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Esa curiosidad respecto de la realidad no es apenas la reconstrucción del canal por el cual va a llegar la terapia a la persona, ya es en sí misma terapia. Por medio de esa sana curiosidad logramos que de algún modo la persona restablezca una sana relación con el medio que la rodea. Esa curiosidad hace salir de la perniciosa reconcentración en sí mismo, salir del yo para entrar en contacto realidades que están fuera del sistema del yo, y ese olvidarse de sí mismo ciertamente que produce un reconfortante descanso re-creativo.
También ayuda muchísimo a restablecer el equilibrio en el juicio, ya que el desequilibrio propio del egocéntrico es generado por el sistema que él crea en sí mismo. Por la falta de curiosidad es que captada cualquier característica de la realidad la convierte en un absoluto, no ve el bosque a causa del árbol que tiene enfrente, pero justamente no ve el bosque por la actitud que tiene frente al árbol. Tuvo una experiencia del “árbol” pero carecía de curiosidad y humildad para seguir investigando la realidad, se conformó con el “árbol” para la creación omnipotente de su burbuja. El “árbol” es suficiente para conocer toda la realidad, delante de él mismo su inteligencia es tan poderosa que de un solo “árbol” puede deducir toda la realidad del bosque. Es evidente que el bosque deducido dista enormemente del bosque real. De aquí que reconstruyendo su curiosidad respecto de la realidad se reconstruye también la capacidad captar matices y grados, la realidad en sí misma es siempre infinitamente más compleja y rica que las simplificaciones absolutizantes que provienen de la mente del egocéntrico. Es así que por medio de esa curiosidad se restablece la captación de los infinitos grados que la realidad muestra, que están muy lejos de ser el todo o nada, blanco o negro, buenos o malos, de la mente del egocéntrico. Por eso se debe intentar convencer a la persona de siempre ir al bosque y no de pretender explicar el bosque desde la cómoda posición de la creación subjetiva, en definitiva rechazar siempre el a priori en cuestiones existenciales concretas donde el a priori no tiene cabida, sino que nuestro aprendizaje (en cosas existenciales y concretas, que son las que ocupan la mayor parte del ámbito consciente del hombre) es infaliblemente a posteriori y gracias al contacto y experiencia concreta de la cosa conocida o aprendida, que nos da la posibilidad limitada de sanamente a sacar conclusiones universales que jamás son un a priori dogmático, sino que tienen siempre su apoyo, recurso y punto de partida en la experiencia vivida.

Eduardo Montoro

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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