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Reconstruyendo esa curiosidad también se reconstruye la legítima capacidad de influencia del terapeuta en el paciente, ya que es escuchado como alguien que puede aportar algo y no es simplemente usado en el contexto de la burbuja, sea para que diga lo que el paciente espera escuchar, o simplemente porque en el solo hecho de consultar el profesional ya la persona cumple con algún requisito de la burbuja le impone, sea el que fuere: esperanza de solución mágica, tranquilidad de conciencia  (“estoy haciendo todo lo posible para salir hasta consulté un profesional”), etc.Entonces, una vez expuesta al paciente como necesidad primordial el reconstruir su atención por la realidad, comenzando por el escuchar al terapeuta, se le debe advertir que en todo el proceso terapéutico se le va a llamar la atención sobre cualquier actitud en la que deje de escuchar para esconderse en la propia burbuja. Esto debe ser advertido varias veces ya que de lo contrario la tensión del terapeuta por corregir este problema puede resultar irritante para el paciente. Esta dificultad de escuchar exige del terapeuta una tensión constante en la intercomunicación con el paciente, es una tensión de detectar cuando la persona deja de hacer el esfuerzo de escuchar para comenzar a exponer simplemente su sistema. De todos modos la corrección de este problema, como cualquier corrección terapéutica, requiere mucho tacto, ya que vencer la fuerza gravitatoria, en torno a sí mismo, que crea la burbuja en el paciente, es verdaderamente tensionante, y puede en muchos casos llegar a irritar a la persona, o a crear en ella una actitud defensiva frente a quien está aconsejando. Por eso se debe recordar innumerables veces que reconstruir la curiosidad frente a la realidad es una prioridad, para que cuando llega el momento de corregir una actitud en concreto, esa corrección sea mejor asimilada. Igualmente, queda en manos del arte del terapeuta los momentos en que tendrá que hacer la vista gorda respecto de este tipo de actitudes, no corrigiéndolas, simplemente para no generar cansancio o irritación. En cuanto a la reconstrucción de esa curiosidad es mejor caminar siempre con paso firme, sin prisas, y con mucha seguridad sobre lo que ya se ha logrado.

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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