En sus intentos de recuperar los vínculos con la familia que sentía perdidos al irse a vivir a otra casa, se activaron sus mecanis¬mos psicopáticos. Este tipo de conducta fue su respuesta a la «mi¬gración», como intento de recuperar los objetos que corría el riesgo de perder y por los que no podía hacer el duelo. La psicopatía se ponía en marcha como defensa contra la depresión.
Provocaba peleas constantes con el marido por motivos fútiles mientras seguía siendo «razonable» con los padres y «componedora» en los altercados entre ellos. En estas situaciones su figura se agigan¬taba, se hacía importante y se sentía «vivir». Es fácil suponer que trataba de provocar sutilmente las situaciones de ese tipo que le permitían vivir, al mismo tiempo que negaba participación alguna en su génesis, cosa que sólo se descubría en el análisis
En las sesiones trataba de provocar impacto y sorpresa. A me¬nudo comenzaba con una frase de gran efecto como: «Me pasó algo tremendo…» seguida de un largo silencio, con lo cual tendía a ma¬nejar psicopáticamente la relación transferencial, procurando crear un suspenso y despertar mi interés, para que yo me volviera muy dependiente de ella y de lo que contaría.
Comenzó a tener problemas con el estudio: no lograba concen¬trarse y entró en una situación de rivalidad insuperable con el ma¬rido, que seguía estudiando además de trabajar. Esta rivalidad esta¬ba muy negada, mientras toda la persecución se desplazaba hacia los obreros que terminaban de decorar su casa y las muchachas que po¬dían robarle cosas, aun cuando adoptaba una conducta muy confiada, dejando joyas y objetos valiosos al alcance de sus manos, como para tentarlas.
Frente al temor de la pérdida de su rol intelectual y despre¬ciando el de ser esposa, encontró como salida el convertirse en madre.