LA FORMACIÓN DE UNA NUEVA RED CAMBIA EL CONCEPTO DE A QUIÉN SE OYE Y QUÉ SE PUEDE OÍR
A las personas que oyen voces se las suele poner en situaciones que tiendan a patologizar sus experiencias. Es probable que las personas que proceden de otras culturas —distintas a la tradición psiquiátrica occidental— hayan «oído voces» como parte de sus prácticas religiosas21. Cuando tienen un problema y terminan en la
IAN PARKER
consulta de un psicólogo, es probable que esa experiencia se detecte y diagnostique como parte de un trastorno más amplio, y que corran el riesgo de que se les «recluya» a la fuerza en un hospital, según el Decreto de Salud Menta122.
En un momento en el que se acusa a las comunidades musulmanas de albergar el «fundamentalismo», porque, se nos dice, oyen la voz de Dios y piensan que serán recompensadas en el cielo por protagonizar atentados suicidas, la «patología» de la audición de voces precisa ser urgentemente cuestionada. La cuestión no radica en cómo es la comunidad que presenta estados de fundamentalismo y psicológicos anormales, sino en la forma de ser de la cultura dominante predispuesta a patologizar unas experiencias que, por ser diferentes, son juzgadas como peligrosamente distintas23.