Gorgona. Una es un veneno mortal, la otra un remedio. Entonces el viejo esclavo de la reina pregunta:
¿Y cómo se cumple en ellas el doble don de la diosa?
CREÚSA. — Bajo el golpe mortal, de la vena vacía brota una
gota…
EL ANCIANO. — ¿Para qué sirve? ¿Cuál es su virtud?
CREÚSA. — Aleja las enfermedades y aumenta el valor.
EL ANCIANO. — ¿Y cómo actúa la segunda?
CREÚSA. — Mata. Es el veneno de las serpientes de la Gor‑
gona.
EL ANCIANO. — ¿Las llevas juntas o separadas?
CREÚSA. — Separadas. ¿Mezclarías tú lo saludable y lo no‑
civo?
Nada más diferente que estas dos gotas de sangre y, sin embargo, nada más semejante. Es fácil, por consiguiente, y tal vez tentador, confundir las dos sangres y mezclarlas. Si se produce esta mezcla, desaparece cualquier distinción entre lo puro y lo impuro. Ya no hay diferencia entre la buena y la mala violencia. Mientras lo puro y lo impuro permanecen diferenciados, en efecto, es posible lavar hasta las mayores manchas. Una vez que se han confundido, ya no se puede purificar nada.