TESEO. — ¿Quiénes eran?
ADRASTO. — Tideo y Polinice. Llegaron a las manos.
TESEO. ¬ ¿Y reconociste en ellos las fieras prometidas a tus hijas?
ADRASTO. — Su lucha se parecía a la de dos animales. TESEO. — ¿Qué motivo les llevaba tan lejos de su patria? ADRASTO. — Tideo había sido desterrado por haber matado a un pariente
TESEO. — ¿Y por qué abandonaba Tebas el hijo de Edipo? ADRASTO. — Su padre le había maldecido; temía que matara
El carácter feroz e indiferenciado de la lucha, la simetría de las situa¬ciones familiares, el matrimonio con las dos hermanas que introduce un dato típicamente «fraterno», convierte el episodio en un doblete de la relación Eteocles/Polinice y, a decir verdad, de todas las rivalidades fra¬ternas.
Una vez que se han descubierto los rasgos distintivos del conflicto fraterno, se descubre que reaparecen un poco por todas partes, en los mitos y en las tragedias, aisladamente o agrupados de manera diversa. Junto a los hermanos propiamente dichos, Eteocles y Polinice, aparecen los cuñados, o sea unos casi-hermanos como Polinice y Tideo, o Edipo y Creonte, o también otros parientes próximos de la misma generación, unos primos hermanos, por ejemplo, como Dioniso y Penteo. El parentesco pró¬ximo no tiene ninguna especificidad, a fin de cuentas, puesto que simboliza la disolución de la diferencia familiar; en otras palabras, desimboliza. Acaba por alcanzar una simetría conflictiva torpemente visible en el mito, aunque siempre subyacente a todos los temas, fuertemente subrayados al contrario en la tragedia que tiende a recuperar la indiferenciación violen¬ta bajo unos temas míticos que la traicionan necesariamente, aunque sólo sea porque la representan.
Nada más falso, pues, que la idea frecuentemente oída en nuestros días según la cual la tragedia no alcanzaría lo universal porque permanece encerrada en la diferencia familiar. Es la desaparición de esta diferencia la que entra en cuestión en el conflicto fraternal, así como la fobia religiosa a los gemelos. Ambos temas son lo mismo y, sin embargo, existe entre ellos una diferencia en la que conviene detenerse.
Los gemelos nos proponen una representación, bajo ciertos puntos de vista impresionante, de la simetría conflictiva y de la identidad que carac¬terizan la crisis sacrificial. Pero el parecido es puramente fortuito; entre los gemelos biológicos y los gemelos sociológicos no existen vínculos reales. Los gemelos no están más predispuestos a la violencia que los demás hom¬bres, o por lo menos que los demás hermanos. Entre la crisis sacrificial y la esencia específica de la gemelidad, existe, pues, una cierta arbitrariedad, que, por otra parte, no es del mismo tipo que la arbitrariedad del signo