LAS ALTERNATIVAS SURGEN CUANDO LAS CRISIS POLÍTICAS OBLIGAN A LOS PSICÓLOGOS A CAMBIAR
Las revoluciones ponen patas arriba los saberes heredados. No obstante, una revolución no es un mero periodo de convulsión, ni una abolición nihilista de todo lo anterior. Esta idea equivocada es una mera justificación ideológica para mantener la ley y el orden existente, de modo que los privilegiados y los poderosos sean los que defiendan la civilización frente al barbarismo. De hecho, esa concepción de la revolución—entendida como una ruptura irracional de la vida civilizada, donde las masas aplastan la toma racional de decisiones— es una forma típicamente «psicológica» de contemplar el cambio2, una visión temerosa de lo que sucedería si las personas cogieran las riendas de sus propias vidas.
LA PSICOLOGÍA COMO IDEOLOGÍA
Por el contrario, una revolución es una oportunidad para descubrir nuevas formas de vivir, para traer a un primer plano los aspectos habitualmente surpimidos como la creatividad humana y la ilusión. Lejos de abolir los logros artísticos y científicos, y las condiciones materiales que permiten superar la separación entre el «trabajo» y el «ocio», la revolución los transforma y los expande. Al tiempo que los sistemas de conocimiento existentes son reevaluados, la revolución es una oportunidad para decidir qué conservar de las antiguas formas de comprender el mundo. En estas situaciones, las disciplinas como la psicología, que hace una virtud del individuo, son sacudidas hasta la médula, permitiendo vislumbrar el surgimiento de un orden totalmente distinto3.