Las personalidades psicopáticas expresan el déficit de su sentimiento de identidad a través de su conducta versátil, la falta de responsabilidad y la necesidad de satisfacer perentoria e inmediatamente todos sus deseos, sin soportar ninguna postergación. No son capaces de tolerar tensiones ni esperas debido a la labilidad de su yo y a su intolerancia a la frustración. Su impulsividad patológica es sintónica con el yo y representa un esfuerzo desesperado para conseguir una ilusoria seguridad y la confirmación de su omnipotencia sobre el mundo externo, para negar la frustración y el peligro de ser rechazados y castigados. Se caracterizan además no sólo porque caen en repetidas actuaciones no precedidas por pensamiento reflexivo sino, especialmente, porque hacen actuar a los demás.
Es particularmente significativo que el psicópata, a pesar de la labilidad de su yo, su incapacidad para tolerar la frustración, el trastorno de su pensamiento, su necesidad de usar el lenguaje de acción, sus fuertes componentes narcisistas, la utilización especialmente intensa de la omnipotencia, el splitting y la identificación proyectiva de tipo inoculativo, mantenga su contacto con la realidad sin caer en la categorización de psicótico. Pensamos que la razón fundamental está dada por el uso de los mecanismos obsesivos de «control realista» (9) que mantienen el control sobre los aspectos proyectados en el objeto y el contacto con la realidad. Estos mecanismos confieren al yo un sentimiento de cierta cohesión, a pesar de la intensidad con que funciona la identificación proyectiva. El fracaso en el funcionamiento de dichos mecanismos puede significar un desastre para el mantenimiento del precario equilibrio y cohesión de su self, con el consiguiente desmantelamiento del sentimiento de identidad, la caída en la psicosis o en los estados de despersonalización. En estos pacientes, el déficit mayor ocurre en el vínculo de integración social, por el manejo de los objetos externos a quienes tratan como prolongaciones de su propio self.