TRAS LOS SUCESOS DE 1968 EN FRANCIA SURGE UN RENOVADO INTERÉS POR EL PODER
Los levantamientos de estudiantes y trabajadores en el mayo francés del 68, secundados alrededor del mundo a finales de la década de los sesenta, fueron tan sorprendentes para la izquierda como para las clases dominantes francesas. Algunas de las primeras chispas para la revuelta estudiantil —protestas contra la segregación de los sexos en las residencias de estudiantes—ya apuntaban la importancia de las relaciones entre la regulación de la vida personal y las cuestiones mayores del poder estatal. A medida que las insurrecciones estudiantiles prosperaban, se apoyaban las huelgas en las fábricas de automóviles en las afueras de París y en otros lugares de Francia. Este movimiento revolucionario, que en muchos aspectos se hallaba a la izquierda de la izquierda, apoyaba las reivindicaciones en torno al sexo y la orientación sexual, contra el racismo y las formas simbólicas de poder. Por ejemplo, los «situacionistas» pretendían dar al traste con la «sociedad del espectáculo», que embelesaba y apaciguaba a los individuos.
El lema de los movimientos estudiantiles reflejaba su visión romántica de derrocar al Estado y la represión personal19. Mientras arrancaban los adoquines de las calles de París y los arrojaban a la policía, parecía en verdad como si su lema «Debajo de los adoquines,
IAN PARKER
la playa» fuera cierto. No obstante, una vez que la ley y el orden fueron restaurados, la cínica respuesta de los «nuevos filósofos» reaccionarios fue que si la naturaleza humana era lo que era, los estudiantes deberían haber reconocido una verdad más dura que venía a decir que «debajo de la playa, los adoquines». La psicología, afectada por los sucesos, también volvía por sus fueros.