Los motivos que trajeron a Marisa al análisis cuando tenía 20 años y en vísperas de su casamiento, estaban estrechamente vinculados con sus dificultades en la introyección: anorexia, temores hipocondríacos difusos aunque particularmente referidos al tracto oral-digestivo, dudas con respecto a su próximo matrimonio, temor ante las relaciones sexuales y un estado de permanente angustia.
El clima de falsedad y engaño estaba permanentemente presente en la vida de Marisa, incrementando su desconfianza frente a sus objetos e impidiéndole saber qué era y qué tenía.
El padre había pertenecido al servicio diplomático, que finalmente había abandonado para instalar un estudio como abogado. Ella no sabía por qué medios el padre había obtenido su fortuna. La madre había abandonado una carrera universitaria al nacer la paciente, hija mayor, a la que siguió una hermana a los dos años.
El padre era de carácter violento. En ciertos períodos caía en crisis melancólicas con fantasías de suicidio.
La madre, muy seductora, parecía siempre «ocultar cosas».
La paciente era aparentemente la persona más centrada de la familia, mediadora entre los padres, y entre éstos y la hermana en los frecuentes conflictos familiares, pero siempre enferma físicamente.