CON LAS CANILLAS
En la siguiente sesión, John comenzó a jugar con agua, y ésta se convirtió en su principal ocupación hasta las próximas vacaciones. Primero la usó para lavar su cabello, luego examinó y tocó la cañería bajo el lavatorio y dio golpecitos en el piso como para ver dónde estaban los desagües. Luego salpicó agua en el piso y trató de fregarlo. Este tipo de juego derivó en derramar cantidades cada vez mayores de agua en el linóleo y chapotear en los charcos. También comenzó a escupirme en la cara, lo que le producía gran excitación, mientras saltaba y bailaba en círculos con los ojos relucientes de triunfo. Ocasionalmente miraba asustado hacia la «silla-papá». Al subir, observaba con deleite las rosas rojas de la ventana; al irse de la sesión les clavaba la mirada y a veces las arañaba. También usaba el agua para beber con el vaso rojo, pero luego de uno o dos traguitos, tiraba el agua por el aire y el vaso al piso. Cuando el piso estaba ya demasiado mojado yo lo interrumpía y él pateaba y amenazaba con volver a comer plastilina. Yo sentía que esa imposición de límites era importante para él. Creo que esto significaba que yo no me dejaría convertir en una especie de mamá-toilette desbordada. Con el pasar de las semanas el juego se hizo más salvaje, su baile más triunfal y su actitud muy repetitiva. Aunque conmigo se comportaba maníacamente, en su casa a menudo lloraba por las noches.
Comentario. Lo que podía haber comenzado como una experiencia de alivio, usar el agua para lavar su cabello y su mente de malos pensamientos, parece haberle salido mal, convirtiéndose en otra cosa. Lo vimos explorando la estructura de las cañerías, que puede interpretarse como el pene-tubería de papá que se lleva las lágrimas y las deyecciones de mamá; pero él deliberadamente evitó a este papá-cañería y mojó la parte no absorbente del piso. También se apropió de las canillas de una manera que les cambió su función. ¿Fueron los celos suscitados por el objeto combinado lavatorio y cañería lo que lo forzó a separarlos? Su forma
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excesiva de escupir y mojar, y el creciente sentimiento de desesperación que yo experimenté, me convencieron de que no estaba utilizando las canillas en su aspecto de alimentar y limpiar, sino que las empleaba como armas; un uso perverso de los pezones como penes para orinar dentro de la mamá. Y a veces temía un contraataque, como cuando un chorro de agua lo mojó. Su madre comentó que últimamente tenía terror de que le lavaran el cabello.
Con el pasar del tiempo, la monotonía de su juego, cerrado en actividades de ahogar y escupir, y el maltrato de los objetos provocaron en mí una creciente desesperación y la sensación de que estábamos envueltos en una relación que no producía crecimiento. Pensé que había emergido cierta confusión en relación con el papá y la naturaleza de su relación con mamá. Tal vez el osito de felpa y papá se habían fundido. John parecía capaz de eyacular concretamente sus lágrimas-escupidas en mí, pero esto no producía ningún alivio. Más bien parecía que la proyección de sus lágrimas y su depresión alentaban un aislamiento sádico y riega-. tivista que no se aliviaba con ternura alguna.