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Conocí una vez a una persona así. Es terrible y puede marcar de por vida, tengas o no un cerebro fuerte. Se adornaba con todas y cada una de las características descritas en el blog e, incluso, me atrevería a añadir una más: “Su objetivo es que la víctima no sea feliz, porque se alimentan de la infelicidad del otro; si no hay motivo para la bronca, crean uno y, por supuesto, la culpa es de la víctima”.
Dicho de otro modo, no tienen luz, así que la roban.
La gran pena es que estas personas no sólo no se dan cuenta del mal que causan, sino que siempre piensan que la víctima es débil, o que, como ellos son tan buena gente (con el carnicero, con las otras mamás del cole, con los compis de un curso, con gente con quienes no tienen un vínculo íntimo, en definitiva), es imposible que, pobrecicos, sean capaces de matar una mosca. Lo que pasa en sus cabezas es que para ellos la víctima es tonta perdida, vive en un mundo irreal y se ha empeñado en decir que siente dolor para hacerles la vida imposible. Es el principio de la esclavitud emocional: causan un enorme daño, pero lo ignoran, encima se ríen de quien abusan y le hacen sentirse culpable.
Son personas que tienen capacidad para ser grandes, pero sólo se quedan en eso, en una posibilidad. Desarrollan un carácter infernal, y sobre todo no admiten que se les contradiga, aunque no tengan nada de razón. Subjetivizan y juzgan, juzgan, juzgan… y encima lo hacen desde su trastorno, porque no tienen base real, educación emocional en suma
La persona que yo sufrí era manipuladora, mentirosa, borde, ambigua, chantajista, me humillaba, me insultaba, me reprendía si yo estaba feliz. Alternándolo, claro, con momentos de adulación, cariño desaforado, etc. Se aprovechan del vínculo sentimental porque la víctima no puede reaccionar inmediatamente si tiene algún vínculo con el abusador/a. Aunque en realidad necesitan a la víctima, es imprescindible para ellos. Sin ella su vida pierde sentido. Pero no son capaces de ver ni eso y de pensar: “si quiero a esta persona, voy a cuidarla y darle todo el cariño del mundo”. No, ell@s reaccionan al contrario de lo que las normas básicas del amor y del cariño dicen, por eso desde entonces los llamo las “antipersonas”.
Amig@s, si sufren algo así sólo hay una solución con varios sinónimos: sajar, desgajar, extirpar, quitar, expulsar, desmochar, arrancar, etc. etc.
¿Que es muy difícil? Pues claro, pero yo pude. Sin psicólogos ni pastillas, sólo con mi amor propio y frotando varias neuronas a la vez, que para eso nos las han puesto. Muchas veces, la razón tiene que ganar al corazón, si no, estás muerto.
Enamorado como un perro, saqué de mi vida este cáncer. Tardé un año en reunir las fuerzas. Terrible dilema: seguir con la persona amada sabiendo que mi vida iba a ser un infierno o hacerla desaparecer para siempre. Me costó casi otro año deshacerme de ella: no sé si el acoso epistolar está tipificado, pero recibí por mail durante meses el vómito, el odio que acumulan, ese otro yo, ese “fantasma”, ese monstruo que los invade y que, cuando sale, los convierte en auténticos delincuentes emocionales. Son buenas personas (eso dicen ell@s) que albergan un infierno, y no sólo no luchan contra eso sino que te hacen sentir culpable por decirles que te están haciendo daño. Si alguien te hace sentir culpable de lo que le pasó cuando ni lo conocías, si alguien te grita en la calle o en casa, varias veces, te responde con bordería, te humilla, te hace llorar, te exige, es ambiguo y no va de frente, te insulta, insulta a tu entorno, se lanza piropos constantemente y te reprende por no admirarlo (lo juro) y mil cosas por el estilo… si alguien te trata así, no puede ser más que una mala persona.
Abuso psicológico, chantaje emocional y otras variantes, todas son ejemplos de maltrato. Un abusador/a, un/a chantajista emocional no es más que un maltratador. Alguien que no se quiere curar y que causa mucho daño. Mucho.
Yo lo sufrí, me fui y desde entonces, varios años ya, me he regenerado.. No he vuelto a llorar ni una vez más. He aprendido a decir que NO, estoy mucho más feliz y con muchas ganas de vivir.
Por favor, no permitan que alguien abuse de ustedes, o de alguien cercano que lo esté sufriendo. Lo podemos padecer hombres y mujeres por igual, pero por mucho que quieran o amen a esa persona (puede ser un padre, una madre, un amigo de la infancia, un hijo, una novia o un marido, cualquiera) váyanse. Vuelen. Esa persona no cambiará, pero la vida de ustedes, si siguen a su lado, será un infierno. Y por mucha pena que les dé, cada uno somos responsables de nuestras vidas, no de las de los demás (salvo los hijos, hasta que tienen 18) Si no quieren cambiar, si no quieren reconocer que son abusadores, adiós, hasta nunca.
Parafraseando a Confucio: si abusas de mí una vez, es culpa tuya; si abusas dos, es culpa mía.
Un saludo a todos y perdonen la intromisión, pero quería desahogarme por si pudiera ayudar a personas que estén pasando por lo que yo viví.

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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