Les dejo una excelente entrevista a una antropóloga, Paula Sibila, hecha por María García Terán. Un análisis profundo, pliegue por pliegue, de la pérdida de intimidad en nuestra era de la comunicación. Interesante para tener en cuenta cuantos usamos de esta poderosa herramienta que es internet. No necesita más consideraciones de mi parte ya que es muy profunda y al mismo tiempo amena. La verdad hace pensar, es probable que muchos se vean afectados por el síndrome Truman Show, pero que no puedan decir «on the air unaware», sino que están todo el tiempo en el aire, simplemente porque quieren o porque no tienen otro modo de ser, así han construido su identidad.
-¿Por qué te propusiste estudiar la intimidad?
-Empecé a hacerlo a partir de la perplejidad frente a los Blogs en los que se escriben «pensamientos íntimos» y que la gente publica en Internet, como si fuera un detalle esto de que «el diario personal» esté al alcance de todos. Lo mismo pasa con los reality shows, que despiertan mucha curiosidad en el público y también muchas ganas de querer «mostrar», de hacer de sí mismo un show. A partir de la investigación, me fui dando cuenta de que lo que está pasando ahora es que se está transformando la subjetividad, que es la forma en que nos construimos como sujetos. Y en ese cambio, la intimidad juega un papel fundamental.
-¿Qué cambió? ¿Qué es íntimo y qué no es íntimo hoy?
-Para pensar eso tenemos que remontarnos un poco atrás. Pensemos que el sujeto moderno del siglo XIX y de principios del XX se construía en el tránsito entre dos esferas, dos espacios diferentes y mutuamente excluyentes, muy definidos y con una barrera física: las puertas y las ventanas de su casa que se cerraban. Para transformarse en una persona, el varón y la mujer necesitaban la privacidad, porque en el silencio y en soledad se construía el yo: a partir de la reflexión, de la introspección, de la lectura y la escritura. Pero a principios del siglo XX aparece el cine y, unas décadas después, la televisión. Después, los celulares, Internet… Todo esto lleva a una transformación, relacionada también con una crisis de la lectura y la escritura, que ya no ocupan la función que ocupaban antes. Los medios interactivos vienen a apoyar y a reforzar ese movimiento y empiezan a cambiar la forma en que nos relacionamos con los otros. Se da una valorización de la imagen, de la palabra hablada más que de la palabra escrita y la lectura, y empezamos a usar herramientas audiovisuales para relacionarnos.
Vos decís que en este tránsito se va construyendo una «sociedad del espectáculo» que establece un régimen de visibilidad importante…
Los años sesenta son importantes en esta transformación de la subjetividad. En 1967 el pensador Guy Debord advirtió la llegada de un nuevo tipo de sociedad, la sociedad del espectáculo, que es una sociedad capitalista, como era antes, pero basada en la producción y el consumo de espectáculos. Pero Debord no se refiere sólo a los medios de comunicación, sino a que nuestras vidas están espectacularizadas también: nos construimos a nosotros mismos usando las herramientas del espectáculo y tenemos relaciones con los otros mediadas por imágenes. También usamos la dramática y los recursos que usa la televisión, el cine o Internet para mostrarnos a nosotros mismos como imágenes.
-¿No hay algo de narcisismo en todo eso?
-Sí. Hay muchas personas tratando de entender lo que está pasando hoy en día con este concepto, que tiene raíces en el mito de Narciso, luego tomado por la psicología. Ahora el narcisismo se habría transformando en un fenómeno cultural en lugar de ser una patología, como describe el psicoanálisis. Es como una tendencia en una sociedad excesivamente individualista, que profesaría el narcisismo -o sea, el culto a uno mismo- con características como el hedonismo y un declive del valor del trabajo, del esfuerzo, de la disciplina, de la autoridad o del pudor. Y que vive con esta idea de que hay que aprender a «venderse» a uno mismo.
-¿Con una lógica de mercado?
-Claro, los dos actores fundamentales son los medios de comunicación audiovisual y el mercado, que tienen una relación muy compleja entre ellos y distinta influencia. Ahora se forma como un nuevo credo: si tenés algo valioso pero no se ve, tenés que hacer algo para que se vea, mostrarlo. Acá se usa mucho la palabra «valorizar», pero darle valor implica mostrarlo, darle valor de mercado. Por eso, también aparece todo este movimiento de prácticas corporales, como las cirugías plásticas, la gimnasia… El mercado nos dice que cada vez más somos lo que se ve; por eso es que se vuelve tan insoportable el silencio de la soledad, porque nadie me está mirando…
-¿Tenemos problemas para estar con nosotros mismos y en silencio?
Sí, creo que en la base de este fenómeno hay un problema grave con la soledad. O sea, una dificultad creciente en tratar con la soledad, en lidiar con la soledad… La soledad y el silencio son los dos elementos que yo destaco. Nos intiman a que todo el tiempo estemos conectados y esa intimación es útil a la sociedad contemporánea. A través de las redes sociales, del Messenger, de los mensajes de texto, estamos reportando continuamente qué es lo que hacemos, dónde estamos, qué pensamos… Aunque sean cosas completamente triviales, estamos todo el tiempo llenando ese banco de datos universal; y también enterándonos de lo que hacen los otros.
¿Por qué lo hacemos?
Porque los demás lo hacen y también porque sentimos una necesidad o nos da placer. Es muy complicado ese interjuego entre lo que queremos nosotros y la apelación de los otros. Si uno quiere aislarse a leer una novela, es muy difícil; no sólo porque el mundo exterior no te deja, sino porque nosotros tampoco soportamos la concentración en una actividad exclusiva, fija. Tenemos como una especie de dispersión internalizada; entonces, la soledad y el silencio se presentan como una cuestión angustiante.
¿Por qué aparece esa angustia?
La explicación que encuentro es que la transformación que se está gestando desde mediados del siglo XX ahora parece estar consolidándose definitivamente. Y ahí se ve un cambio respecto de la forma en la que el sujeto moderno se construía a sí mismo con ese interior, con ese mirarse hacia adentro, atento a su alma, a su interioridad, a su espíritu y a su psiquismo. Es ese algo que está adentro nuestro, ese algo que no se ve, que es invisible, pero es una esencia más verdadera y más valiosa que las apariencias.
Aunque era importante la mirada del otro, había un refugio en la interioridad. Yo podía estar solo o tener el mundo en contra, pero tenía una verdad interior en la que creía, que me fundamentaba y que, aunque nadie la viera, era superior a las apariencias. Es ese refugio de la interioridad lo que estamos perdiendo. Hablo de movimientos que se ven en la sociedad en general, no digo que nadie mire hacia adentro.
¿Quién dice que yo no valgo si no muestro? ¿El mercado? ¿Los medios?
Es muy complicado saber de quién es la responsabilidad. Está claro que los medios de comunicación, el mercado y la tecnociencia juegan roles muy importantes, pero están insertos en una sociedad de la que somos parte.
Más allá de que haya alguien o algo que nos lleva a eso, yo diría que seguimos un proyecto de mundo, que podríamos llamar el «capitalismo global».
¿Cómo es ese proyecto de mundo?
Ese proyecto de mundo necesita cierto tipo de sujetos, necesita ciertos modos de ser, ciertas habilidades, cualidades que son útiles a esta estructura y que no eran útiles en el siglo XIX. Quizás hoy es mas útil un tipo que quiera hacer muchas cosas al mismo tiempo, que quiera cambiar, que quiera conectarse, que necesite esto y que le guste; más allá de que pensemos que es bueno o malo, hablo de lo que este proyecto de mundo busca.
¿Busca también la «extimidad», ese término que vos usás para definir a la «intimidad que se exhibe»?
Sí, esta intimidad que se muestra, que no es más la intimidad. al menos la del siglo XIX, forma parte de este proyecto. A nosotros nos enseñaron que algo no se contaba o no se mostraba porque era parte de nuestra intimidad. Y no sólo por un pudor interno, sino porque quizás el otro tampoco quería verlo. Además, uno pensaría que esas cosas que aparecen en los reality shows o se leen en los blogs no le interesan a nadie más que a uno. Pero ahora, de repente, se transforman en noticias que aparecen en los diarios «serios» o en los noticieros, y mucha gente ve televisión o lee revistas o blogs sólo para ver esas cosas.
–Es que se juntan personalidades con ribetes narcisistas, gente que quiere exhibirse, «ser vista» a toda costa, con cierto ánimo voyeurista de aquellos que quieren ver lo que los otros tienen para mostrar…
Sí, hay como un ansia por consumir chispazos de vidas ajenas, de la intimidad de los otros. Los reality shows nos muestran que el espectáculo de la realidad tiene éxito. Son dos caras de una misma moneda y no sólo en la televisión; Internet es un escenario privilegiado, porque le da a cualquiera la posibilidad de mostrar o de mirar vidas reales.
-En tu libro aclarás que no es necesario que estas vidas sean reales, sino que alcanza con que «parezcan» reales.
-Estos dos conceptos se confunden en la sociedad de espectáculo. Si uno parece algo, entonces, ES algo. Esto no era así hace cien años: la diferencia entre ser y parecer era mucho más clara y se valoraba el ser. Esto tiene que ver también con la idea de interioridad y exterioridad, porque se desdibuja esa línea que separa lo público de lo privado. No sé si soy clara: no es exactamente que estemos perdiendo la interioridad porque estamos privilegiando la exterioridad, sino que se desplazó el eje y, por eso, la diferencia entre esencia y apariencia ya no opera con la misma eficacia que antes y ahora lo importante es parecer.
-Estamos en una época más maquiavélica, entonces. ¿Cómo se comporta la gente?
-No alcanza con ser, hay que parecer. Lo podés ver en el caso de las celebridades, por ejemplo. Cuando van a un evento muy importante, llegan con una Ferrari que les prestaron o con joyas o vestidos que les dieron por esa noche. No compraron esas cosas ni les interesa comprarlas. No quieren tener la Ferrari en el garaje, donde nadie la ve, porque además mañana le prestan un Lamborghini. Lo único que les importa es la imagen que dan en el momento en el que llegan al evento; es lo que «parecen» no lo que «son». Eso muestra que son ricos. Antes era rico el que compraba y acumulaba, pero hoy no. El poder está hoy en el «acceso» a esas cosas, en «poder tenerlas», no en tenerlas.
–¿Cuáles son los riesgos de vivir con estos valores?
–Bueno, creo que aunque algunas cosas hayan cambiado para bien, en esta transformación también perdimos otras cosas, como el refugio en la interioridad. Eso es un riesgo de vulnerabilidad, de fragilidad, porque no tenemos más referencias sólidas, porque la interioridad nos anda, nos cobija. Además, vamos perdiendo el lugar del trabajo estable, la familia estable, la nacionalidad… También hay un riesgo enorme de dejar «lo que somos» en manos de la mirada ajena. Todas esas cosas traen problemas, como síndrome de pánico, fobias sociales, anorexia, bulimia o depresión. O sea, toda una serie de fragilidades contemporáneas que son fruto de esta transformación y de su contexto y que ocurren en una sociedad de mercado en la que todo tiene precio, todo es comercializable, incluso lo que somos. Y esto está mediado por la tecnología.
-¿Cómo usamos esta tecnología?
-La tecnología no es buena, ni mala, ni neutra. Se puede usar para fines positivos o negativos, sin duda, pero lo que hace es suscitar una manera de relacionarnos, atravesados por una tecnología que valora la cantidad y la rapidez, la variedad. Ojo, no digo que no pueda haber relaciones intensas y de calidad en Internet, porque de hecho las hay, pero lo cierto es que, en términos generales, la gente lo que busca en la red es velocidad, exterioridad, cambio continuo, muchos contactos.
–¿Cómo podemos usar la tecnología para fomentar la inclusión en un mundo donde hay exclusión?
– En principio, Internet excluye, porque una enorme proporción de la población no tiene acceso a la Red, no sabe qué es Internet y jamás ha visto una computadora. Si en esta lógica del mercado para ser alguien tenés que estar conectado, el que no lo está se cae del mundo. Por eso, son tan importantes estos programas de inclusión digital, que son supuestamente democratizadores y contemplan que los chicos tengan acceso a Internet. Todavía falta mucho, pero creo que hay que seguir en ese camino.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Creo que nadie comentó, porque a unos cuantos nos cabe el sayo. Ay, qué fea esa imagen del tipo lleno de orejas!!! me eriza. Pero es un símbolo del chismosiento que se agazapa en nuestro interior.
A3
Sí A3, es posible lo que decís, de hecho lo está viendo un montón de gente al post pero no comenta. El tema está en ¿qué buscamos en internet que nos falta en la vida real?¿si tuviéramos «eso» que nos falta invertiríamos el mismo tiempo en internet?
El tipo con las orejas es impresionante, por eso lo puse de tamaño completo, es el que está tenso y definido por lo que los demás dicen de él…
Ah, bueno, también eso último que decís del «orejudo», lo había tomado más por el lado de chusmear lo que le pasa a los otros, pero sí, claro que está, sobre todo, ese aspecto de vivir pendientes de lo que los demás piensan de mí… y actuar según las reacciones ajenas, supuestas o reales, en lugar de hacerlo de acuerdo con lo que soy y lo que me parece.
¿Qué haríamos? lo que hacíamos antes de que se inventara internet (para los que ya somos más entrados en años, vio?), hablar con el que tengo al lado, leer, salir a caminar, divagar, limpiar la casa, tomar un café, dormir un rato, estudiar, trabajar… sin distraernos continuamente con el msn, twitter, FB, blogs, diarios on line, you tube, etc, etc. (seguro que me quedo corta con la lista de todo lo que hay en la web).
A3
Bueno, sí, en términos generales el artículo me parece una descripción bastante acertada de ciertas tendencias entre quienes nos movemos más o menos con cierta asiduidad en la red; pero me parece que faltan los matices, la infinidad de matices que sugiere en en una parte de la anteúltima respuesta, y que por cierto definen bastante a las personas que hay en la red.
Pero de todos modos, para empezar, creo que hay que ser sinceros y admitir que en mayor o menor medida, a todos nos cabe un poco el sayo de los descripto en la entrevista.
En primer lugar es cierto que para jugarse a cierto grado de exposición, por más mínimo que sea, hay que tener también un mínimo de ego bastante bien consolidado; o por lo menos la pretensión de tenerlo. Quien se considera un impresentable; o quien considere que no tiene nada para decir, obviamente no dirá nada, ni por escrito. Aunque más no sea debe existir la pretensión de que alguien nos leerá, ya que toda escritura, por más superficial y fútil que parezca, es intencional y direccional.
En segundo lugar no podemos obviar que hay muchos matices. La exposición de la intimidad, por ejemplo, tiene sus ribetes generacionales. Basta comparar blogs por edades y te das cuenta que entre quienes somos más «mayores» no hay, habitualmente, demasiado grado de exposición de lo personal, o de lo íntimo de los sentimientos. Si saltás al blog de un adolescente, verás que la temática «yoyoista» es casi excluyente.
En tercer lugar tenés la veta temática: hay lugares creados ex profeso para determinadas temáticas, y el dueño/autor se circunscribe siempre a una linea editorial autoimpuesta. Aquí ya hablamos del lugar propio como ámbito de expresión e intercambio de ideas, sean estas personales, expuestas de otros, o con mezcla de ambos matices.
Como señala o da a entender una parte de la entrevista: el medio no es per se, bueno o malo. Depende la intencionalidad de quien lo usa. Y en ese sentido me parece que frente a la pérdida de la intimidad, esto no pasa de ser un ámbito en donde se manifiesta un síntoma con causas muy anteriores a la virtualidad de la exposición.
Hola que tal, muchos amigos, fuera de la red social comentaron de usted así que me paso a dar una vuelta, por el mundo de la psicología.
Interesante el post, me parece que tiene mucho que ver con lo que sucede hoy en día con la aceleración temporal.
No puedo decir que no me quepa el sayo, aunque encuentro matices como dice Milko. Pero me parece que es un grave problema la falta de intimidad, el pequeño poder de introspección que hoy se tiene, porque en nuestro interior, en lo profundo de nuestra alma habita quien nos creó ¿Y si no estamos ahí para abrirle la puerta de qué manera podemos realmente llegar a ser persona?
Atentamente
Mary Lennox
Ante todo, bienvenida al Blog, sí es cierto caben todos los matices que Milko pone de relieve, cuando se hace una crítica negativa, como en este post, parece que se perdiera de vista el núcleo «rescatable» que tiene aquello que se critica.
El problema, Mary, es que si no hay intimidad no hay un Yo (sano), en última instancia, y por tanto, no hay nadie para abrirle la puerta… la fe necesita, como presupuesto, de la mediación cultural (¡¡¡sana!!!!) para poder constituir un Yo, con intimidad, que pueda estar ahí para abrir la puerta…
Es interesante al respecto analizar los programas tipo «Show Reality» los relacionados con el «espectáculo» para darse cuenta que la falta de intimidad conlleva un sumergirse en la masa anónima y perderse completamente en una sinrazón compartida en la que priva la difamación, la mentira y hasta la calumnia, las cuales se disfrazan de «realidad», no siendo más que una excusa para justificarse a sí mismo, viendo en los otros o queriendo ver lo que nos negamos a ver en nosotros mismos. Una mediación cultural que «presupueste» la fe en vías de la constitución de un Yo sano, es cada vez más imprescindible debido al relativismo imperante y a la desintegración de la cultura en pos de una «sub-cultura» que destruya en el hombre toda relación con su creador.
Demás está decir que en esa medación cultural no debe faltar los elementos necesarios para que el Yo se desarrolle de tal manera que crezca en su relación amorosa con el creador y con las creaturas.
Y sobre todo, Corvus, con espacios de intimidad exclusivos del yo, con muchos «Secret Gardens»…
Gracias esa es un poco la idea del Jardín :-). Justamente lo que dice Corvus es lo que quería decir, darle una mirada trascendente al problema que describe la psicología.
Creo que es el problema que describe el Danés en lo que el llama la etapa estética el yo vive en la superficie de sí sin profundidad, es aquí donde se necesita del dolor, de aquel despertador de Dios al alma.
El problema ahora es que con las redes sociales ese despertador pareciera apagarse hasta casi enmudecer. El hombre desesperado llena su vacío diluyéndose en la nada del resto… ¿cómo salir del círculo?
Sí, estoy de acuerdo en que hayan muchos «Secrets Gardens», aunque mis preferencias van a ser siempre para uno solo.
Menos mal, si no, no sería tu «secret garden»…
No recuerdo de modo teórico profundo los pliegues de los estadios de Kirk, pero sí recuerdo el que él diera como el ejemplo por antonomasia del estético: el seductor. Tengo la sensación que hoy en día hemos caído más abajo del plano estético. Al menos en el seductor había una identidad formada, una intimidad clara: la búsqueda del placer que usa de los vericuetos de la interface social para obtener sus objetivos. Hay una clara distinción entre interioridad, aunque perversa y de la búsqueda del placer, y exterioridad, leyes sociales. Me temo que el problema es más grave y que un estético del siglo XIX se habría horrorizado si se lo contamos. Se trata, en esas personas que se exponen totalmente a la vista pública y se determinan por ella, de la ausencia de un núcleo íntimo de decisión porque han decidido ser lo que el espejo de los otros les devuelven, puro ser en relación…
Respecto de la psicología hay que desmitificarla, hay que salir de esa percepción inconsciente de ser una ciencia de conocimientos cuantitativos, como en cierto modo lo es la medicina, y totalmente apartada de las demás ciencias, sensación inconsciente que se verifica cuando le preguntamos a alguien ¿irías a un psicólogo? Que da algo así como ¿irías a un grafólogo? Es decir que ya sólo al poner la pregunta ¿irías…? simplemente se ha reconocido la brecha de ausencia de confianza en tal cosa que es la psicología…
No, la psicología no es nada mágico (aunque el oscuro lenguaje psicoanalítico casi lo sea), ni demasiado autónomo, es simplemente antropología práctica, es la parte de la antropología que estuvo bastante olvidada en todo occidente, la parte dinámica, no la estructural, y de la cual la espiritualidad se ocupó bastante, aunque en su propio registro, insuficiente para la antropología como tal. Si percibieramos en esa frecuencia la psicología no se pondría ni siquiera la pregunta ¿irías…? como no se pone la pregunta ¿irías a un médico? Simplemente porque veríamos la necesidad de que un profesional «antropólogo práctico-dinámico» nos destrabe en los infinitos espejos en que la determinación de nuestra imagen puede haberse estancado, y, por ende, estancado también nuestro crecimiento.
Lo mismo que le comenté a W, el subjuntivo no se usa cuando hablamos de un hecho que realmente ocurrió: «(…) pero sí recuerdo el que él DIERA como el ejemplo por antonomasia del estético: el seductor». Corresponde, en vez de «diera», DIO. Muchas veces se lee, pero es un empleo equivocado. (Ésta es la Maestrita Siruela Pedantoni que anido).
Y yendo a la segunda parte de tu comentario -y sin seguir con el aspecto sintáctico, que podría…- siempre había pensado, al menos hasta hace relativamente poco, que uno debía ir al psicólogo si tenía «problemas serios», que le tornaban muy difícil la vida. Fui cambiando mi percepción, y empecé a considerar que no le haría mal a casi nadie, al contrario, consultar con un psicólogo; claro, el tema es encontrar uno competente. Pero, eso, como en todo. Atribuía esta necesidad a que, en la actualidad, el mundo es tan loco y acelerado, y la sociedad tan «des-asociada», que volvía casi indispensable la consulta, al menos para la mayoría. Supongo que si antes no se desarrolló, fue porque tal vez las condiciones de vida, aunque más duras desde lo material, eran menos «desestructurantes» desde lo psíquico y lo social. Pero capaz que no sea así, o que haya que agregar eso que decís de destrabar los condicionamientos que crean los espejos en que nos miramos. Aunque no sé si todo el mundo se encuentra condicionado por eso, supongo que habrá algunas personas, al menos, que no. Nunca pensé que fuera tan universal ese hecho de las imágenes que nos devuelven los otros, y que incorporamos y hacemos nuestas, y nos condicionan. Yo creía que esto sólo sucedía cuando había un temperamento más bien débil, que se había desarrollado en un ambiente o junto a personas de carácter muy fuerte o autoritario, o por carencias afectivas. O tal vez un poco de todo eso, u otros factores.
Quizá antes también fuera así, pero, simplemente, no se había focalizado ese aspecto «dinámico» de la antropología, para utilizar tus términos. Así como tampoco tantos otros campos, que sólo han empezado a desarrollarse en estos dos últimos siglos. No sé.
A3
Corrija usted tiene facultades para hacerlo…
Lo de los «problemas serios» lo piensa la mayoría de las personas es un poco lo que dije en otro post respecto del Psicólogo, sé que te debo el post «Psicología para sanos» pero mi vida está bastante complicada por ahora.
Encontrar uno competente es la clave por lo que he dicho tantas veces, en el consultorio la psicología es un arte y necesitás un artista…
Tenemos la tendencia a pensar por «status quo» en relación a los momentos de la historia del hombre y normalmente razonamos así: «Si antes no había… psicólogo, RRHH, etc entonces no hace falta…». Parece muy bruta la formulación pero funcionamos así, abstraemos «la humanidad» y pensamos en ella en términos de ideas separadas platónicas…
Puede ser que, como decís vos, las situaciones actuales hagan más necesaria la presencia del psicólogo, pero no es lo que la justifica. Su justificación parte del simple hecho que es la ciencia del constituirse dinámico de la identidad humana en el tiempo y basta… Nadie había prestado demasiada atención y de un modo específico a estos temas hasta… digamos… un poco antes de Freud. Es más, nociones tan centrales como la de «inconsciente», si bien puede discutirse la originalidad absoluta de que fuera descubierta por el vienés, simplemente no existían antes del siglo XIX… (por ser generoso) en realidad se difunden a comienzos del XX.
¿Y cómo hacía la gente antes? Nada, vivía como podía y, tal vez, con muy buenos resultados, el ser humano tiene en sí la mayoría de los recursos que necesita para resolver sus dificultades…
¿Vos viste a todo el mundo feliz de la vida? La respuesta será probablemente NO. ¿Todos esos que no están felices de la vida están viviendo una tragedia griega? Otra vez NO. ¿La mayoría vive sus dificultades como si fuera una tragedia griega, o al menos de un modo desproporcionado a la dimensión del problema? Ahora la respuesta será SÍ.
Si la secuencia de tus respuestas es la misma de la mía: NO, NO, SÍ… entonces la conclusión es clara, ese montón de gente está entrampada en algún vericueto de su imagen.
Me encantó una frase tuya: «Nunca pensé que fuera tan universal ese hecho de las imágenes que nos devuelven los otros, y que incorporamos y hacemos nuestas, y nos condicionan», vaya si nos condicionan, no sólo nos condicionan, nos estructuran, nuestra identidad es un proceso permanente de con-frontarnos y con-validarnos con los demás como espejos, proceso en el que hacemos todo el tiempo una identificación o una diferenciación respecto de lo que los demás nos devuelven. Los demás nos constituyen íntimamente y madurar significa hacer crecer cada vez más en el tiempo ese espacio de intimidad donde habita la espontaneidad, que llamamos libertad, y que es donde decidimos que es lo que realmente es nuestro, nos pertenece y que no. El inmaduro se queda entrampado en alguna parte del proceso, no se sobrepone, sea porque absorbe lo que viene de afuera indiscriminadamente, siendo un badulaque, o sea porque se opone a todo lo que viene de afuera, siendo un permanente rebelde absoluto, disconformista y reaccionario. Ambas cosas son propias de la inmadurez. El hombre maduro está siempre creciendo, no se siente jamás acabado, está siempre inconcluso (en el decir de Diego), porque siempre quedan mares infinitos para navegar.
Ok, entonces una buena pregunta podría ser: hasta qué punto la interacción real con los otros nos conforma como personas en nuestra propia identidad, y hasta qué punto nuestras relaciones nos hacen ex-céntricos de nosotros mismos. Y no me refiero aquí a la etapa adolescente de búsqueda desaforada de aprobación de los pares. No. Me refiero a la persona medianamente madura que en el día a día vive la tensión entre los requerimientos de quienes lo rodean y los propios.
Por otro lado (y este es un problemita mío con la psicología), no me termina de quedar claro cuando he hablado/debatido/discutido/compartido con psicólogos, de qué están hablando cuando hablan de un yo «sano»; sobre todo porque siempre hacen el esfuerzo de diferir entre ellos, cuando no, de esquivar el tema. O sea, Psique, te estoy tirando la pelota a tu lado de la cancha, y me quedo esperando a que patees 😉
por tu última frase, Psique, pero formulada al vesre, se podría decir que la persona inmadura ya no tiene más mares para navegar (ni propios ni ajenos, je, je), porque considera que está acabada, en el sentido de que se identifica con las X imágenes que recibió de los demás, o bien, se rebela contra ellas. Entonces, se convierte en alguien que sólo puede andar dentro de la fortaleza estrecha construida con los ladrillos «ajenos» y dentro de los límites que le dieron los otros. Está encerrada ahí y no puede salir, y a veces tampoco quiere, a menos de que reciba una ayuda externa.
Ahora, una persona que es madura, que sabe «con-frontar» y «con-validar» como decís vos, que permite que crezca cada vez más ese espacio de espontaneidad (eso me gustó) y, por lo tanto de libertad, ¿puede llegar sola? sí, ¿no?
Entonces, puede haber gente que llega hasta acá y sigue desplegando sus velas sin la ayuda de un «psicólogo-artista», pero otra que no, que necesita esa ayuda. Ahora bien, ¿esa persona es sana, aunque no pueda encontrar el rumbo sin la ayuda de una estrella? Por lo que vos decís, sí. Entonces, ¿esa dificultad se debe, en la mayoría de los casos a condicionantes externos que «sobre-actuaron» o «faltaron»?
Ahora, supongo que una vez que uno se adentra (gracias a esa ayuda) en ese mar interno-externo, ya tiene los recursos para orientarse, y partir de ahí puede seguir avanzando sin esa ayuda.
A3
(no sé si tiene mucho sentido lo que escribí, je, je)
Bueno, reformulando tu pregunta, Milko, sería ¿dónde está el equilibrio? Hay muchas respuestas a muchos niveles, pero una más inmediata sería si los demás son nuestros espejos ¿Para qué sirven los espejos? o mejor, dicho de otro modo, ¿en qué medida un espejo cumple correctamente su función? En la medida que es fiel a lo que espeja… en la medida que refleja cosas que pertenecen nada más que a la cosa reflejada. Claro, vos me dirás, un espejo lo hace de una forma mecánica y en el hombre no. Cierto, muy cierto, la identificación o diferenciación que llevamos a cabo a través de lo que nos devuelven los otros como espejos es «tutt’altro» que mecánica. Es el acto más íntimo de elección en el cual decidimos incorporar o rechazar lo que los otros nos reflejan. Y… si es elección… hay responsabilidad… ¿responsabilidad ante quien? ante el ser, respondería un filósofo; ante el sí mismo, respondería un psicólogo; ante Dios que es más íntimo a nosotros mismos que nosotros mismos… diría un teólogo. ¿Entonces hay un núcleo más íntimo que el YO? Sí, los psicólogos, desde Jung, lo llaman el «sí mismo», que lo podríamos definir como: «lo que realmente se es y que no se ha verbalizado y explicitado a nivel consciente todavía». El Yo es del plano de lo consciente, que en pocas palabras es el plano de lo que puede ser traducido en palabras, pero no somos palabras ni somos consciencia y somos antes de ser palabras y consciencia, por ende, hay que buscar una fidelidad a lo que somos.
-Bueno, me dirás, muy bien todo el divague, pero no me respondiste ¿cómo se llega al equilibrio?
-Te tengo que responder ¿querías una receta? no hay. El equilibrio es pura fidelidad a lo que uno verdaderamente es haciendo identificación con lo que debe hacerse identificación porque realmente nos pertenece, y haciendo diferenciación, con lo que realmente uno debe diferenciarse porque no nos pertenece. No hay receta, no hay método, porque no hay modo de volver sobre el proceso para identificar sus elementos sin, por eso mismo, estar poniéndonos de nuevo en un acto totalmente originario de identificación-diferenciación. Dicho de un modo más simple, siempre estamos construyendo identidad, siempre estamos haciendo identificación-diferenciación, no es posible salirnos y ponernos en un lugar neutro para aplicar una «receta» y hacer entonces una supuesta «correcta» identificación-diferenciación. Por lo tanto, vuelvo a insistir, no hay receta, tal equilibrio se decide en la soledad absoluta y solipsista de decisión frente a lo que nos viene de afuera y que tenemos que responder la pregunta ¿es mío?¿me pertenece? o ¿no?, allí solo cuenta la fidelidad de cada uno para responder a esa pregunta.
No me extraña que esquiven el tema, la mayoría casi total de los psicólogos no tienen un soporte teorético como para responder tamaña pregunta. Muchos ni siquiera lo tienen para responder que es el YO, no digamos «sano» todavía. Tal vez los más equipados pero con muchos baches para responderte sean los psicoanalistas y con eso te estoy diciendo todo…
El Yo es un concepto metapsicológico en categorías psicoanalíticas, por ende es también filosófico, una buena respuesta demandaría un libro, que alguna vez escribiré, y por el cual me odiarás, porque sentirás lo que yo sentí cuando leí la Lógica de Hegel…
Pero, para no tirar la pelota a la tribuna y responderte en la misma línea del post y de lo dicho hasta ahora un YO sano es un YO que puede decidir bien en su intimidad que le pertenece y puede expulsar lo que no, a pesar los disgustos y dificultades inmediatas que ello pueda causar.
Sí, A3, la verdad que sí, el inmaduro se queda en «charquitos» bastante limitados, siempre «podría salir» en línea de principio, pero es muy difícil en línea de lo que de hecho sucede.
¿Se pudieron construir las pirámides sin los medios actuales de construcción? ¿y los templos mayas? ¿Hillary y Tenzing con los rudimentarios medios de 1953 pudieron hacer cumbre en el Everest? ¿Peary pudo con los escasos medios de 1909 llegar al Polo Norte?
Fijate en el cuarto de los trastos viejos, ¿viste lo que era un televisor del 69? ¡¡¡Con válvulas!!!! Era la tecnología de esa época ¿y pudo llegar el hombre a la luna ese año?
La respuesta para todas las anteriores preguntas es SÍ, lo pudieron hacer, con mucho más dificultades de lo que se haría hoy en día, pero sí, pudieron.
Ese es el tema con el hombre, por punto de partida siempre puede, por el simple hecho que es libre. La cuestión es ¿cuán difícil es?¿con esas condiciones, de hecho, cuántos lo logran? Y ahí ya cambia el punto de vista del análisis… Mientras más difíciles son las condiciones… menos de hecho lo logran… aunque todos puedan… en línea de principio…
Lo que hace la psicología es simplemente eso bajar el nivel de dificultad para que muchos más, de hecho, logren madurar, salir de sus charquitos y navegar en espacios más amplios….
S&E,
Solo contarte que con estos últimos comentarios que hiciste me empieza a cuajar un poquito todo el tecnicismo que hay en el post del libro de “identidad y cambio”, en cuanto a la diferenciación de Yo y Self…Y que no tengo idea como hacen los psicólogos para sacar algo práctico de tanta sistematización de cosas abstractas…La verdad que si es artístico lo suyo, bue, en si todas las profesiones tiene una cuota de arte.
tengo que hacer una investigacion sobre el voyerismo para hacer trabajos escultoricos pero no hay informacion especifica del tema…. vos tendrias algo para mandarme? gracias
No tengo nada especifico…. buscalo por escoptofilia… por las dudas…