La capacidad de seguir sintiéndose el mismo en la sucesión de cambios, forma la base de la experiencia emocional de la identidad. Implica mantener la estabilidad a través de circunstancias diversas y de todas las transformaciones y cambios del vivir.
Pero la evolución de cada individuo es una serie ininterrumpida de cambios, pequeños y grandes, a lo largo de cuya elaboración y asimilación se establece el sentimiento de identidad.
Ante los cambios, el individuo reacciona no sólo con angustia frente a la situación nueva sino también con sentimientos depresivos, ya que el cambio significa la pérdida de vínculos previos (duelo por el objeto) más la pérdida de los aspectos del propio self (duelo por el self) . Si este duelo frente a cada cambio no puede ser elaborado, condicionará también, como la angustia, la resistencia al cambio.