Introducción
¿PARA QUÉ SIRVE ESTE LIBRO?
Muchos habrían podido llegar a la sabiduría si no se hubieran creído ya suficientemente sabios.
J. L. VIVES
Todos somos iguales. Ante la ley.
A partir de ahí, afortunadamente, todos somos distintos. La riqueza y variabilidad de la especie humana es inacabable. Y eso debería hacer del mundo un lugar más entretenido. El problema con lo distinto resulta, en principio, imprevisible. Imaginemos que somos exploradores y nos encontramos en medio de una frondosa selva cuando, de pronto, nos cruzamos con —pongamos por caso— un león. Nuestra conducta será, en principio, de evitación del riesgo. Sin pensarlo demasiado. ¿Por qué? Porque sabemos que los leones —vamos a ser políticamente correctos: la mayoría de los/as leones/as— suelen ser peligrosos.
Pero supongamos ahora que nos cruzamos con un animal cuya existencia desconocíamos hasta hoy y cuyo aspecto comparte características de varios animales. Lo más probable es que actuemos con cierta cautela (recordemos que somos exploradores: nos interesa lo nuevo y, por lo tanto, no huimos corriendo), ya que no sabemos si nuestro recién descubierto animal es potencialmente peligroso. ¿Intentaremos al cabo de un rato acercarnos?
Sí o no. Dependerá, en gran parte, de qué características externas y conductuales tenga el animal. Resumiendo: si su tamaño, aspecto y actitud nos recuerdan al de un gato o un periquito, probablemente nos intentemos acercar; si nos recuerdan a un rinoceronte, una anaconda o un gorila, seguro que no.
Como vemos, utilizamos nuestro conocimiento previo de las cosas para orientarnos respecto a la novedad. Esto se llama sabiduría.
En otras ocasiones, no utilizamos nuestro conocimiento previo para orientarnos, sino que nos dejamos llevar por mitos que, a veces, no sabemos ni que manejamos («todas las serpientes son venenosas», «todos los pajaritos son inofensivos», «todos los animales rojos son peligrosos» o «todos los perros son fieles»). Eso es lo que llamamos prejuicio, es decir, crearse una opinión de algo sin tener datos para hacerlo. Es relativamente fácil identificar un prejuicio: suele empezar por la palabra «todos» o «siempre que», y rara vez con «la mayoría de» o «algunas veces».
Estamos constantemente prejuzgando. Cuando el ser humano no sabe, infiere (deduce o supone que sabe). A veces correctamente y a veces incorrectamente. El prejuicio siempre nace de la ignorancia.
Las enfermedades mal llamadas mentales –que, en realidad, como veremos más adelante, deberían ser llamadas cerebrales—son, muy a menudo, víctimas del prejuicio de todos nosotros. Dado que poca gente —cada vez más, afortunadamente— conoce en profundidad las enfermedades psiquiátricas, éstas son a menudo prejuzgadas en base a la escasa y sesgada información disponible: películas que presentan a (todos) los enfermos mentales como individuos altamente peligrosos, agresivos e imprevisibles, artículos en periódicos que presentan invariablemente (siempre) el enfermo psiquiátrico como sinónimo de criminal, y
desafortunadas expresiones populares que vinculan (para siempre y para todos) locura y excentricidad.
Ello ha colaborado a crear lo que conocemos como «estigma». El estigma es la elevación del prejuicio a la categoría de rechazo social.
Los autores de este libro conocemos a centenares cle personas que sufren una enfermedad mental. La mayoría son nuestros pacientes, pero otros los encontramos entre nuestros amigos y familiares. La inmensa mayoría es gente encantadora, capaz, sensible, inofensiva y bienintencionada. A pesar de ello, tienen que luchar cada día ya no tan sólo con su enfermedad, sino contra el prejuicio y el estigma.
Este libro sirve para conocer un poco más una de las enfermedades psiquiátricas más comunes, más graves y más tratables; el trastorno bipolar. Nos gustaría que sirviera para ayudar a curar el prejuicio y la ignorancia. Por lo tanto, nos gustaría que lo leyeran no sólo las personas afectadas por la enfermedad —que encontrarán en este libro explicaciones científicas sobre fenómenos que invaden su día a día y algunos consejos para sobrellevar mejor su dolencia—, sino también, y sobre todo, aquellas que no padecen trastorno bipolar pero quieren conocer esta enfermedad para vencer el prejuicio sobre ella.
Si es, sin lugar a dudas, estúpido discriminar a cualquier persona por otras condiciones (sexo, nacionalidad o raza), es doblemente estúpido hacerlo en función de si tiene o no una enfermedad psiquiátrica. Porque todos podemos sufrirla en algún momento. La enfermedad mental puede presentarse en su vida en cualquier momento y hacer que pase a sufrir el estigma que usted mismo alimentó.
Porque todos somos iguales. También ante la enfermedad.