LOS SISTEMAS PARA EL ESTABLECIMIENTO DE DIAGNÓSTICOS TIENEN UNA HISTORIA MATERIAL
La Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) proporciona un marco médico muy influyente y específico para identificar los distintos tipos de trastornos mentales7. Los psiquiatras y psicólogos recurren habitualmente a este sistema clasificatorio junto con el aún más influyente, si cabe, Manual Estadístico de Diagnóstico y de los Desórdenes Mentales (DSM), que al igual que el CIE, ha pasado por distintas ediciones y revisiones8. Las categorías del DSM, cuyo número crece exponencialmente en cada nueva edición, son elaboradas por comités de psiquiatras y psicólogos.
Resulta importante apreciar cómo las definiciones son un reflejo de la propia estructura del comité y su funcionamiento jerárquico. Es así que una serie determinada de síntomas extraídos de una lista, considerados como los más relevantes, determinan la presencia de un desorden en concreto, como pasamos a indicar.
Los trastornos psicológicos tienen su origen en la medicina y, en especial, en la aplicación errónea de las ideas clínicas por parte de la psiquiatría. Y aunque la existencia de cada una de las enfermedades que la psiquiatría dice haber identificado es cuestionable, no impide que los psicólogos las adopten y las conviertan en categorías con las que se pueda trabajar9. Lejos de una mera aplicación de la medicina a un nuevo ámbito, el DSM y la CIE imitan a la medicina, si bien la definición peculiar de los síntomas y los trastornos ponen de manifiesto la influencia de las compañías farmacéuticas, al igual que la estructura del comité que criba y simplifica las descripciones de la conducta anormal proporcionado por los representantes de distintas disciplinas. Aunque se haya convertido en un gran negocio, y por consiguiente se haya organizado como tal, el DSM fue inicialmente una iniciativa amateur regida por personalidades concretas responsables de los comités’ °.