Toda ideología participa también del carácter de «idea mesiánica», tal como la postula Bion (1) al señalar que, de tanto en tanto, surgen en las religiones y filosofías de todos los tiempos y en los centros de discusión científica, ideas y hombres diversamente descriptos como místicos o genios. Aplicando su modelo «continente-contenido», sugiere que debido a que la idea mesiánica ejerce un efecto disruptivo sobre el medio en que actúa, la institución o el grupo social pueden fracasar en su función de recibirla, y pueden reaccionar entonces como un continente que ahoga y priva de vida al «contenido-idea mesiánica» al que se le atribuye un peligro potencial. Creemos que la relación «continente-contenido» es fructífera cuando el «continente» sociedad se deja fecundar por el «contenido» ideas nuevas.
Uno de los elementos importantes para la consolidación del sentimiento de identidad es el interjuego dialéctico entre la semejanza y la diferencia; semejanzas y diferencias con uno mismo en el tiempo, con el otro en el plano grupal y con los otros. Si lo relacionamos con lo que ocurre en un grupo ideológico, veremos que el individuo necesita poder diferenciarse de los demás, aunque comparta la ideología común en función de semejanza para no ser «tragado» por el grupo; pero también la pertenencia al grupo basada en la semejanza le permite diferenciarse de todo lo que no es el grupo, o sea del resto de la comunidad. El grupo ideológico puede ofrecer entonces la solución para el dilema entre correr el riesgo de diluirse en el grupo demasiado grande, anónimo, el de la sociedad o bien tener que ceñirse a una identidad individual, necesitando rigidificarse para mantenerse con caracteres propios y no compartidos con nadie. El excesivo individualismo lleva al aislamiento, a la incomunicación y a la vivencia de pérdida de los «otros», incluidos en el grupo.
A lo dicho anteriormente se puede agregar la gravitación del factor «continuidad», tan importante en la ideología, como acabamos de ver, que la vincula con la identidad; ésta se caracteriza precisamente por la trascendencia de la continuidad del sentimiento del yo: «Yo soy el mismo que fui ayer y seré mañana». De ahí que podamos inferir que la ideología pueda ser necesaria en algunos individuos para asegurar su identidad.