Les dejo este post que va en la misma línea del anterior, en realidad es el subsuelo más profundo de la queja. Les pido disculpa por no haber estado contestando las preguntas en los comentarios, tuve la semana pasada una gripe horrible y todavía estoy tratando de recuperarme al 100%.
Sentir la compasión ajena por medio de la queja, o, por medio de una exposición de nuestros males, generar en otros conmiseración es ciertamente un alivio, aunque temporario y engañoso, es un alivio. Quien se autocompadece busca generar ese alivio en su propia persona. Se produce en él como un desdoblamiento, por un lado se coloca como víctima y por otro lado se compadece de ser víctima. En ese desdoblamiento se generan en el egocéntrico dos imágenes de sí mismo. Una, la que tiene como buen egocéntrico, superevaludada en las cualidades personales, indulgente con los propios defectos, en fin, la imagen inflada que tiene de sí. Y la otra, la imagen de víctima, en la cual se ve a sí como un ser miserable, digno de compasión, sumamente débil, cruelmente desaprovechado en lo que sus cualidades podrían producir, y que resalta todo lo negativo de sí. De todos modos, el egocéntrico no cree sinceramente en esta última imagen, simplemente la necesita para activar los mecanismos de autocompasión, sea en otros, sea en él mismo.
Por eso, de un egocéntrico se pueden oír opiniones muy cambiantes de sí. Recuerdo con mucha fuerza una chica, después de un desengaño amoroso, se calificaba a sí misma muy duramente, repetía constantemente que era una “imbécil”; en ese momento, yo traté de hacerle entender que ese no era el problema, sino que se había estado comportando de modo egocéntrico, entonces su comportamiento hacia mi mudó radicalmente, se puso furiosa y me comenzó a atacar verbalmente. De aquí es claro que tenemos que deducir que la imagen de víctima que el egocéntrico crea es únicamente ordenada a generar compasión, en otros, o en sí mismo. Justo en el momento en que tomó conciencia de que su estratagema era inútil se sintió descubierta y por eso reaccionó con ira. Este tipo de mecanismos internos de autocompasión, es según mi juicio personal, el más venenoso. Saca del alma de la persona todas las energías que tendría para superar el problema y las invierte en compadecerse. Es un especie de agujero en el alma por el cual se derraman todas las energías.
Esto sucede porque toda persona en su obrar necesita tener un conocimiento de sí en una imagen de sí mismo. Y cuando esa imagen de sí es lo más ajustada a la realidad de sus potencialidades, el obrar de esa persona es más seguro. Porque justamente sabe lo que puede y lo que no puede hacer, y si además, esa imagen de sí es humilde, es decir ajustada a la verdad objetiva, entonces rara vez se equivoca. Y en el caso de equivocarse, el error no es un trauma para la seguridad sicológica, porque la humildad de su imagen le hace tener siempre presente la posibilidad del error. Admite el error como algo que forma naturalmente parte su propio ser limitado. Esto, evidentemente, crea seguridad en el obrar y en la sicología de esa persona. En las antípodas de esta actitud, el egocéntrico crea una imagen de sí desorbitada. Esa imagen, por no ser humilde y ajustada a la realidad, está en permanente conflicto con la realidad que lo rodea. Ahora bien, en vez de resolver ese conflicto con la realidad, ajustando su imagen a la realidad, condena a la misma realidad como causa de su padecimiento. Entonces desenvuelve una segunda imagen condenatoria, donde el culpable es todo lo otro menos yo. Ahí aparece la víctima. En esta imagen resalta todo lo malo de sí mismo, pero siempre con un cuidado habilísimo de no ser responsable por eso malo, sino que es siempre producido en él por algo otro. Desenvuelve entonces otro mecanismo interno, la excusa. Por eso puede decir de sí soy un imbécil, o soy un ingenuo, o eso me pasa por intentar ayudar, es decir descargar la culpa en cosas periféricas de las cuales el núcleo íntimo de responsabilidad y libertad no se puede hacer cargo y no está comprometido. Nadie puede culpar a nadie por ser imbécil, o ingenuo, o intentar ayudar, aquí simplemente el egocéntrico crea una cortina de humo para generar compasión sin hacerse cargo de la culpa. Y si no hay culpa, no hay nada errado en su persona, por tanto, no hay nada para mejorar, es entonces cuando está cerrado el círculo vicioso y el egocéntrico no puede huir de él. En esa cárcel se enfrenta con la paradoja de vivir con dos imágenes de sí, una en la cual cree profundamente y otra que usa para obtener el alivio de la autocompasión. Pero, como decíamos más arriba, nadie puede obrar sin tener una imagen de sí, y el egocéntrico tiene dos, en abierto conflicto entre ellas, lo cual hace que esté partido por la mitad y sus decisiones sean un mar de dudas y frustración. Todo esto sucede aunque normalmente el egocéntrico obre según la imagen inflada que tiene de sí, que es en la cual cree sinceramente. Pero, como dijimos, esa imagen entra en conflicto con la realidad, justamente por el hecho de estar inflada, y es en esos momentos cuando el egocéntrico pierde toda firmeza en el obrar y todas sus energías huyen. Porque en medio de ese conflicto o choque con la realidad se siembra la duda ¿no será que todo lo negativo que pienso de mí mismo es finalmente verdadero? Es justamente en ese punto donde el alma queda suspensa en un impasse de indecisión, ya que no hay una imagen de sí firme, base para el obrar, y se llena de un mar de angustia y frustración.
Otra actitud también dirigida a generar compasión en otros o a alimentar la autocompasión es la actitud de despecho. Como decíamos anteriormente, en el niño caprichoso hay una actitud de todo o nada, hay una necesidad de que la realidad se someta a su voluntad. En algunos casos, ese deseo de que la realidad se someta a su voluntad, y su indeseable consecuencia de matar o morir, llega a ser tan fuerte que si las cosas no salen como él quisiera esa persona termina castigándose a sí misma, se desquita despechadamente consigo misma. Obviamente no hay en esto nada constructivo, no es que se quiera castigar para no volver a hacerlo nunca más, se castiga para generar la compasión ajena o para colocarse delante de ella misma como una pobre criatura digna de compasión. Evidentemente, esta es una manifestación extrema de hasta donde puede conducir el deseo de autocompasión; sin embargo, es muy bueno aprender a detectar este despecho que puede darse con diversos grados sutilísimos muy difíciles de reconocer.
En un libro de incomparable penetración sicológica, El gran divorcio de C. S. Lewis, el autor se imagina el mecanismo de la autocompasión como dos hombres grotescos atados por una cadena. Uno es grotescamente grande y el otro es grotescamente pequeño. Los dos están atados por medio de una cadena, justamente, porque uno vive de el otro. El hombre grotescamente grande es la imagen inflada que el egocéntrico tiene de sí, el pequeño la compasión que siente por el hecho de ser víctima. Se da una relación parásita mutua, uno vive y se alimenta del otro. La autocompasión se comporta como una sanguijuela que vive de la sangre podrida que se junta en los golpes y heridas que recibe el organismo vivo. El egocentrismo es la sangre podrida, la autocompasión es la sanguijuela. El egocentrismo necesita del alivio que produce la sanguijuela, y la sanguijuela vive de la sangre podrida que genera el egocentrismo en torno a los sufrimientos de la vida, angustias, golpes y heridas que es él mismo quien causa en la mayoría de los casos. Por eso, para el organismo, el único camino de vida y salvación verdadera, es el de matar los dos parásitos, la sangre podrida y la sanguijuela. Y aunque en esto el ejemplo no se adecua, lo primero por matar es la sanguijuela, es decir la autocompasión, y con esto desciende sensiblemente el nivel de sangre podrida, egocentrismo, en el organismo sano.
Mi nombre es Eduardo Montoro, soy del 68, estoy casado con Graciela y tengo un hijo, Juan Manuel.
Tengo un largo recorrido académico, definido por un amigo como el viaje de Frodo, no porque sea como Frodo, sino por las peripecias que tuve que pasar, algunas en Italia otras en Argentina. En ese viaje obtuve varios reconocimientos académicos:
• Licenciado en Psicologia, Universidad Católica de Cuyo.
• Master en Psicología de Counselling, Università Europea di Roma
• Profesor de Psicología, Universidad de Mendoza
• Licenciado en Filosofía Sistemática con orientación Lexicográfica, Pontificia Università Gregoriana
• Licenciado en Filosofía del Derecho, Universidad Católica de Cuyo
• Y cuatro años de Teología, no acreditados oficialmente en ninguna universidad, pero que equivalen a una licencia.
Actualmente resido en San Juan, Argentina y mi hobby es salir a andar en moto en duro por los cerros sanjuaninos.
Pero lo que más me apasiona es ver crecer a las personas, superarse, en las más difíciles e inimaginables circunstancias.
Es una estupidez mi comentario, pero me da demasiado asco esa última imagen de la sanguijuela! me eriza!
Y pensar que las realidades espirituales son más asquerosas que las físicas…
Cruda, si lo es, me refiero a la imagen.
Suma a la crudeza con la que se aborda el tema.
Crudeza necesaria para que cale profundo.
Llegar a nuestras profundidades alberga una esperanza.
Si provoca reacción, el cambio es posible.
No hay queja que no proyecte un ego inflado que se siente agraviado, dolido, desterrado, sumido en el submundo de la percepción subjetiva de si mismo, de los otros, de las circunstancias. El desafío es llegar al fondo y darse cuenta.
Entonces llegó el momento del despojo, de la entrega, necesarios para alivianar las cargas. Y si aún así no me puedo poner en el lugar del otro, es porque el ego sigue desafinando…
Me surge una pregunta…
No habrá una autocompasión buena? Cuando sería?
Porque también está aquel que siempre se infravalora, y cree que es menos, cuando en verdad no es así…Esto suele pasar con gente que tuvo por ej, un padre excesivamente autoritario…
Como intrepretarías casos asi P&E?
¿autocompasión buena….? mmm… eso es lo interesante de escribir un post en un blog, los lectores te obligan a pensar, a ver puntos de vista nuevos, es como una Quaestio Disputata medieval…
Por lo pronto atendamos a tu ejemplo, Carlos, «El que se infravalora porque tuvo un padre autoritario», si se infravalora es porque en algún punto «se valora», expliquémonos mejor, si capta que se está infravalorando es porque tiene todo lo necesario para captar que esa infravaloración es inadecuada al valor real que posee. Entonces ya tenemos alguien que tiene dos imágenes de sí mismo, la que capta él que es su verdadero valor y la que su padre le hizo creer que valía. Para funcionar de modo compensatorio, muy probablemente, la que él mismo capta está inflada, para poder equilibrarse con la imagen denigrante que le transmitió su padre. Bueno, Carlos, estamos entonces exactamente frente a un perfil egocéntrico provocado por carencia más que por sobreprotección. En este perfil no hay nada de sano en la autocompasión, es una monstruosa sanguijuela que vive de la sangre muerta provocada sea por lo denigrante del juicio paterno, sea por los choques con la realidad que provoca la imagen compensatoria -inflada- en contra de los juicios paternos. Hay que comenzar por matar la sanguijuela urgentemente, hay que construir una imagen de sí única, hay que superar y dejar en el pasado la influencia del juicio paterno, hay que construir mecanismos sanos de construcción de la imagen de sí que tengan a la propia experiencia como último eje valorativo…. todo esto con urgencia… esa persona sufre mucho en su círculo parásito y lo único que la aliviaría es arrancar con violencia el parásito que hasta ahora le ha permitido vivir… sin piedad… con una determinación de hierro…
Si existe una autocompasión buena…. mmm no sé…. tendría que pensarlo un poco más… lo que es seguro es que la que vos describís no es de las buenas… es de las peores…
Muy buen articulo.
Termine una relacion, yo podria decir obsesiva por parte de el y dependiente, donde al final el utilizo esa experiencia para buscar esa compasion en los demas y lo sigue haciendo!, para todos es el «pobrecito», sin contar que tiene una baja autoestima y siempre se ha sentido solo.
Aunque por ciertas situaciones tengo que seguir viendolo, corte todo trato con el (solo el inevitable hola y adios) porque me hacia sentir culpable por mi decision y a la vez se culpaba el y eso creo alimentaba ese sufrimiento que lo hacia buscar y recibir mas esa compasion. Es como si buscara afecto manipulando a los demas (tal vez inconscientemente) por medio de su sufrimiento.
Como se lidia con una persona que es asi, peor aun, que utiliza las experiencias vividas con uno para buscar la compasion y hacerse la victima con los demas?
No hay modo de lidiar con una persona así. Lo que has hecho está bien, hay que tomar distancia. Uno tiene que cuidar muy bien el círculo de personas que están dentro del campo personal de vulnerabilidad. Lo mejor es no permitirles que nos hagan daño, como has hecho.
Gran artículo.
Mi duda es… ¿qué puedo hacer cuando me identifico plenamente con la descripción que da Paula?, mi comportamiento es idéntico al que describe, ya soy consciente de ello, es involuntario pero lo hago, es como una droga, te da placer momentáneo pero te engancha y no se como salir…
Quiero ser distinto, me veo pusilánime, quiero volver a poder amar.
Y Antonio, mi único consejo es terapia, no cualquier terapia, terapia específica que conozca de estos temas.
Muchas gracias.
Se lo haré ver a mi psicóloga.
Son comportamientos que no tomas por anormales o retorcidos, hasta que lees una descripción por parte de alguien que ha de sufrirlos y te identificas plenamente.
Me veo incapaz de lidiar sólo con mi pena.
Exactamente por eso lo hice, comenzaba a dañarme emocionalmente. Y sobre la autocompasion buena, creo que tal vez un poco de autocompasion cuando nos sucede algo no es malo, siempre y cuando no se vuelva parte de nosotros porque sino nos cierra el mundo y evita que nos responsabilicemos o superemos situaciones. Seria muy interesante un post sobre eso.
Mmmm… no sé si lo llamaría autocompasión, más bien le diría quererse bien a sí mismo. Com-padecerse es «padecer con» siempre tiene algún otro con el cual hacemos empatía y nos ‘com-padecemos’, si sacamos al otro, quedamos nosotros mismos a solas… con nosotros mismos. Lo de bueno que tiene la compasión, cuando se saca al otro y se le agrega el «auto» desaparece, porque no hay un otro frente al cual sentir empatía, sino un desdoblamiento, un tanto perverso, de la personalidad. Pero no sé igual decime si se te ocurre algo más de cómo funcionaría esta «autocompasión buena», tal vez salga algo interesante.