No soy crítico de cine y la crítica de cine siempre me ha parecido que tiene algo de superestructura artificial, una especie de constructo de consciencia refleja que deja fuera un torrencial caudal de impresiones que se dan en la inmediatez íntima y holística del espectador y su película. Dicho esto, déjenme explicarles desde qué punto de vista afirmo que Birdman es una obra maestra.
Por un lado, jamás vi plasmado como en esta película todos los pliegues posibles del narcisismo y sus espejismos inasibles que atropellan a varios de los personajes de la película, inclusive cuando, paradojalmente, tienen la intención consciente de escapar de la imagen de sí.
Por otro lado, tampoco había visto representada con tanta energía la precariedad de la identidad humana hecha de retazos de miradas ajenas, y el permanente y muy humano deseo de convertirse en alguien deseado por el otro.
En esos dos ámbitos, me parece una obra maestra, agréguele “de la psicología” algún crítico de cine contrariado por mis afirmaciones, todo bien, no me interesa discutir con ningún crítico de cine, la mayoría de las veces es sin provecho alguno.
Les dejo, a modo de ejemplo, este diálogo entre Riggan el protagonista de la película, una ex mega estrella de cine pochoclero de Hollywood que pretende hacer una obra de teatro seria en Broadway, y Sam su hija (en inglés está mejor, pero bueno estos son los subtítulos que conseguí):
Riggan – Es mi oportunidad de hacer algo significativo.
Sam – Significativo para quién?
Sam – Tenías una carrera, papá, antes de la tercera película del cómic.
Sam – Antes de que la gente olvidara quién estaba dentro de ese disfraz.
Sam – ¡Haces una obra basada en un libro escrito hace 60 años… …para mil viejos
blancos y adinerados… …a los que solo les importa dónde ir a tomar un café después!
Sam – ¡A nadie le importa excepto a ti! Y reconócelo, papá… …no lo haces por amor al arte, sino para sentirte relevante de nuevo.
Sam – Pues ¿adivina qué? ¡Hay un mundo entero en que la gente… ..lucha a diario por ser relevante!
Sam – Tú te comportas como si no existiera. ¡Están pasando cosas en un lugar que ignoras… …que ya se han olvidado de ti!
Sam – Digo, ¿quién diablos eres? Odias los bloggers, te burlas de Twitter. Ni siquiera tienes página en Facebook. ¡Tú eres quien no existe!
Sam – Haces esto porque tienes pavor, como todos nosotros, de que no importas.
Sam – ¿Y sabes qué? ¡Tienes razón! ¡No importas!
Sam – No tiene importancia. Tú no tienes importancia. ¡Acostúmbrate! Papá.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.