Por de pronto el lenguaje, producto mental y expresado por la cabeza, comenzó a sufrir extrañas influencias del cuerpo: en el discurso de Chridaman se mezclaban palabras del vocabulario de Nanda, mientras éste le corregía (cosa que Chridaman solía hacer con él) y le reprochaba que dejara que su lenguaje fuera influido por sus miembros aldeanos.
Nanda, por otra parte, empezó a hablar no sólo en nombre de su cabeza sino en el de su nuevo cuerpo y defender sus derechos en cuanto al futuro conyugal con Sita. «Para mí, mi cuerpo es lo principal y por eso pienso yo (que soy el marido) , siguiendo el sentido del matrimonio, en que también el cuerpo es lo principal, ya que con él se engendran los hijos y no con la cabeza.»
La discusión, en última instancia, parecería planteada entre la cabeza y el cuerpo de una misma persona por la primacía, la paternidad y la identidad. Y todo ello acaecía simultáneamente en el mundo interno de Sita, que sollozaba: «Vuestras palabras me han revuelto la cabeza y dividido el corazón, de modo que una de sus mitades replica a la otra, como vosotros os replicáis el uno al otro.» Con ello se estaba refiriendo también a la disociación de sus afectos.
Como ella no pudiera salir de su ambivalencia, Nanda propuso pedir la mediación «de un tercero, o mejor dicho, de un cuarto». Con el lapsus también hace notar que el amigo y él son uno solo. Y sugirió como juez a un viejo asceta que vivía como eremita en la selva.
Después de muchas dudas y elucubraciones dictó sentencia a favor de Chridaman, aseverando que «la cabeza es el más alto de todos los miembros». Sita y Chridaman se miraron felices, ya que ahora él podía ofrecerle no sólo la cabeza que ella amaba sino también el cuerpo que había deseado.