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Un periodo del análisis.

Durante un período de su análisis en que este tipo de fenómenos se repetía con cierta frecuencia, pero alternado con las manifestaciones obsesivas características de la primera época, pude comprender la relación existente entre ambas expresiones sintomáticas y por qué se sucedieron en ese orden cronológico, en la medida en que se atrevía a acercarse más directamente a los objetos. Aun­que dejaré para más adelante el estudio comparativo de ambos tipos de procesos, señalando sus elementos comunes y la razón por la que los mecanismos obsesivos fueron sustituidos por los de la despersonalización, citaré tan sólo el hecho de que al comienzo de su tratamiento, impresionaba corno un ser totalmente desprovisto de sentimientos o emociones. Ya me referí antes a las actitudes rí­gidas que asumía en el diván y a la monotonía de su voz; aun su rostro aparecía a menudo como carente de toda expresividad. Si tuviera que definir la modalidad de su vinculación conmigo en aquel entonces, diría que se exteriorizaba por palabras que expre­saban exclusivamente pensamientos pero no afectos; y cuando alguno de dichos pensamientos encerraba un contenido que lo aproximaba al objeto tendía a bloquearlo; quedaba entonces en silencio y al cabo de algunos minutos manifestaba que se había olvidado lo que quería decir y continuaba con una secuencia muy distinta a la anterior. Ese tipo de bloqueo se repetía frecuentemente, y de ningún modo podía ser confundido con las oscilaciones y cambios bruscos en el conte­nido del material observables en el curso de las asociaciones libres.

Se desprendía de esta forma de actuación su profundo temor de conectarse con los objetos del mundo externo; sólo lo hacía por medio de gestos y palabras comunes que representaban única­mente las partes más periféricas y superficiales de su yo. Frente a algunas de estas actitudes, mi impresión contratransferencial era de que si pudiera despojarlo de su revestimiento externo en lugar de descubrir los contenidos presumiblemente ocultos tras esa facha­da, me hubiera encontrado ante la nada, como si se tratara de un maniquí hueco; estaba captando de este modo su vacío interior, que después pude comprobar nítidamente en su material *. Paulatina­mente fue modificando su conducta y se atrevía a sentir y reconocer sus afectos; parecía experimentarlos por primera vez, dada la per­plejidad con que los vivenciaba: constituían las primeras expresio­nes de extrañamiento, aunque en aquel momento no alcancé a apreciarlas como tales. Pero cuando la naturaleza de sus afectos adquiría una tonalidad francamente libidinosa o agresiva procedía de inmediato a su anulación o volvía a bloquearse. Su relación conmigo se tornaba cada vez más estrecha y por momentos resulta­ba llamativa la vivacidad de algunas de sus expresiones.

La frustración por parte de sus primitivos objetos condiciona­ron su aislamiento frente a aquéllos del mundo externo sobre los que proyectaba los internos, ante el temor de repetir sus traumá­ticas experiencias; por lo tanto siempre había tratado de poner distancia entre él y aquellos objetos.

Uno de sus mayores conflictos residía en no saber cómo acer­carse al objeto sin destruirlo o ser destruido por él. Esta era la consecuencia de la intensa frustración oral que condicionaba su te­mor a ser dañado, proyectando sobre el objeto sus propios impulsos de devorar y destruir (aunque ya se ha señalado que esto último es la defensa frente a la angustia de ser devorado por el hambre) .

Mi sentimiento contratransferencial correspondía también a la captación del fondo esquizoide de la personalidad del paciente, subyacente a sus síntomas (16).

Cada vez que el paciente percibía que podía llegar a conectarse conmigo, experimentaba la necesidad de recurrir a una alteración de su distribución libidinosa, en un esfuerzo por evitar la emergen­cia de aquellas tendencias que podrían conducirlo a una situación catastrófica; para su inconsciente la catástrofe estaba representada por un aniquilamiento no sólo de su yo sino también del objeto con quien entraba en contacto, y la forma de salvarse de ese desastre era utilizar una solución transaccional constituida por la pérdida temporaria de los núcleos parciales de su self vinculados a dicha relación objetal.

 

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