Si alguien me preguntase qué puedo leer de primera mano de Freud para conocer la teoría del psicoanálisis, de un modo sistemático, claro y profundo, respondería que sin duda el libro a leer es «Esquema del Psicoanálisis».
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Esquema del psicoanálisis. (1940 [1938])Abriss der Psychoanalyse
Ediciones en alemán
1940 Int. Z. Psychoanal.-Imago, 25, nº 1, págs. 7-67.
1941 GW, 17, págs. 63-138.
1975 SA, «Ergänzungsband» (Volumen complementario}, págs. 407-21. (Sólo el cap. VI: «Die psychoanalytische Technik».)
Traducciones en castellano
1951 Esquema del psicoanálisis. RP, 8, n° 1, págs. 5-54. Traducción de Ludovíco Rosenthal.
1955 Compendio del psicoanálisis. SR, 21, págs. 67-126. El mismo traductor.
1968 Igual título. BN (3 vols.), 3, págs. 392-440.
1968 Esquema del psicoanálisis. BN (3 vols.), 3, págs. 1009-62. Traducción de Ramón Rey-Ardid.
1975 Compendio del psicoanálisis. BN (9 vols.), 9, págs. 3379-418.
Cuando se publicó esta obra por primera vez, tanto la edición alemana como la versión inglesa incluyeron dos largos pasajes tomados de un trabajo fragmentario de Freud de la misma época, «Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis» (1940b [ 1938]). En la edición alemana, estos pasajes aparecieron como nota al pie en el capítulo IV (cf. AE, 23, pág. 156, n. 3), y en la inglesa, como un apéndice. Poco después se publicó completo el fragmento del cual habían sido extraídos (cf. AE, 23, págs. 279 y sigs.), y consecuentemente la nota y el apéndice ya no se incluyeron en reimpresiones posteriores.
Por un infortunado descuido, el «Prólogo» del autor (AE, 23, pág. 139) fue omitido en la edición de las Gesammelte Werke, y por ende sólo se lo encontrará, en alemán, en Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse. Debe destacarse que el volumen XVII de aquella colección, el primero que vio la luz (en 1941), fue impreso simultáneamente con distinta portada y encuadernación llevando como título Schriften aus dem Nachlass {Escritos póstumos}.
El manuscrito de este trabajo está redactado en forma inusualmente abreviada, en particular el capítulo III («El desarrollo de la función sexual» AE, 23, págs. 150 y sigs.), donde se omiten, por ejemplo, los artículos definidos e indefinidos y gran cantidad de verbos -podría decirse que su estilo es «telegráfico»-. Los directores de la edición alemana informan que completaron estas abreviaturas; el sentido general no ofrece dudas, y aunque en algunos puntos ese completamiento fue realizado con excesiva libertad, nos pareció que lo más simple era aceptarlo y traducir de la versión suministrada en las Gesammette Werke.
El autor no puso título a la parte 1; los editores alemanes adoptaron para ella «Die Natur des Psychischen» {«La naturaleza de lo psíquico»}, que es a su vez un subtítulo del ya citado trabajo «Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis» (cf. AE, 23, pág. 284). Para la presente edición se ha propuesto un título algo más general.
Respecto de la fecha en que Freud comenzó a escribir el Esquema existen algunas opiniones antagónicas. Según Ernest Jones (1957, pág. 255), lo hizo «durante el tiempo de espera en Viena», o sea, en abril o mayo de 1938. No obstante, en su página inicial el manuscrito está fechado el «22 de julio», lo cual da la razón a los editores alemanes cuando sostienen que la obra fue comenzada en julio de 1938 -vale decir, poco después del arribo de Freud a Londres, en los primeros días de junio-. A principios de setiembre había escrito ya 63 páginas, cuando debió interrumpir su trabajo para someterse a una gravísima operación; y no volvió a retomarlo, aunque al poco tiempo dio comienzo a otra obra de divulgación («Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis») que también muy pronto debió dejar.
Así pues, cabe considerar que el Esquema quedó inconcluso, si bien no puede afirmarse sin más que sea incompleto. Cierto es que el último capítulo es más breve que los restantes, y bien podría habérselo continuado con el examen de temas tales como el sentimiento de culpa -ya tocado, empero, en el capítulo VI-; no obstante, constituye un enigma saber hasta dónde y en qué dirección habría proseguido Freud, ya que el programa trazado por él en el «Prólogo» parece haberse cumplido en grado razonable.
Dentro de la larga serie de obras de divulgación que escribió Freud, el Esquema presenta características singulares. Las demás están destinadas, sin excepción, a exponer el psicoanálisis ante un público ajeno a este, un público con muy variados grados y tipos de aproximación general a la materia de la que trata Freud, pero siempre relativamente ignorante en ella. No es este el caso del Esquema. Resulta claro que no es una obra para Í novatos, sino más bien un «curso de repaso» para estudiantes avanzados. En todas sus partes supone que el lector está familiarizado no sólo con la concepción psicológica general de Freud sino con sus descubrimientos y teorías acerca de aspectos muy precisos. Por ejemplo, un par de brevísimas alusiones al papel que cumplen las huellas mnémicas de las impresiones sensoriales de las palabras (AE, 23, págs. 160 y 201) serán apenas inteligibles para quien ignore ciertos difíciles razonamientos del capítulo final de La interpretación de los sueños (1900a) y de la última sección de «Lo inconciente» (1915e); y las exiguas consideraciones que se hacen en dos o tres lugares sobre la identificación y su nexo con los objetos de amor abandonados (AE, 23, págs. 193 y 207) implican conocer siquiera el capítulo III de El yo y el ello (1923b). Pero para quienes ya se mueven a sus anchas entre los escritos de Freud, este trabajo constituirá un epílogo sumamente fascinante. Arroja nueva luz sobre todo aquello de que se ocupa -las teorías fundamentales o las más detalladas observaciones clínicas-, y todo lo examina empleando la terminología más reciente. Hay incluso indicios ocasionales de desarrollos completamente nuevos, en particular al final del capítulo VIII (AE, 23, págs. 203-6), donde recibe amplio tratamiento el problema de la escisión del yo y la desmentida de partes del mundo exterior, tal como lo ejemplifica el fetichismo.
Esto nos muestra que a los 82 años Freud poseía todavía un don sorprendente para enfocar de manera renovada lo que podrían parecer temas trillados. Tal vez en ningún otro sitio alcanza su estilo un nivel más alto de compendiosidad y claridad. Por su tono expositivo, la obra nos trasmite una sensación de libertad, que es quizá lo que cabía esperar de un maestro como él al presentar por última vez las ideas de las que fue creador.
James Strachey