportarse de una manera menos femenina y crían a sus hijas de este modo, así que se facilita el desarrollo de complejos de inferioridad de tipo homosexual. Tienen dificultades para aceptar los papeles sexuales en general, por lo que son incapaces de educar –y reconoceral niño como niño, a la niña como niña. Para los padres valen observaciones análogas. Por lo demás, la relación entre la familia y la homosexualidad es, generalmente, muy débil[20].
NORMALIDAD.
Aún debemos aclarar otro punto. Supongamos que se demuestra una causa genética o física de la homosexualidad; una peculiaridad hormonal, por ejemplo; esto no nos permitiría afirmar que la homosexualidad es algo normal. Sería necesario identificar un hipotético factor causante de trastornos o enfermedades: una desviación de los cromosomas o de las hormonas, un trastorno en el desarrollo normal psicológico, una infección o cualquier otra cosa. Es importante dejar claro esto, pues se podría pensar fácilmente que el haber nacido “así”, es lo mismo que tener una tendencia “natural”.


[1] MEILOF – OONK S. Y OTROS, Homosexualiteit: Een onderzoek naar beeldvorming en attitude bij de Meerderjarige Nederlandse bevolking, Stichting Vevordering Social Onderzoek Minderheden, Ámsterdam 1969
[2] Sick again?, en “Time”, 20 de Febrero de 1969.
[3] BELL, A.P. – WEINBERG, M.S. – HAMMERSMITH, S.K., Sexual Preference: Its Development in Men and Women, Indiana University Press, Bloomington, 1981.
[4] SCHOFIELD, M., Sociological Aspects of Homosexuality, Longmans, Green, London 1965.
[5] PERLOFF, W.H., Hormones and Homosexuality, en Sexual Inversion, al cuidado de J. MARMOR, Basic Books, New York 1965.
[6] KOLODNY, R.C. Y OTROS, Plasma Testosterone and Semen Análisis in Male Homosexuals, en “New England Journal of Medicine”, 285 (1971), pp. 1170-1174.
[7] EVANS, R.B., Physical and Biochemical Characteristics of Homosexual Men, en “Journal ofConsulting and Clinical Psychology”, 39 (1972), pp. 140-147.
[8] VAN DEN AARDWEG, G.J.M. – BONDA, J., Een netelig vraagstuk: Homofilie, geloof en psychologie, Callenbach,Nijkerk 1981.
[9] EVANS, R.B., Physical and Biochemical Characteristics of Homosexual Men, cit.
[10] MONEY, J. – EHRHARDT, A.A., Man and Woman, Boy and Girl: The Differentiation and Dimorphism of Gender Identity from conception to Maturity, johns Hopkins University Press, Baltimore 1972
[11] WEST, D.J., Homosexuality, Penguin Books, Londres 1960.
[12] KALLMAN, F.J., Comparative Twin Studies on the Genetic Aspects of Male Homosexuality, en “Journal of Nervous and Mental Disease”, 115 (1952), pp. 283-298.
[13] RAINER, J.D. Y OTROS, Homosexuality and Heterosexuality in Identical Twins, en “Psychosomatic Medicine”, 222 (1960), pp. 251-259; FRIEDMAN, R.C. Y OTROS, Psychological Development and Blood Level of Sex Steroids in Male Identical Twins of divergent Sexual Orientation, en “Journal of Nervous and Mental Disease”, 163 (1974), pp. 282-288.
[14] VAN DEN AARDWEG – BONDA, Een netelig vraagstuk: Homofilie, geloof en psychologie, cit.
[15] MASTERS, W.H. – JOHNSON, V.E., Homosexuality in Perspective (Boston: Little, Brown and Company, 1979)
[16] HATTERER, L.J., Changing Homosexuality in the Male (New York: McGraw-Hill, 1970).
[17] LEVAY, S., A difference in Hypotalamic Structure Between Heterosexual and Homosexual Men, en “Science”, 253 (1991), pp. 1034-1037.
[18] HAMMER, D. H.-HU, MAGNUSON, V.L.-HU, N-PATTATUCCI, A.M.L., A Linkage Between DNA Markers on the X Chromosome and male Sexual Orientation, en “Science”, 261 (1993), pp. 312-327.
[19] BYNE, W., The Biological Evidence Challenged, en “Scientific American”, 270 (1994), pp. 26-31. Por lo que concierne al estudio de HAMMER, D.H. (un militante “gay”) Y OTROS: uno de sus colaboradores lo ha acusado de manipulación fraudulenta de los datos de investigación. Actualmente la acusación está pendiente ante el Federal Office of Research Integrity. En cualquier caso, EBERS, G. (University of Western Notario), después de efectuar una contraprueba del estudio de Hammer, ha declarado no haber encontrado ninguna correlación entre homosexualidad y ciertos indicadores (“markers”), ni el cromosoma-X ni en cualquier otro cromosoma (“Scientific American” noviembre 1995).
[20] VAN DEN AARDWEG, G.J.M., Homophilie, neurose en dwangzelfbeklag (Ámsterdam: Polak&Van
Gennep, 1967).

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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