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Encontré maravillado esta fábula campera digna absoluta del mismísimo Castellani, hice un poco de inteligencia internética y parece ser que el autor es un tal César Hildebrandt, famoso periodista peruano. La fábula fue adaptada, con muy buen gusto (por Carlos Alberto Castro), a la realidad argentina. Ahora, con ocasión de la re-reelección sanjuanina, me pareció por demás significativo publicarla.
Hace ya unos meses, anduve de vacaciones por la provincia y fui invitado a visitar una finca propiedad de un paisano alemán del Volga donde elaboraban jamones caseros. Al pasar por un chiquero, me llamó la atención el porte de una chancha amamantando a unos cuantos lechones. Para salir de la curiosidad, le pregunté al hijo del patrón que me estaba atendiendo de qué raza eran esos chanchos.

Son de raza “argentina”… Pero espere que lo llamo a mi padre, que a él le va a gustar contar la historia. Por la puerta de la cocina emergió don Helmut, un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente asistido por un bastón de 3 patas y me invitó a sentarme a la mesa de la galería donde estaba un enorme botellón de alcohol de nuez de no menos de 60º.
¿Ud. sabe como se cazan los chanchos salvajes del monte?- me espetó el paisano sin más trámite, mientras me servía un vasito chato de ese brebaje.
‎- Bueno, creo que los perros  “los paran” y un fusil que los sacrifica – Le contesté prudentemente, presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabía más que yo…
‎- En este caso, no es así. – me dijo don Helmut y prosiguió:
– Y cuando le diga cómo los cazo yo, Ud. va a poder entender porqué se los llama de raza “argentina” y si es un hombre inteligente, podrá sacar algunas conclusiones acerca de por qué a los argentinos les va como les va.
En el fondo de la finca, detrás de aquella cortina de álamos que Ud. ve, y hasta la costa del río, hay un monte inculto y sin trabajar. Dentro de ese cuadro, suele haberchanchos salvajes del monte. Para cazarlos hay que comenzar por buscar un manchón sin matorrales y tirar un poco de maíz en el piso. Cuando los chanchos lo descubren,
van a comer todos los días, y Ud. solo tiene que reponerles diariamente la ración.
Una vez acostumbrados, construye una cerca en uno de los lados del sitio y les sigue poniendo alimento. Por unos días van a desconfiar, pero después terminan por volver.
Entonces se hace otra cerca a continuación de la anterior, y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresan a comer.
Y así sucesivamente, hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una abertura para un portón. Ya para entonces se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos y entran y salen casi con naturalidad…
Un día va y coloca el portón, lo deja abierto y sigue poniendo maíz, hasta que encuentra la piara comiendo, entonces le cierra la puerta. Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos. Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento fácil que ya se olvidaron de buscar por si mismos, y aceptan la esclavitud.
Uds. los argentinos no se dan cuenta que estos gobiernos populares y demagógicos que tienen, proceden de la misma manera que yo con los chanchos…
Les tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, contratos basura, un cargo político donde cobran 10 personas, sueldos para ñoquis, subsidios para las grandes empresas, leyes proteccionistas, sobornos electorales…
Todo a costa del sacrificio de las libertades que les van confiscando migaja a migaja…
Y los argentinos no se dan cuenta que no existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace.
¿Acaso no ven que toda esa maravillosa “ayuda” que reparte el gobierno, lo hace con los poderes que el pueblo permite que se arroguen, para depredar las libertades y los bienes de la gente que trabaja y que produce?
¿Pero cómo pueden vivir en un paraíso y tratar a toda costa de convertirlo en un infierno…? ¿Cómo pueden crear constancia cívica, si los políticos se quieren eternizar en sus cargos …?
¡¡¡Sigan así – no más -, y que Dios los ayude cuando les cierren el portón!!!
Don Helmut se mandó lo que quedaba del cuarto vasito de un solo trago, me saludo
y se fue rengueando por la puerta de la cocina.
Y yo, mareado por el alcohol y apabullado por la verdad, saludé al hijo y me volví rumiando bronca por el polvoriento camino de regreso a casa…
CUIDADO
¡NOS ESTAN CERRANDO EL PORTÓN!

Eduardo Montoro

Autor: Eduardo Montoro

Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.

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