Frente a los conflictos removidos surgió la reacción hipocondríaca *. Al desplazar sobre los órganos su lucha con el objeto —vivido como perseguidor— se atrevió a encarar directamente el aspecto transferencial de su conflicto que, en un primer plano, surgió con un contenido agresivo que implicaba una identificación con el agresor en la medida en que la frustración fue vivida como un ataque. Pero los insultos representaban, por otra parte, su protesta a gritos; mejor dicho, su tentativa de protestar a gritos, porque éstos fueron ahogados e inmediatamente olvidados. La represión de los insultos tenía el sentido de preservar al objeto ante el peligro de destruirlo y perderlo definitivamente, repitiendo su situación de frustración. Por otra parte, existía un aumento de su ansiedad determinada por la amenaza retaliativa del objeto presumiblemente agredido que se transformaba de este modo en perseguidor. Ante la agudización de sus temores, recurrió a un mecanismo más regresivo para protegerse del incremento de angustia y surgió entonces la despersonalización. Se manifestó por la sensación de alejamiento de los objetos del ambiente y representaba una regresión a su situación traumática infantil. Volvía a convertirse en un niño y veía la habitación con sus dimensiones alteradas, con la misma perspectiva con que habría visto las habitaciones en su infancia. Sentía que se había achicado en relación a lo que lo rodeaba. Al notar su dificultad para hablar, era como si hubiera reconocido que lo que le estaba ocurriendo en estos momentos ya lo había experimentado en una época anterior, de muy niño, cuando aún no sabía hablar. Tardó mucho en dormirse: reproducía la situación del niño frustrado oralmente que no podía conciliar el sueño a causa del hambre. Tenía la necesidad de ser amamantado para poder dormirse rápidamente, por eso fantaseó sobre temas sexuales que, de acuerdo con el material aportado, representaban contenidos orales, temiendo que se produjera la polución. Lo que en realidad temía era que no se produjera la polución, es decir, no obtener la gratificación oral ansiada; finalmente la consiguió mediante la alucinación del pecho gratificador. (En otro plano, la polución se relacionaba con su temor de sufrir la retaliación del objeto.) Al referir estas vivencias, que inconscientemente expresaban la búsqueda del placer oral, experimentó la sensación rara en la boca consistente en el movimiento rítmico de la lengua que comparó a un acto masturbatorio y que por los movimientos de la succión reproducían el amamantamiento. Sus ulteriores secuencias asociativas revelan ya más profundamente los contenidos de la fantasía que le angustiaba y que determinaron la aparición, en la sesión, de los procesos defensivos. Se debía fundamentalmente a la correlación que estableció entre su situación traumática infantil, reproducida regresivamente al comienzo de la sesión y la vivencia transferencial experimentada en el momento actual. Mencionó que fue a la casa del tío y que estaba vacía, no había nadie: la casa vacía lo representaba a él mismo sin sus objetos, sin su madre que lo atendiera y alimentara y sin el padre que lo había abandonado (el tío ausente) . Al nombrar a su tío, proyectado en la figura del analista, sintió que todo su cuerpo aumentaba progresivamente de tamaño y le pareció que contemplaba su agrandamiento desde afuera. Representaba, en parte, el crecimiento de su yo infantil. En otro plano, y dada la relación ambivalente con la significación paterna y superyoica de la imagen tío-analista, se reactivaron sus angustias de castración ante el contenido de sus fantasías masturbatorias. Ello provocó la sensación de agrandamiento compensatorio de su cuerpo que se convertía así en un gigantesco pene que entraba en erección al aparecer su tío en el campo de sus asociaciones para contrarrestar la amenaza punitiva que éste le sugería.
La reactivación de sus angustias frente al superyó determinó que se reavivara su sometimiento homosexual ante él mismo. Sintió deseos de masturbarse evocando situaciones análogas de su época infantil, pero no llegó a hacerlo y en su lugar experimentó la sensación en la boca que reprodujo al comienzo de la sesión. La represión de la masturbación se debió a la captación de su significado homosexual y de sus contenidos oral-sádicos. Durante el transcurso de la sesión llegó a percibir que sus fantasías del día anterior, en el presente, eran experimentadas con más intensidad y hacia un objeto real y cercano: el analista. El resultado fue un incremento en su ansiedad; por eso olvidó referir que mientras subía hacia la habitación alcanzó a ver un gato que se escapaba: eran sus impulsos sádico-orales rechazados. Asoció a continuación con juegos sexuales realizados con animales y recordó el sueño reprimido en cuyo contenido manifiesto aparecía una situación erótica con animales feroces. Expresaba su actitud homosexual destinada a aplacar la peligrosidad de las figuras superyoicas, entre ellas la del analista. Se había movilizado la angustia ligada a los conflictos latente: condicionados por la siguiente serie: fantasías edípicas —amenaza de castración— sometimiento homosexual. Los animales feroces representaban, por otra parte, sus impulsos agresivos que, al no ser tolerados, fueron reprimidos.
Todo ello determinó que apareciese de nuevo la sensación de alejamiento, por medio de la cual no sólo rechazaba y proyectaba aquellos aspectos de su yo que entraron en conflicto con el objeto y que contenían las tendencias orales condenadas, sino que también significaba volver a la situación primitiva de quedarse en el vacío. Se sintió aturdido: era debido a la confusión que le producía notar que se le alejaban y perdían los límites de su yo, y no poder discriminar la distinción y separación entre él y el objeto. A continuación percibió que la boca se le agrandaba hasta transformarse en una cavidad inmensa, todo su yo se convertía en una boca enorme y vacía como expresión magnificada de su yo totalmente frustrado, y como una tentativa de identificarse con el objeto frustrador —el ambiente que le rodeaba— para alterar sus proporciones. En otro plano, representaba su fijación oral pasiva al pene del analista – tío -padre. Y, como no podía admitirla, la proyectaba atribuyéndola a otra persona.
La fantasía básica de esta sesión, apoyada en las vivencias inmediatas anteriores, podría resumirse y expresarse mediante las modificaciones de su yo corporal sufridas en dos momentos de la sesión: el agrandamiento del cuerpo que representaba el pene gigante y el aumento de la boca que estaría destinada a recibirlo. La formulación boca – pene expresaba su relación con el objeto, con los distintos contenidos y defensas que aparecieron durante el curso de la sesión transcripta.
* Tausk (17) la considera una defensa contra el exceso dé carga libidinosa; por ese mecanismo el yo se defiende y considera al órgano alterado como algo ajeno a su integridad corporal.