ESPIRITUALIDAD, SEXUALIDAD Y DIFERENCIAS RACIALES EN LA PSICOLOGÍA
Las fantasías sobre la experiencia auténticamente natural fuera del marco racional de referencia en el que hemos pasado a estar atrapados en la cultura psicologizada han suscitado visiones diferenciadas de los hombres y las mujeres como racionales y emocionales respectivamente. El desarrollo del hombre racional y de la mujer emocional psicologizados en el mundo occidental que depende de la colonización de otros países y del «subdesarrollo» de otras culturas supone apelar a determinadas fantasías sobre las diferencias raciales, de aquello que es el «otro», lo extraño y ajeno, para abordar cuestiones que los occidentales creen que están al margen de la razón37. Por tanto, cuando la psicología considera la «espiritualidad» para intentar zanjar la escisión entre la razón y lo expulsado de ella, influye inevitablemente en las concepciones de la «raza» y las diferencias raciales.
En este giro a la «espiritualidad» en psicología resulta sintomático que las cuestiones relacionadas con la «raza» y el «racismo» hayan quedado desplazadas y convertidas en asuntos de creencias y actitudes religiosas. De este modo, el interés por la «espiritualidad» funciona como una suerte de relación individualizada con la religión en perfecta armonía con el neoliberalismo y, a modo de religión psicologizada, la «identidad» y la experiencia espiritual hacen que los problemas relacionados con la raza y el racismo pasen a figurar como problemas de fe religiosa.
LA PSICOLOGÍA COMO IDEOLOGÍA
Por ejemplo, las respuestas a la violencia política desde el «mundo islámico» (una categoría ya de por sí degradada e implícitamente psicologizante) conllevan una psicologización de los conflictos políticos —ocupaciones coloniales, secularismo forzado y explotación imperialista—, unas respuestas que representan los problemas políticos como si se originaran en las mentes de los fanáticos que se aferran firmemente a sus creencias religiosas38. El mismo término «fundamentalismo» es parte de la psicologización del conflicto político que permite ocultar los efectos reales del racismo occidental. Así, pues, una serie de imágenes «orientalistas» de las «otredades», los abyectos, de Occidente son reemplazadas por otras imágenes que con gran destreza hacen de los «otros» el problema.