Volviendo a las ideologías en general, desde el punto de vista de su evolución se podría hablar de distintas «categorías de uso» de las ideologías que a partir de formas de uso primitivas y rudimentarias pueden llegar a altos niveles de abstracción, configurando complejos sistemas de ideas. Quizá no sería demasiado audaz hablar de protoideologías, como aquellas que corresponden a las primeras fantasías inconscientes relacionadas con el pecho idealizado. Ideología sería todo sistema de fantasías, ideas y juicios de valor, que satisfacen necesidades muy profundas del sujeto. De acuerdo con las características de los individuos que las usan, las ideologías quedarán «fijadas» a los mecanismos primitivos de la evolución, mostrando idealizaciones y disociaciones extremas: en estos casos, la ideología propia acapara todas las virtudes y la «verdad absoluta», proyectándose todo lo negativo en las ideologías ajenas. Se trata de ideologías regresivas saturadas, porque están cerradas a toda posibilidad de cambio o desarrollo; son omnipotentes, arrogantes, rígidas, dogmáticas y a las que el individuo se adhiere en forma fanática.
Contrariamente a los anteriores, otros individuos usarán las ideologías en forma más evolucionada con notable disminución de los mecanismos regresivos, especialmente los de idealización y omnipotencia. La disociación se transformará en discriminación; no están saturadas sino abiertas al desarrollo; manifiestan tendencias reparadoras con predominio de Eros, preocupación y responsabilidad por la vida y el destino del individuo y de la comunidad; luchan contra el sistema esterilizante y estimulan el cambio tendiente al crecimiento de un nuevo tipo de hombre. Naturalmente, los individuos con esta calidad de uso de las ideologías resultarán con identidades más evolucionadas y sólidas.
Asumir en forma madura una identidad, basada en una ideología progresiva que tiende hacia el conocimiento y permite el cambio, presupone un duelo porque implica la ruptura de estructuras establecidas e identidades previas, para reintegrarse luego de una manera diferente. Constituye un verdadero proceso revolucionario interno porque el individuo tiene que pasar por la experiencia caótica de períodos, aún transitorios, de desorganización y disolución de sistemas psíquicos, valores establecidos y vínculos objetales, para integrarse en una reorganización que lo lleva a configurar una nueva identidad. Creemos que tales experiencias son verdaderos momentos creativos que rescatan lo auténtico de cada uno y enriquecen la condición de «ser uno mismo» para sí y para los demás.