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Antes de la partida.

Ya estábamos en el último mes antes de su partida; el marido tenía fecha fija para irse, pero ella pudo tomar la decisión, que la angustiaba mucho, de quedarse el tiempo que necesitara para recibirse.
Esto era importante en varios sentidos: 1) Tomar la decisión de «cuándo» irse implicaba también aceptar que estaba decidiendo irse, es decir, que estaba aceptando una parte de su identidad como «mujer en pareja». 2) Que si decidió irse en el momento en que se recibiera, estaba decidiendo «cómo» irse, estaba admitiendo otra parte de su identidad como «persona con intereses propios», o «profesional».
En los días en que quedó sola, después de la partida de Ricardo, buscó un escribano entre «sus» amistades, para liquidar sus asuntos, en lugar de utilizar las vinculaciones del padre. Descubrió, con gran sorpresa, que nunca se había preocupado por saber a nombre de quién estaba su departamento, e incluso alcanzó a arre¬glar algunas cosas que el marido, antes de irse, había dejado en manos de personas poco responsables.
Finalmente, dio la última materia de su carrera y se recibió. Llegó con la cara radiante y dijo:
«Me recibí. La iba a llamar por teléfono pero no lo hice: lo siento como un trámite más».
Le señalé la disociación entre lo que decía y su expresión y el tono de su voz.
«Papá vino a esperar al examen, cosa que yo no esperaba. Al principio estuvo muy contento, pero en seguida empezó a arruinarlo. Dijo que si yo fuera inteligente ahora no tocaba un libro más. Pedí una llamada por teléfono para avisarle a Ricardo y papá se empezó a poner nervioso. Después vino mi tío y dijo que había un lío y tendrían que pagar mucho dinero; papá se puso como si hubiera muerto alguien.»
Le interpreté que estaba celosa del dinero de papá, heces omnipotentes que parecían valer para papá más que las que ella podía producir, y que creía que por recibirse hacía perder esa plata tan valiosa a papá, que mataba a alguien valioso.
«Es que además quería hablar con el auxiliar que me ayudó a preparar esta materia y como estaba papá no pude».
Le dije que la parte de ella sometida a papá y culpable ante él, no le había permitido comunicarse con la parte de ella que valorizaba haberse recibido, y con quien la ayudó a lograrlo, como no puede comunicarse conmigo para decirme que está contenta, sino sólo para decirme que cumplió con un trámite. Tampoco está comunicada coi’: mamá que no aparece en todo esto.
«Sí … No sé por qué no incluí a mamá. Justamente ayer me llamó para decirme que se enteró por otros de que a papá le está yendo bien y a ella no le dijo nada; después de aguantar todos estos años de líos, cuando empieza a rendir frutos no se lo dice.»
No me incluyó, como papá no incluyó a mamá, no me comunicó que le estaba yendo bien: teme que yo esté enojada porque ahora que el análisis empieza a rendir frutos, se va.
«La verdad es que mamá cambió mucho. Antes se burlaba de mí diciendo que de lo único que me iba a recibir era de mamá, pero después me ayudó bastante con la nena para que yo pudiera estudiar; sin ella no me hubiera podido recibir.
«Ayer yo sentía que no podía hablarle al auxiliar, ni agrade¬cer a mamá, ni llamarla a usted. Me doy cuenta de que la ubiqué con las personas a las que más les importa que me reciba. Pero pasa una cosa rara, no puedo expresar el agradecimiento porque si digo eso, ya no es cosa mía» (como si temiera aún vaciarse nuevamente.) .
Me dice que mi imagen dentro de ella cambió mucho, que piensa que la ayudé a recibirse, pero que necesita que yo pueda comprender y aceptar su imposibilidad de agradecerme, aunque el reconocimiento de esa imposibilidad lleva implícito su deseo de agra¬decer, que es lo máximo que puede ofrecerme en su lugar.
El hecho de que mi imagen como madre hubiera cambiado dentro de ella evitó que tuviera que recurrir a una total negación de sus logros, aunque sus ansiedades persecutorias y depresivas no habían disminuido lo suficiente como para expresar agradecimiento sin sentir que perdía esos logros.
En las sesiones finales alternaron las fantasías y planes con respecto al futuro y la ansiedad por la separación.
«Es increíble; me ofrecieron sacar una visa independiente para trabajar, en lugar de la familiar y acepté. En el formulario dice profesión, y por primera vez puse la mía; me emocionó. Ahora que me recibí tengo más ganas de trabajar, hacer algo y no ser siempre sólo una estudiante. Pero esa sensación no me dura todo el tiempo.
«A veces pienso que la separación con usted es espantosa y sufro por lo que no aproveché del análisis, y otras pienso que aproveché bastante bien y la separación no es tan horrible».

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