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RECONSTRUCCIÓN SINTÉTICA DE SU ANÁLISIS HASTA EL PERIODO PREMIGRATORIO. Los médicos en su vida y el primer contacto.

Su primer contacto conmigo fue de naturaleza contrafóbica. Trató de mostrarse muy segura de sí misma en la entrevista, dán­dole un carácter muy formal. Me informó escuetamente de los mo­tivos por los cuales quería analizarse y que el doctor X, con quien había mantenido una entrevista, me la enviaba para iniciar tratamiento. Había concurrido a aquella consulta alarmada por intensos ataques de ansiedad y miedo a enloquecer ante la inminencia de su casamiento.

Marisa manifestó que no había tenido intenciones de analizarse con el doctor X porque prefería una analista mujer, y que había acudido a él solamente para que le recomendara a alguien con quien tratarse.

Sin embargo, en su primera sesión, lo primero que me dijo comentando la entrevista fue: «Me desilusioné al verla. La imagi­naba más masculina, con traje sastre y pelo oscuro y recogido; tal vez un rodete».

Pudimos ver luego que esperaba encontrar en mí la proyección de su propia imagen corporal, identificada con una madre fálica, y a través de la cual realizaría, además, la fantasía de analizarse con el doctor X.

Ella misma usaba rodete. La cabeza y el peinado aparecieron reiteradamente en su material durante el primer período de su análisis, asociado a frecuentes sueños en que el análisis era repre­sentado por una peluquería y en que yo, como peluquera, cuidaba o atacaba, alternativamente, su abultada cabeza que simbolizaba, en ocasiones, un vientre embarazado o un pecho extremadamente lleno.

Esta imagen me parece trascendental, pues era la expresión por intermedio del cuerpo, de su fantasía básica transferencial en que yo sería una madre con toda la omnipotencia del pensamiento, físicamente visible en la cabeza, y donde estaría concentrado tam­bién todo el poder del padre (doctor X) ,

En ese sentido, la erotización del pensamiento y sobrevalora­ción de la inteligencia correspondería a una erotización de la rela­ción con el pezón de ese pecho omnipotente (rodete) , confundido con un pene. Quería analizarse con una mujer, pero de aspecto masculino.

El vínculo transferencial que se estableció desde las primeras sesiones (donde externalizó sobre mí diversos personajes de su infancia) señalaba una doble disociación:  arriba-abajo (mente-cuerpo) y bueno-malo. (Dificultades en el vínculo de integración espacial.)

La primera imagen que proyectó sobre mí fue la de médico, que luego comenzó a alternar con la de peluquera. La relación con­migo como peluquera era una relación de a dos, y la relación conmigo como médico era una relación de a tres, en la que intervenía el doc­tor X, pero como una parte mía disociada. Representábamos dos imágenes de médicos de su infancia. Colocó sobre el doctor X la imagen del médico agresivo que la había maltratado de niña, acri­billándola a inyecciones. Yo, en cambio, resultaba ser un médico cariñoso como uno que la había atendido alguna vez y le daba caramelos, pero al que los padres despidieron porque el médico «malo» ganaba la confianza de los padres.

La situación traía de todos modos un planteo edípico muy franco al vivirme como médico hombre, pero demasiado manifiesto: recordó que quería casarse con el médico bueno, aunque tenía una hija de su misma edad.

La aparición de ese material edípico era precoz y no corres­pondía a la situación real de la paciente.

Lo que se estaba expresando realmente eran sus ansiedades per­secutorias que trataba de mantener alejadas del vínculo transferen­cial, movilizadas en relación con la situación actual de casamiento y su terror durante el coito frente a los ataques sádicos del padre malo, pero vivido como objeto parcial: pene-inyecciones que yo debía contrarrestar con un pene-caramelo.

 

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