A la psicología no le gusta que le recuerden su dependencia de la cultura de la que surge y le reconforta saberse «científica» y neutra respecto a las influencias externas. Por eso rechaza a algunos de los antiguos compañeros de los que tanto aprendió en su proceso de formación, como es el caso de la filosofía, de la que se separó al tacharla de mera «especulación» acientífica16. Esta aparente autonomía llega hasta el punto que los manuales de psicología actuales no mencionan los fuertes vínculos entre algunos de sus fundadores y el psicoanálisis. Pero este otro compañero de antaño,
LA PSICOLOGÍA COMO IDEOLOGÍA
arrojado ahora a la cuneta, ha sido tan influyente en la cultura popular que a la psicología le resulta imposible zafarse de él cuando se trata de dar asesoramiento psicológico y de practicar una psicoterapia17.