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La evolución del oído. Ellas distinguen más sonidos, pero ellos se orientan auditivamente.

El oído externo de los humanos primitivos era muy similar al de los perros, gatos y caballos. El oído de un perro es capaz de percibir soni­dos ultrasónicos inapreciables para el ser humano. Hay estudios que demuestran que el oído canino puede detectar hasta 50.000 v.p.s. (vi­braciones por segundo) y en algunos casos la cifra puede ascender a las 100.000 v.p.s. Un bebé humano puede detectar hasta 30.000 v.p.s. pero esta capacidad disminuye en su edad adolescente hasta las 20.000 v.p.s. y a las escasas 12.000 v.p.s. cuando alcanza la edad de 60. Las cadenas musicales de alta fidelidad funcionan con 25.000 vp.s., lo que demues­tra que comprar una cadena musical de esas características a sus abue­los sería tirar el dinero.

Oído externo canino             Oído externo humano

En el pabellón auditivo humano todavía se encuentran vestigios de nueve músculos y alrededor del 20% de los seres humanos todavía son capaces de utilizar estos músculos logrando pequeños movimientos. Parece ser que nuestro oído externo fue evolucionando hacia la rigidez

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que caracteriza al humano solía girar la cabeza hacia el lugar de donde provenía el sonido y la punta del pabellón auditivo se doblaba hacia abajo para atenuar el sonido retumbante. Charles Darwin identificó una pequeña zona dentro de la parte superior doblada del pabellón auditivo como un vestigio de lo que un día fueron las orejas puntiagu­das del ser humano y por eso lo llamó la «punta de Darwin».

ELLA TAMBIÉN TIENE MEJOR OÍDO

Las mujeres tienen más oído que los hombres y también muestran mayor capacidad para distinguir sonidos agudos. El cerebro de una mujer está programado para oír el llanto de un bebé en la noche, mien­tras que un hombre puede perfectamente no oírlo y dormir plácidamente. Si un gatito está maullando a lo lejos, la mujer será la primera en oírle, pero no sabrá cómo llegar a él. Sin embargo, el hombre, gra­cias a su gran sentido espacial y orientativo, le podrá decir exactamen­te dónde está el gatito.

Un grifo que gotea puede volver loca a una mujer,
mientras un hombre duerme plácidamente.

Con sólo una semana, una recién nacida (a diferencia de un recién nacido) puede, distinguir de entre todos los sonidos de una sala, la voz de su madre y el llanto de otro bebé. El cerebro femenino tiene la capacidad de discernir los sonidos y clasificarlos por categorías. Por eso, una mujer es capaz de escuchar a una persona con la que mantiene una conversación cara a cara mientras oye otra conversación. Eso tam­bién explica las dificultades que tienen los hombres para escuchar una conversación con el ruido del televisor o de los cacharros de la cocina de fondo. Si suena el teléfono, antes de descolgar, un hombre pedirá al resto de la gente que hable en voz baja, reducirá el volumen de la música y apagará el televisor, mientras que una mujer descolgará el teléfono directamente.

Las mujeres tienen mayor sensibilidad para diferenciar las tonalidades en el volumen de la voz por lo que pueden oír los cambios emocionales en niños y adultos. Por consiguiente, las probabilidades demues­tran que hay ocho mujeres que saben cantar afinando, por cada hom­bre que muestra la misma aptitud musical. Esto explicaría la típica frase que pronuncian las mujeres cuando discuten con hombres «No me hables en ese tono de voz». La mayoría de hombres no tienen ni idea de qué están hablando.

Los experimentos llevados a cabo con bebés revelan que las niñas son el doble de, sensibles a los sonidos agudos que los niños. En este hecho podríamos encontrar la explicación a que las niñas se tranquili­cen mucho más que los niños con cuchicheos agudos o a que las ma­dres intuitivamente canten más nanas a las niñas y hablen más a los niños. La gran capacidad auditiva de la mujer contribuye, en gran medida, a lo que comúnmente ha sido denominado «intuición feme­nina» y también puede ser la respuesta a la facultad que poseen las mujeres para leer las conversaciones entre líneas. Sin embargo, los hom­bres no tienen por qué desesperarse puesto que tienen una gran facili­dad para identificar e imitar los sonidos animales, lo que fue muy útil en el pasado, aunque desgraciadamente no parece tener tanta utilidad hoy en día.

LOS HOMBRES SE ORIENTAN POR EL OÍDO

Las mujeres tienen más capacidad para distinguir los sonidos, pero los hombres pueden señalar directamente de dónde vienen. Esta habili­dad, junto con su capacidad para identificar e imitar los sonidos ani­males, le convertía en un eficiente cazador. Pero, ¿cómo se transforma el sonido en un mapa en el cerebro?

El Profesor Masakazu Konishi, del Instituto de Tecnología de California, encontró respuestas a esta pregunta realizando un estudio con lechuzas, unos animales que poseen una extraordinaria capacidad para detectar de dónde procede un sonido. Cuando oyen un sonido, giran la cabeza hacia la dirección de donde surge. Konishi descubrió que las lechuzas poseían un grupo de células en la zona auditiva del cerebro que trazaban un mapa exacto de la proveniencia del sonido. Cuando los altavoces emitían el mismo sonido a cada uno de los oídos de la lechuza a una velocidad diferente (a 200 millonésimas de segundo) el cerebro era capaz de diseñar un mapa espacial en tres dimensio­nes para encontrar el origen. Una vez localizado, las lechuzas giraban la cabeza hacia donde provenía el sonido para ver a su presa o escapar de los enemigos. Los hombres parecen compartir con este animal la misma habilidad para detectar el origen de los sonidos.

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