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El ser humano pasa un tercio de su vida durmiendo pero, pese a todo lo investigado sobre la fisiología del sueño, aún no se conoce por qué se sueña.
La ciencia reconoce que el sueño es necesario para el normal funcionamiento del organismo, y que su disminución afecta el rendimiento físico e intelectual.
Cuatrocientos años antes de nuestra era, Hipócrates, en el Libro de los Pronósticos, señalaba las consecuencias irreparables de la privación de sueño.
Los griegos lo denominaron como “el hermano de la muerte” porque pensaban que en el hombre dormido el alma abandonaba transitoriamente al cuerpo y vagaba libre.
Hoy sabemos que el sueño es un proceso activo, que en muchas regiones cerebrales la actividad es mayor que en la vigilia; es complejo, compuesto por estados que se suceden cíclicamente, y además es endógeno, relativamente independiente de las condiciones externas.
El electroencefalograma, el electromiograma y el electrooculograma, que registran la actividad cerebral y muscular y el movimiento ocular, permiten distinguir dos estadios del sueño: uno desincronizado o paradójico (REM, siglas en inglés de «rápido movimiento ocular») y otro lento o sincronizado (no REM).
Una investigación de la Universidad de Massachusetts Amherst, publicada en “Journal of Neuroscience”, sugirió por primera vez que la respuesta emocional de una persona después de ver una pintura, imagen o evento traumático, se reduce en forma considerable si permanece despierta después, ya que el sueño fuerza y protege la respuesta emocional negativa.
Además, si la imagen traumática se ve una vez más será tan molesto como la primera en los que han dormido después de verla, en comparación con aquellos que se mantuvieron despiertos.
«Si observamos algo desagradable como la escena de un accidente y experimentamos un flashback (visión retrospectiva) o volvemos a ver una imagen de la misma escena más tarde, la respuesta emocional se habrá reducido si nos mantuvimos despiertos justo después del evento original», afirmó Rebecca Spencer, uno de los científicos a cargo de la investigación.
Añadió que «es interesante notar que la privación del sueño es común después de presenciar una escena traumática”, aseveró Spencer, quien junto a su colega Baran Bengi, estudió a 68 mujeres y 38 hombres de entre 18 y 30 años.
El trabajo incluyó la suposición de que el incremento conocido de la memoria que ocurre durante el sueño está vinculado con un cambio en la respuesta emocional.
En un subgrupo, los neurocientíficos utilizaron polisomnografía, colocando electrodos en el cuero cabelludo de los sujetos mientras dormían, para analizar el sueño y otros procesos cerebrales que ocurren durante el período REM.
En esa etapa, los recuerdos son reactivados, puestos en perspectiva y conectados e integrados pero en un estado cerebral en el que una parte importante de la química cerebral asociada al estrés es suprimida.
Durante el experimento, en dos fases, los participantes miraron fotografías en una computadora y se les pidió que calificaran cada una de ellas como triste o alegre, así como su propia respuesta, desde tranquila a agitada en una escala de 1 a 9.
Doce horas después, se les mostró una mezcla de imágenes nuevas y otras ya emitidas, se les preguntó si las habían visto antes y que las calificaran de nuevo.
Todos llevaron un diario sobre su sueño y realizaron pruebas de índice de la calidad del mismo.
La científica Rebecca Spencer y sus colaboradores observaron que el sueño tiene efectos significativos en los recuerdos y sentimientos de los participantes, asocian las conclusiones como parte integrante de un proceso evolutivo en el ser humano, mediante la preservación de las emociones negativas y el recuerdo de ambientes riesgosos creando un incentivo para evitar situaciones de riesgo.
Según la experiencia de estos científicos, contrariamente a los postulados que sostienen que el sueño podría suavizar los efectos negativos emocionales de un acontecimiento perturbador, el sueño se relaciona con un refuerzo de los sentimientos negativos, en comparación con el período de vigilia.

Eduardo Montoro

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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