El concepto de que el desarrollo y el afianzamiento del sentimiento de identidad se basan en las identificaciones introyectivas asimiladas está implícito, de una u otra manera, en casi todas las definiciones de identidad. Pero para que ello pueda ocurrir, es necesario que en el curso de la evolución se produzca un predominio de las identificaciones introyectivas sobre las identificaciones proyectivas, especialmente las de naturaleza patológica que ejercen una influencia perturbadora en la adquisición y mantenimiento de la identidad. Dada la importancia que tiene este último mecanismo en el problema que nos ocupa, será útil que nos refiramos a él más detalladamente sobre la base de algunos estudios realizados por uno de nosotros (6) .
En condiciones normales, la identificación proyectiva determina la relación de empatía con el objeto, no sólo porque permite poder situarse en el lugar del otro y comprender mejor sus sentimientos, sino también por lo que evoca en él. El sujeto produce siempre alguna resonancia emocional en el objeto, por la actitud con que se presenta ante él, la forma en que lo mira o le habla, o por el contenido de lo que dice o de sus gestos, etcétera. Quiere decir que siempre están funcionando las identificaciones proyectivas que emanan de las distintas fuentes que las originan y despiertan las respuestas emocionales correspondientes: simpatía, enojo, pena, hostilidad, aburrimiento, etcétera. Esto suele ocurrir dentro de ciertos límites, con sus respectivos umbrales, en toda relación humana y forma la base de la comunicación. El objeto, a su vez, también funciona con sus respectivas identificaciones produciéndose un intercambio en ambos sentidos.
La identificación proyectiva tiene además una participación fundamental en la formación de los símbolos.
La calidad normal del funcionamiento de la identificación proyectiva dependerá, en un alto grado, de la calidad con que funcionaron las identificaciones proyectivas de las primeras relaciones objetales (tanto con los objetos parciales como totales) . No sólo interesa conocer en qué forma funcionaron las identificaciones proyectivas del sujeto condicionadas por sus diversas fantasías o impulsos, sino también cómo lo hicieron las identificaciones proyectivas de los objetos primitivos y el tipo de repercusión que produjeron en el sujeto.
Las tendencias y fantasías correspondientes a cada una de las fases libidinosas condicionarán la emergencia de identificaciones proyectivas con contenidos orales, anales, uretrales y genitales que le otorgarán modalidades específicas a las respectivas relaciones objetales.
Apoyándose en el estudio de las identificaciones Freud pudo otorgar particular importancia a la influencia del medio en el desarrollo del individuo como lo destacó al describir las «series complementarias» para la comprensión del origen de las neurosis. Al investigar la interacción entre un mundo de objetos externos y un mundo de objetos imaginarios internos, puso el acento en la teoría del superyó como unateoría la operacional que explica en qué forma la sociedad actúa sobre el individuo. El superyó es un sistema constituido por ciertas características específicas de todos los objetos internos. De esta forma, la sociedad —con toda la complejidad de sus instituciones— pasa a ser una entidad interna asimilada a la estructura íntima del individuo. Este descubrimiento del psicoanálisis, más que ningún otro, superó la antinomia del siglo pasado entre individuo y sociedad. No se puede hablar de ellos aisladamente ya que ambos están por igual representados en la naturaleza íntima del yo y del superyó.