SESION NUMERO QUINCE – LUNES
«Timmy llega vistiendo un impermeable azul y con un aspecto sombrío y decidido. Corre a la ventana (que da a un jardín agradable) y agita el puño. Le ofrezco tomar su impermeable y me lo permite; pero inmediatamente corre alrededor del cuarto de manera salvaje amenazando con su puño a las sillas, la luz y tal vez a las flores del jardín. Timmy vacía entonces la bolsa de plastilina que ha tomado de la caja de juguetes,_ mastica un poco y la escupe por todo el cuarto de una manera aparentemente al azar. Va a la pileta, toma el jarro, que primero muerde y luego llena con agua, la sorbe y escupe en el alféizar de la ventana, virtiendo la que resta en el rincón del alféizar (*). Luego de correr por todos lados durante quince minutos viene al rincón donde yo estoy sentado, tira la plastilina y se pone un poco en la boca. Ahora Timmy comienza un complicado proceso de dejar caer pedacitos desde su boca sobre mí (*). Ríe, se apoya en mi pierna y pone pedacitos de plastilina en mi frente (*). Se aleja hacia la ventana y se sumerge en sus pensamientos, cantando para sí mismo y comiendo trocitos de plastilina (*). Vuelve a mí, se apoya y succiona tristemente su pulgar (*). Vuelve a la caja, toma una pequeña pipa de plástico y la muerde (*). La tira y lleva un poco de plastilina al diván que está próximo a mi silla, indicando que quiere que lo levante con mis manos, señalando mediante movimientos del cuerpo algo así como el deseo. de ser hamacado (*). Cuando le digo que es momento de terminar parece
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encantado. Salió del cuarto corriendo y comenzó a chupar su pulgar tan pronto como atravesó la puerta.
«El comportamiento descrito podría corresponder a cualquier niñito psicótico. Hay que agregar color a. la descripción para captar su verdadera cualidad. En ningún momento da Timmy la impresión de escuchar o tenerme en cuenta dé una manera que sea diferenciable de su relación con el contenido del cuarto o de los objetos en el jardín. Produce varios sonidos que tienen una cualidad emocional vaga, pero ninguna semejanza con ‘el habla. Cuando aparenta reírse de mi interpretación, no tiene sin embargo ese carácter, sino que es una risa interna y postergada. Inclusive su comportamiento al final de la sesión no se presenta como una respuesta al decirle yo que ya es la hora, sino que es el mismo que presenta otras veces, cuando sale corriendo del cuarto en respuesta a una inspiración interna. Claramente las manos son para levantarlo, mi pierna es una superficie para apoyarse, el abrigo vuela de él. Yo no me siento ignorado, me siento inexistente. El espectáculo de su incomprensible comportamiento no me hiere o complace, me entristece profundamente. Me cansa; me siento aliviado cuando se va, y tengo que hacer un gran esfuerzo para recordar la sesión y transcribirla, sabiendo que si lo postergo se va a escapar por los intersticios de mi memoria, dejando solamente su incoada tristeza.»