La primera característica del hombre sano que destruye el sistema o burbuja que crea el egocéntrico es la sana curiosidad. Es típico del mundo moderno encontrar personas que conversan sin escucharse, o sobre todo que discuten sin escucharse entre sí, simplemente exponen, a veces llegan a querer imponer, sus puntos de vista, sin prácticamente cotejar lo que el otro está diciendo. Son ese tipo de personas que si tienen la suerte de encontrar alguien que las escuche hablan casi todo el tiempo, sin dejar espacio para un auténtico diálogo, escuchando el parecer del otro a respecto del discurso emitido. En algunos es necesidad de imponer su opinión, en otros es necesidad o carencia de ser escuchados, pero siempre es la misma característica, lo que tiene el otro para decir no interesa. Esto sucede porque el sistema o burbuja que el egocéntrico crea no es algo hecho a la medida de la realidad, sino a la medida de los propios intereses, que crean invariablemente opiniones y sistemas artificiales respecto de esa realidad. Si el conocimiento fuese una auténtica tensión por la realidad, con certeza la persona jamás perdería la característica esencial de la curiosidad, que es la expectativa por entender lo que todavía no entendemos, y un deseo sano de penetrar aquello que no hemos comprendido. Muy por el contrario, si yo creo el sistema, no tengo que buscar evidentemente nada fuera de mí mismo, está todo dentro de mi yo, entonces lo primero que muere es la curiosidad. Entonces esa curiosidad, o capacidad de escuchar, en el diálogo es una de las cosas estrictamente necesarias para poder comenzar a construir una correcta imagen de sí mismo, en la cual tiene que participar activamente el terapeuta. En los casos en que esta curiosidad y la capacidad de escuchar están altamente deteriorados a causa del ensimismamiento del paciente, recuperar esa curiosidad tiene que ser un objetivo explícito y primordial de la terapia. No tiene ningún sentido pretender seguir adelante con un supuesto proceso curativo, si el canal por el cual llega el remedio, que es la capacidad de escuchar y la curiosidad respecto de lo que se está escuchando, está totalmente obstruida. Es como querer sanar a alguien dándole remedios y su garganta no puede tragarlos porque está cerrada. Entonces esa reconstrucción de la capacidad de escucha debe ser un objetivo primordial, explícitamente expuesto al paciente, y hasta tal punto condicionante que se debe decir que si no hay un mínimo esfuerzo en este campo no tiene sentido continuar ninguna terapia, porque lo único que se lograría es crear anticuerpos en la conciencia de esa persona, ya que ciertamente pensaría que solamente fue una terapia más que no funciona.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Interesante enfoque. Nunca lo había pensado de esa manera. (Claro que también existe una mala curiosidad, pero ése es otro asunto.)
Saludos
En realidad el narcisismo o egocentrismo es altamente ‘sistemático’, la curiosidad por lo que falta conocer, inclusive de sí mismo, rompe el esquema…