Creo que la mejor manera de explicar el tema de la mayoría de los Institutos neoconservadores es la metáfora del árbol y la maceta. La estructura de estos institutos es la maceta, la mayoría de ellos llenan la maceta con la mejor tierra propia del fruto de la tradición católica, por lo tanto se presentan frente a un mundo inmanentista con un alto grado de atractivo. Eso es lo que muestran, como se dice ahora «los trapos» («las banderas, los estandartes» para alguien no conocedor de la jerga política argentina) de la tradición y eso suscita grandes ideales, sobre todos en jóvenes que viven en la antrópica modernidad que nos circunda. Entonces comienza el proyecto del árbol, se planta la semilla en esa tierra riquísima y naturalmente florece, crece, se desarrolla feliz y campante. Hasta que… el tamaño del árbol se hace inadecuado para la maceta, las raíces comienzan a tocar las estructuras que son propias de estos institutos endógenos y no de la tradición católica, de modo que el árbol comienza a experimentar un sufrimiento que lo deja en una encrucijada: adaptarse a la maceta a costo de la propia identidad o romperla. Casi la mitad elige romperla, como es natural, la otra mitad se acomoda como puede a la vida de Bonsai. ¿Los que se adaptan son por eso gente mala? De ningún modo, son gente con la mejor intención de ser fieles a la tierra donde fueron plantados, y gente muy buena haciendo cosas heroicas. ¿Dónde está el problema entonces? En la perversidad del sistema, que en primer lugar, en lo que tiene de maceta es intrínsecamente endógeno, es decir que crea de un modo totalmente inmanente los parámetros de medir la calidad del miembro de la institución, como se dice en la jerga de uno de estos institutos, del que «anda bien». Ese «anda bien» viene regulado normalmente desde arriba y no quiere decir «anda bien según los parámetros de la espiritualidad católica” sino “anda bien según los parámetros de pertenencia al grupo”, “responde a nuestras expectativas”, “se adapta sigilosamente a la maceta, sin hacer lío, sin marcar los enormes problemas con los que carga la institución”, es decir “tiene buen espíritu”. ¿De dónde nació la perversidad de la estructura? En la mayoría de estos casos de la estructura psicopatona del fundador, que arma estructuras de control y de ascenso social dentro de la estructura misma a la cual se adaptan y llegan a ser superiores los que mejor captan el “espíritu del fundador”, el resto es tropa que “no anda” tan bien como ellos.
Como dice Pithod los que se van tienen el enojo de los que han sido sorprendidos en su buena fe, porque en realidad fue una enorme estafa, pero bueno, siempre estará la posibilidad de ser definidos como resentidos, desde adentro de la estructura.
Una estructura religiosa que fuese verdaderamente portante de los valores de la catolicidad debería tender a no engendrar resentidos (según la visión de los defensores) ni estafados (según la visión del éxodo), al menos globalmente uno debería poder recordar con alegría el paso por la institución, esa es la piedra de toque del hecho que no se estuvo siendo parte de nada más que un grupo de pertenencia, donde se es algo en la medida que se está allí, ni, que, como dice Lerner “después de ti no hay nada”. Esa estructura hace que la mayoría de los que han abandonado el sacerdocio en estos institutos haya perdido la fe (no liberamos de responsabilidad a la insondable y soberana libertad de cada individuo, pero al hablar de “mayoría” ya caben responsabilidades atribuibles también al sistema). La estructura se define a sí misma como una especie de paraíso en la tierra, sin ósmosis comunicativa con la catolicidad toda, porque el resto que no sea el instituto está “hecho mierda”, entonces no sorprende que una vez que se cae del cielo la próxima parada es el infierno, o un efecto más concreto y menos metafórico: la pérdida de la fe.
¿Pero no hay estructura en cualquier instituto religioso?
A ver por un lado maceta siempre hay… porque siempre hay estructura en cualquier congregación religiosa que pueda ser considerada un subsistema del sistema total que es la Iglesia Católica, si no hubiera maceta no habría subsistema ni congregación religiosa alguna. El tema es cuando la maceta se vuelve impermeable a ser medida por el todo que es la Iglesia, ella se constituye en medida de sí misma, y cómo no, si es lo único que no está “hecho mierda” en toda la Iglesia, de ese modo se vuelve una “maceta narcisista” portante en sí misma del último parámetro de medida de sus propias cualidades. En la segunda mitad del siglo XX han florecido como hongos después de la lluvia una pléyade de fundaciones, muchas de ellas con la loabilísima intención de ser continentes de las riquezas de las tierras de la tradición, pero la dificultad está en que muchos de los alfareros las han construido a imagen y semejanza de su propia patología y han echo de su engendro un remedo paródico impermeable a todo otro criterio que no sea su limitada cabecita, y, que, por supuesto, de un modo más o menos subrepticio no los ponga a ellos mismos en el eje de exaltación de sus seguidores. Es así que hoy en día casi una decena de “fundadores” está siendo investigado por distintos tipos de abusos, la mayoría de ellos de orden sexual. Como decía San Agustín en su sabiduría: «suele castigar Dios la secreta soberbia con manifiesta lujuria». Eso que San Agustín dice por gracia, santidad y experiencia, hoy en día es prosaica ciencia, el narcisismo engendra pervertidos…
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Está muy bien. Coincido y rubrico todo. ¿Leíste The Potting Shed de Green? (La casilla de las macetas): es una obrita de teatro corta, muy buena: y habla de esto de plantar en maceta. ¡El cedro no tolera la maceta! grita Hölderlin en un verso estridente.-
Y me acordé de esto, con ourobórica disculpa:
http://caminante-wanderer.blogspot.com.ar/2008/07/sobre-macetas-y-praderas-y-la-develacin.html
Bueno, en el sermón vos lo decís mucho mejor que yo, la idea es la misma, preparar gente autónoma frente al misterio y no con recetas para hacer crecer árboles en macetas…